viernes, 24 de diciembre de 2010

Del Ardipithecus al Albur




Dibujo de Arturo Asensio


Los seres humanos nos diferenciamos de otros mamíferos por caminar, poseer un elaborado lenguaje, compartir los alimentos, interpretar la vida con un sentido místico y por ser la única especie que atenta contra sí misma ¿Cuáles son los orígenes de estas diferencias? Hurguemos en la Historia para comprendernos mejor.

Durante algunos años, se argumentó que nuestros ancestros “se irguieron y caminaron” como resultado de un proceso evolutivo que fue condicionado por una severa sequía que provocó la desaparición de las selvas en la zona occidental del continente africano, pero en la década de los 90’s, el paleontólogo Tim White y su equipo de investigadores, encontraron en Etiopía los restos de un homínido que vivió hace 4.4 millones de años en una región que antaño era boscosa y húmeda, lo nombraron Ardipithecus, se desplazaba en dos piernas aunque también trepaba por los árboles, este descubrimiento tiró por los suelos las teorías existentes y surgió una nueva interpretación sobre los motivos evolutivos que condujeron a nuestros ancestros a erguirse, sugiriendo que fue una consecuencia de la necesidad de acarrear entre los brazos algunos frutos y diversos alimentos tropicales para su almacenamiento, dicha actividad propició una mejor calidad de vida y la predominancia evolutiva del Ardipithecus.


Recreación de Ardipithecus


Como una enramada, la evolución ha sido siempre caprichosa y las especies dominantes han prevalecido sobre las más débiles, así, Homo Ergaster propició la desaparición de su primo Homo Rudolfensis, cuando domesticó al fuego hace 1.7 millones de años y este trascendental logro, le permitió también cocinar la carne, transformando las características fisiológicas de sus descendientes al ocupar menos energía y tiempo en la digestión, entonces, el tracto digestivo se redujo permitiendo la aparición de la faringe y de un rudimentario lenguaje, Fue entonces la domesticación del fuego lo que permitió en primera instancia, que seamos quienes somos al separarnos de los demás individuos del planeta con el dominio del abrazador poder de la combustión y, propiciar con la ingesta de la carne cocida, el crecimiento de nuestra masa encefálica y de nuestra capacidad cognositiva.


Homo Ergaster

De millones de años, pasamos a algunos miles y arribamos al tiempo en el que nuestros ancestros vivieron en cuevas y grutas para protegerse de las inclemencias naturales, de los animales salvajes y de otros seres humanos, en aquellos soles, los hombres se dedicaron a la cacería y las mujeres a la recolección y crianza de los hijos, esta diferenciación en las actividades económicas y en la división de las responsabilidades sociales, propició un pensamiento calculador entre los hombres y una conducta más intuitiva entre las mujeres, los cazadores gesticulaban en silencio para acechar a sus presas y nos volvimos sustancialmente visuales, en tanto, las mujeres pasaban en la penumbra la mayor parte de su existencia y, en condiciones de semioscuridad, el sonido resulta más vital que las visiones, precisamente por ello, las mujeres son seducidas por las palabras, con ellas se erotizan y es sorprendente que un grupo de cuatro o cinco, pueden mantener una conversación hablando todas al mismo tiempo y logran entenderse.

Los seres humanos somos la única especia de cazadores gregarios que compartimos los alimentos, somos lo que somos por las consecuencias vertidas en nuestras palabras y en nuestras acciones, desde el punto de vista sonoro estamos emparentados con las aves pero en actitud, con los felinos, En la naturaleza no hay moral sino eventos que de manera consciente constatamos y luego nos condicionan o ignoramos, habitamos un universo caníbal y en algún momento de nuestra historia, nuestros ancestros fueron también caníbales al igual que las galaxias, las estrellas, las iguanas, las gaviotas, las ardillas o las bacterias, Desde siempre y como una prioridad evolutiva, no existe justicia y aunque aspiremos a procurarla, está en la condición humana el actuar de manera violenta contra nuestro prójimo, es más, históricamente ninguna sociedad se ha desarrollado en condiciones de equidad y desde los primates hasta los actuales macrointereses económicos, los más fuertes y dominantes se posesionan de los mejores alimentos y productos que generamos así como también de los recursos que nos ofrece la naturaleza.

