lunes, 28 de octubre de 2013

De la Justicia





La gente feliz no crea civilizaciones. La Justicia es una aspiración humana que se sustrae de una realidad siempre inequitativa y violenta, como el cosmos mismo.

Si deseamos procurar la equidad, es preciso contener un equilibrio emocional y un desapego material y esas condicionantes implican crear otro mundo dentro del mundo que hemos creado en el mundo; he visto a esa atmósfera aspiracional parcialmente tangible cuando estudié en el Templo Budista Wat Ram Poeng, en Chang Mai, Tailandia, pero ahí existe una variable que lo permite: los monjes no trabajan y subsisten por la asistencia de los benefactores del templo; digo que es parcial, porque las monjas son segregadas y se les otorga el estatus de sirvientas de los monjes.

En el mundo occidental, el showman que se disfraza de chamán o el pastor de cualquier templo o secta, simulan ser intermediarios divinos y seducen las carencias de un grupo a través de rituales y conductas morales que predisponen y enajenan la voluntad de sus seguidores o de sus súbditos.

La Culpa entonces es de la moral y no de quien la percibe. Séneca, por ejemplo, instruyó a Nerón cuestionándole “quién eres y qué quieres”, entonces el emperador mató a su madre y obligó a un estoico suicidio a su  tutor, más tarde, se retiró a tocar la lira, delirando.

Considero que cuando la interpretación de la existencia parte del individuo y de su individualidad, ocurre que el absolutismo, la frustración y el desencanto acechan a su Ego, es por ello que además de cuestionarse delante al espejo y al futuro, es preciso preguntarse ¿qué es qué y quién es quién? Sin embargo, las preguntas no siempre contienen respuestas para comprender a la realidad, en ocasiones, percibirla es ya suficiente.

Perseguir obcecadamente a la iluminación o a la luz, irremediablemente nos conduce a la ceguera: reconocer nuestras sombras, aceptarlas haciéndolas propias y sin recelo, nos libera de los dogmas y de la simulación; entendemos entonces la bipolaridad del pensamiento humano y de nuestras conductas, comprendemos por qué lo más digno: “el trabajo” se ejerce bajo el yugo de la injusticia, el sometimiento o la degradación y, solo entonces, tocamos con nuestros pensamientos la sincera atmósfera de la libertad que prescinde de la razón pero se sirve de ella para comprender que logramos hacerla propia en el mundo que creamos dentro del mundo y que el otro mundo, nos es emocionalmente ajeno pero sustancialmente vital para nuestro desarrollo económico.

Delante a la simulación, hacer como que hacemos u obedecemos, sin entregar nuestro corazón a ello, es el mejor antídoto para la sobrevivencia emocional. El orden jerárquico y violento del universo es propio de la conducta humana por ello no existe --ni existirá jamás-- la Justicia que por definición es ciego y, como no “ve”, actúa en función de los intereses relativos a quienes transitoriamente ocupan su gerencia. Amar al prójimo y procurar el bien, es lo deseable, hacer lo contrario, es lo normal.

Mircea Eliade e Ikram Antaki reflexionaron que somos lo que somos por haber matado al otro y luego compartir los alimentos; que desde el punto de vista vocal estamos emparentados con las aves pero en actitud, a los felinos. De sus conclusiones deconstruyo que estamos como estamos por la calidad de nuestros pensamientos y por la intencionalidad de nuestras palabras que condicionan a nuestras emociones y éstas dirigen a nuestros actos; me intriga observar que a pesar de nuestra capacidad de estar conscientes de nuestra conciencia, atentamos contra nuestras vidas y nos regodeamos en los actos violentos perdiendo la capacidad de asombro. Intuyo que cuando nuestro desarrollo intelectual nos permitió colocar a nuestros predadores en jaulas, coliseos y zoológicos, no tuvimos de quién defendernos, empezamos entonces a eliminar a nuestros iguales como un reflejo natural de la violencia cósmica que nos constituye y que sustenta a la primera certeza: el movimiento.

Nada se destruye ni desaparece, sino que todo se transforma concluyó Einstein, pero le faltó puntualizar que en medio está la muerte. Percibiendo ésta faceta de nuestra realidad y la del universo, podríamos reconsiderar la falsa sensación de considerarnos eternos y comprender que desperdiciamos nuestros instantes entregando nuestro corazón a emociones y a pensamientos ubicados en abstracciones y en obsesivas recapitulaciones de lo que debiera ser o no fue, de lo que debe ser justo según el parámetro de lo inexistente e inalcanzable, de lo que pensamos y luego nos da existencia y de una aspiración a ser lo que nunca seremos. 

La Justicia no es justa, simplemente es una abstracción de una aspiración humana así como una errónea interpretación del devenir del universo y de nosotros mismos… sin embargo, se legisla.  

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