sábado, 14 de febrero de 2009

Desafío Energético / ensayo-filosófico



Los seres humanos hemos logrado conocer e interpretar la estructura de la materia, las leyes que determinan sus propiedades e interacciones, pero poco o nada sabemos sobre las cuestiones fundamentales de nuestra existencia. Las nuevas tecnologías nos permiten descubrirnos en un universo plano y arrugado, medir la radiación de fondo originada unos cuantos miles de años después del Big Bang o visitar el jardín subatómico; sin embargo, es aún un misterio cómo un intercambio de impulsos eléctricos y químicos configuran la conciencia, la intuición, la memoria y la espiritualidad.

Los griegos pre-socráticos se preguntaron ¿por qué cambia la naturaleza? Y encontraron en el movimiento el origen del cambio. Heráclito de Efeso planteó que es necesario ver bien para percibir "algo" que no cambia en el movimiento; conocer significa ver bien las cosas, atrapar al movimiento, limitarlo y luego explicarlo, logos. Los griegos interpretaron el movimiento de manera geométrica: un triángulo es un espacio cerrado por tres lados, el hombre es un ser de razón que "detiene" por un instante su entorno y al encontrarlo inasible en su totalidad se engaña a sí mismo creyendo que lo domina, olvidando que él también se mueve.

Para René Descartes el mundo está formado por objetos "sólidos", regidos por una "mecánica de contacto"; y el lenguaje logos es una manifestación del libre albedrío que se fundamenta en la razón y en la experiencia que nos otorgan los sentidos, la cual es interpretada por el pensamiento, por lo tanto "pienso, luego existo".

La razón es necesaria, pero tiene límites, y en un universo constituido de materia y antimateria existen muchas verdades e infinitas conciencias. Los seres humanos nos encontramos situados entre un macro y un microcosmos, concluir que la naturaleza y el movimiento se interpretan exclusivamente a través de los sentidos, la razón y la experiencia, nos ha cegado y erróneamente hemos creído que somos los gerentes del mundo. Hoy, el medio ambiente nos expide la factura.

En diferentes ámbitos de nuestra existencia, jugamos a vivir en las apariencias, la simulación y los espejismos; la esencia se reserva para la intimidad y circulamos como seres de intenciones duales con una extraordinaria capacidad para hacernos tarugos. Los seres humanos adultos interpretamos nuestra existencia de acuerdo a la información que recibimos en nuestra infancia y nos volvemos seres sólidos, así, el mundo lo vemos sólido, tangible y como ésta interpretación nos ubica en una sola visión sólida del mundo, nos sentimos eternos porque nos creemos importantes; pero en realidad somos efímeros seres luminosos, al igual que todo lo que nos rodea.

El sentido común no es común denominador de todos los seres humanos; existen otras percepciones del universo que plantean --al contrario de los cartesianos-- que no hay diferenciación entre la mente y la materia sino que ambas son manifestaciones de energía. El mundo es lo que es, pero ¿cómo es? Ya que no todo lo que ves es realmente lo que es.

Los Chamanes del México Antiguo consideran que nuestros cuerpos son huevos luminosos que irradian energía y parte de ella sale en forma de filamentos desde nuestro vientre para ligarnos con los seres que nos acompañan y con el mundo. El universo que nos contiene es pura energía, y lo que cuenta en él es la impecabilidad de nuestros actos, la acción. Para acceder a este conocimiento silencioso, es necesario "decodificarse" realizando un minucioso inventario de los actos de nuestra vida y dejar en él toda la basura que nos estorba e impide apreciar el mundo como energía. El nagual Miguel Abelar le comentó a Carlos Castaneda "...el mayor enemigo del hombre es la importancia personal que nos hace sentir ofendidos por nuestros semejantes, la importancia personal es autocompasión disfrazada... la vida está llena de desafíos y no de bendiciones o maldiciones"

Uno de los desafíos contemporáneos consiste en reinterpretarnos y recuperar el sentimiento de unicidad que abandonamos en nuestra infancia.

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