Cuando nos posicionamos en un lugar evolutivo que nos permitió dominar y enjaular a nuestros predadores, nos convertimos nosotros mismos en nuestros predadores, la guerra entonces, surgió como un proceso de dominación a ultranza, la fuerza productiva de nuestros iguales fue codiciada para el beneficio de quienes dominaron a través de normas sociales y luego religiosas, En el nombre de las religiones se han desarrollado las guerras más cruentas y contradictoriamente, las creencias religiosas se fundamentan en “la liberación” aunque para ello sea preciso aniquilar a quien no piensa de igual manera, empuñando un arma y blandiendo un credo.

El descubrimiento del sentido místico y luego religioso fue también un enorme salto evolutivo que apareció apenas hace 40 mil años pero provocó un desequilibrio en la psique humana al no poder explicarnos de manera racional la existencia de una realidad energética paralela que interactúa en nuestro cotidiano, por ello, la fe no se explica, se vive, se cree, se da por cierta y luego mueve montañas.

Se constatan los milagros sin poder definirlos con una ecuación y algunos científicos que descubren las leyes del jardín subatómico o con enormes radiotelescopios fotografían a los quásars que se localizan a 13 mil millones de años luz, asisten los domingos a misa y atentamente escuchan el sermón de un ser humano que se dice un intermediario con Dios pero como podemos ejemplificar, en ocasiones actúa como el peor de los pederastas, Esta dicotomía en mayor o menor grado, provoca la mayoría de las crisis existenciales de los seres humanos ya que procurar el bien y amar al prójimo es lo deseable pero hacer lo contrario, es lo normal.

En el ámbito animal la realidad se vive de manera violenta y sin moral o escrúpulos, en el ámbito humano, las palabras y las acciones no siempre son consecuentes con el orden natural, precisamente hemos decidido crear con acciones y palabras nuestro orden por delante del orden universal, pero el orden humano tampoco es congruente, se sustenta como verdad, sin embargo, camina disfrazado con la simulación y la conveniencia, luego la complicidad con esta incongruencia se torna una espiral sin fin y sin salida, inevitablemente, surge la insatisfacción, la culpa y la infelicidad.



Es con las palabras como transfiguramos nuestra realidad o la condicionamos, el lenguaje es uno de los grande logros de la humanidad y está emparentado con el fuego, articulando palabras creamos circunstancias o procuramos anhelos, las palabras generaron la memoria colectiva y cuando fueron codificadas en la escritura, entonces las piedras tuvieron vida y trascendieron la intención de los creadores de aquellos símbolos que permiten recordar y entender sus significados, La lectura es una libertad silenciosa, es también un poderoso acto creador ya que procuramos otros mundos dentro del mundo, Observando las palabras de nuestros ancestros constatamos la evolución del pensamiento y asumimos la fragilidad de las creencias, o mejor dicho, comprendemos la impermanencia como una de las nobles verdades, entendemos que nada es más importante que lo demás y hacemos nuestro al seductor poder que origina la conciencia del instante.

Las palabras entonces son herramientas que trascienden al tiempo y a sus creadores, nos permiten dibujar la historia de los pueblos, la condición humana y sus consecuencias, por ello es importante hablar de cómo nos expresamos y nos comunicamos los mexicanos así como de la magia del albur, por cierto, sus orígenes son misteriosos aunque pueden ubicarse en los cantos nahuas de doble sentido y con preponderancia erótica que se llamaban “cuecuechcuícatl” o “cantos del cosquilleo” habría que apuntar que la sociedad mexica (azteca) era sustancialmente machista y casta, por lo que a través de sus poéticos cantos de doble sentido o de sentidos intrínsecos y metafóricos, los mexica liberaban su represión, es más, contaban con una expresión para la mentada de madre, se decía “nantenehua”, luego, al llegar la cultura española que también estaba condicionada por una religiosidad y moralidad muy severa, a través del doble sentido, los sometidos pudieron burlarse en castellano, de los invasores.



