domingo, 7 de agosto de 2011

Los Señores de la Palabra






Basándonos en los estudios realizados por John E. Clark, Ricahrd D. Hansen, Tomas Pérez Suárez y en la memoria de la Primera Mesa Redonda Olmeca, concluimos que hacia el 900 a.C, los habitantes olmecas de la ciudad que nombramos San Lorenzo, experimentaron con las semillas de maíz y provocaron un extraordinario crecimiento en las mazorcas, este evento trastocó la dieta y la historia de  nuestros lejanos ancestros así como es nuestro más lejano vínculo con la sociedad que actualmente constituimos.

El Maíz se convirtió en la base nutricional de los mesoamericanos, hacia el año 600. a. C, San Lorenzo había declinado y La Venta era una gran metrópoli, alrededor del año 400 fue abandonada y aconteció un “misterioso colapso olmeca”, al mismo tiempo, en la cuenca de El Mirador (Petén Guatemalteco) así como en la costa del Pacífico y en ciudades como Paso del Amada, Izapa y Abaj Takalik, surgieron las primeras congregaciones urbanas mayas. Los primeros mayas fueron herederos del “orden olmeca” y al igual que sus “padres culturales” construyeron plataformas rectangulares que representaban a la Tierra, en recientes excavaciones alrededor de estas plataformas se localizaron ollas y tiestos de otros recipientes que contuvieron “atole” y “tamales”

              
                        Recipientes para contener atole y paleta para enfriarlo



Es muy probable que diferentes grupos de campesinos y cazadores mayas se reunieran en aquellas plazas a departir y celebrar pero también a escuchar  “al que grita, al que determina, al ahau”, los mayas nombraron ahauob’ a sus soberanos de aquellos lejanos soles, estuvieron emparentados con el Maíz y en las plazas públicas los primeros ahuob’ tuvieron que gritar y hablar fuerte para que los escucharan.

Ahora bien, para que los escuchas estuvieran atentos al discurso nada mejor que entretenerlos con un atole bien caliente que mantuviera ocupados sus labios y unos tamalitos que cautivaran a sus estómagos, en ese placentero ambiente, los discursos religiosos, políticos o sociales ingresan suavemente por el filtro de la convicción.

Después de 2 400 años, éste ancestral evento político se mantiene aún vigente en nuestra tradición electoral y hasta en nuestro célebre lenguaje simbólico cuando resignados aceptamos que nos den atole con el dedo…  

Ahau de la ciudad de San Jose de Motul de Bejucal en Guatemala

El ahau es quien determinaba a través de la palabra sagrada, lo vinculaban con el Dios del Maíz, se tornaba un guía que asumía los privilegios de un divino soberano y, al mismo tiempo, era poseedor de los secretos chamánicos que le permitían guiar a su pueblo en las actividades agrícolas e invocar a las entidades divinas a través de ritos y danzas públicas que reproducían algunos eventos de su mitología como La Creación, utilizaron también serpientes y báculos en danzas que regularmente se desarrollaban en plataformas rectangulares o cuadradas con cuatro ingresos que representaban los cuatro caminos del ámbito terrestre.

El Norte era Blanco, Rojo el Oriente, Negro el Poniente y  Amarillo el Sur, al centro se erigía un Huitz o Montaña Mágica --que nosotros nos empeñamos en llamar pirámide aún y cuando no termine en punta y se llame Huitz—  que comunicaba a los hombres con las entidades celestes y las del Xibalbá o Submundo, la danza para los ahauob’ era un vaso comunicante con la otredad, es através de la invocación y la danza que corporeizaban a sus aliados celestes, con ellos iban a la guerra y esperaban justamente que en el mapa celeste aconteciera la correcta combinación de estrellas y los dioses-planetas fueran invocados para ser favorecidos con su auxilio en la guerra en contra de sus enemigos.

Hoy reconocemos un jeroglífico que se nombró Guerra de Estrellas, pero en realidad se trata de la Guerra de Venus porque es precisamente éste Planeta quien aparece sangrando encima del nombre de la ciudad vencida. Los idiomas mayas poseen un hálito metafórico en su sintaxis, igualmente la escritura jeroglífica se descubre pletórica de acepciones metafóricas  para los eventos celestes y humanos, así por ejemplo, cuando un ahau conquistaba una ciudad, se decía que la había “hachado”, cuando se recuperaba la soberanía se apuntaba que se regresaba a casa con el pedernal y el escudo, es decir, las armas y la libertad de usarlas, cuando se eliminaba a la descendencia patrilineal de una ciudad y se constituía una nueva dinastía, se registraba como “llegada”.

Ubicamos una influencia temprana de Teotihuacan en algunas ciudades mayas --como Kaminaljuyú que fue construida siguiendo el trazo de Teotihuacan--, así como un intenso intercambio comercial ya que la Cuenca de El Mirador era el tránsito obligado de la obsidiana rumbo al Altiplano, ese comercio propició guerras.

Leemos en el texto jeroglífico del monumento conocido como el Marcador localizado en la zona de El Nuevo Mundo en Tikal, Guatemala, que el 31 de Enero de 378, el general teotihuacano, Siyak K’ ak’ (nacido del fuego) conquistó la ciudad de Tikal, eliminando al ahau Chak Tok Ich’aak I y a su descendencia patrilineal, pero no ascendió al poder, el nuevo ahau fue el hijo de su Señor, el enigmático líder teotihuacano Buho Atrapalanzas.

Los teotihuacanos conquistaron a Tikal para hacerse de las minas y del tránsito de obsidiana, conocemos el nombre de un gran dirigente pero no estamos en grado de decir si Buho Atrapalanzas era un ahau de Teotihuacan ya que en esta espectacular ciudad se prescindió de la escritura y tuvieron un gobierno conformado por una coalición de dirigentes quienes residían en el complejo Xala ubicado entre la pirámide del Sol y la de la Luna… aún no sabemos quien fue Buho Atrapalanzas, reconocemos que Siyak K’ak’ siguió sometiendo otras ciudades del Petén y a partir de este hecho registrado en la escritura maya comprendemos que las culturas del México Antiguo mantuvieron intercambios comerciales, guerras y conquistas.

Otro sorprendente evento real de los ahauob’ aconteció en los tiempos de Waxaklajuun Ub’aah K’awil, ahau de la ciudad de Copán, en Honduras, pues resulta que recibió una mujer en matrimonio proveniente de la lejana ciudad de Xochicalco (actual estado de Morelos), tuvieron que atravesar toda la Sierra Madre Occidental y al pasar por la zona mixteca,  se incorporó a la caravana el futuro soberano mixteca, 3 Monos, apenas contaba con 16 años y fungió como testigo de honor del matrimonio divino que aconteció el 1 de diciembre de 730. El evento está registrado simultáneamente en la Estela A de Copan y en el Panel L 2 de Xochicalco.

Ahau Waxaklajuun Ub'aah K'awil


La lectura de los jeroglíficos mayas nos permiten hoy por hoy conocer el cotidiano ritual de los ahauob’ y sus relaciones con tierras distantes, podemos consultar el registro de casi 200 ahuob’ y X’ahauob’ (soberanas), reconocemos sus alianzas, guerras, matrimonios, rituales, traiciones, aventuras y su contacto divino con entidades que habitaban tanto en el cielo como el inframundo. La Palabra Maya fue un vínculo divino, con ella pudieron invocar, evocar y reconocer a sus ancestros divinizados y a las entidades divinas que regían su existencia.

Los Señores de la Palabra sucumbieron hacia el inicio del Siglo X a causa de una prolongada sequía y una consecuente Guerra Mundial Maya donde se perdieron los códigos divinos de la ritual lucha cuerpo contra cuerpo y se saltó a la barbarie arrasando y robando bienes, mujeres y niños; el hambre y las guerras propiciaron que los Señores de la Palabra perdieran contacto con la otredad y culminaron su existencia prácticamente de manera brutal y rápida.

A consecuencia de la estrepitosa caída de Teotihuacan, linajes y guerreros emigraron hacia el mítico Sur, éstos grupos de herederos del conocimiento teotihuacano son los famosos Pipiltzin de las crónicas del Altiplano   se fusionaron con los sobrevivientes mayas inaugurando un nuevo periodo histórico que se reconoce como Postclásico, en el que los Señores de la Palabra fueron suplantados por los Halach Uinicob’ u hombres verdaderos, y es que si éstos nuevos se consideraron verdaderos es porque los célebres ahauob’ fueron falsos por haber perdido el control entre la invocación y la realidad.


Claudio Obregón Clairin

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