Recientemente, la lingüista Concepción Company publicó el diccionario de modismos mexicanos y la especialista revela nuestra idiosincrasia a través de nuestro lenguaje, comenta que el eje central que estructura el castellano que se habla en México es el sexo, un sexismo machista, y como ejemplo, refiere que utilizamos alrededor de 300 acepciones para nombrar al pene y 30 para la apertura vaginal, La palabra chingar se puede utilizar para nombrar peyorativamente el acto sexual como para someter al prójimo, los diminutivos y la madre son omnipresentes lo cual denota nuestro endeble compromiso con los objetos y con los sujetos, así como nuestra tendencia hacia la protección materna y por lo tanto, nuestras inseguridades, Por otra parte, tenemos la tendencia por aminorar o eludir las responsabilidades, la investigadora comenta que “ningún mexicano diría rompí el jarrón, sino se me rompió el jarrón, inclusive preferirá la despersonalización: se rompió el jarrón, eludir la responsabilidad es una característica de nuestro lenguaje y para ello nos servimos de mecanismos como: dar el avión, navegar con bandera de pendejo o hacerse que la virgen te habla…” herederos de una tradición precolombina que ubica a la muerte y a la vida en unidad, así mismo, en nuestro lenguaje y por lo tanto, en nuestro pensamiento, el sexo y la muerte están unidos por lo que dar las nalgas puede significar acceder a una petición sexual o morir, Se trata de un revelador diccionario que reunió en 700 páginas casi 12 mil voces y aproximadamente 18 mil acepciones empleadas en diversas áreas del país y se torna una radiografía del pensamiento moderno de los mexicanos, fue coeditado por la Academia Mexicana de la Lengua y la editorial Siglo XXI, El 23 de noviembre del año en curso, la prensa nacional informó que se encuentra disponible en las 7 600 bibliotecas que integran la Red Nacional de Bibliotecas del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, aunque habrá que confirmarlo en Cancún ya que el otro día, me fui de espaldas al constatar que ninguna de las magras bibliotecas públicas de nuestra ciudad contaba con un diccionario Maya-Castellano o Castellano-Maya y cuando quise donar 18 cajas de libros a la Biblioteca Pública Dr. Enrique Barocio Barrios, me dijeron que no podían aceptarlos porque no contaban con estantes para colocar los libros… el absurdo, la displicencia, el subdesarrollo, el progreso involutivo y la incongruencia, son también vocablos de nuestro lenguaje cotidiano, lo grave es que norman nuestras conductas.

 


Espejos


Los seres humanos somos un suspiro evolutivo que adquirió consciencia aunque nos sirvamos poco de su poder y de su trascendencia, observar nuestros procesos evolutivos nos permite ubicar con gallardía a nuestros desafíos, la Historia de la Humanidad no es lineal y vivimos tiempos en los que las estructuras sociales sustentadas en la incongruencia y el pensamiento machista, se están desmoronando, Desde la aparición de Al-Jazira, Telesur y Wikileaks, la Historia no solamente la cuentan los vencedores y la simulación política mundial fue desnudada, corresponde a las inconformidades de las mayorías marginadas propiciar otro orden humano, quizá lleve algunas décadas este proceso o tal vez nunca se logre, pero en el plano individual, podemos observar cómo nos salpica el progreso involutivo e iniciar una transformación en la dirección en la que caminamos, en cómo compartimos nuestros pensamientos y nuestros alimentos, de qué manera nos comunicamos con nuestro prójimo y en cómo nos relacionamos con el universo energético-místico para entonces ubicar nuestro tiempo y nuestra circunstancias, procurando conducirnos a estadios de plenitud, separándonos de la caótica espiral de la simulación.
 









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