sábado, 2 de marzo de 2013

La Hija de Juliana




...pero… ¿me llamas… no? … ¿cómo a qué horas? ¡No te tardes! ¡Te necesito! ¿Por qué no me avisaste? ¡Te estuve esperando! …  en ese ámbito de reclamos y necesidades transitaban las tardes de Juliana quien con su mano derecha desenredaba su largo cabello y con la izquierda acomodaba su vestido amarillo entre el silencio y el llanto interior ¿me lo merezco? Le preguntaba a la culpa y como tardaba en responderle, la moral aprovechaba para esconderse detrás de sus pensamientos y desde ahí perturbaba su entendimiento, por ello vegetaba, se sentía un trapo bañado en húmedas emociones que apenas lograba secarse un poco era nuevamente sumergido en el charco de la esperanza.

"Qué es la vida sino repetir las ilusiones" preguntaba y contestaba su abuela, desde entonces todos los acontecimientos que fijaron su interés estuvieron relacionados con la repetición de un esquema de ilusión y desamparo, llegó a ser una profesional del reclamo y en ocasiones el chantaje le dejaba algunos dividendos pero ella misma sentía que así no podría amar profundamente por ello procuraba nuevas relaciones, indagaba en diversas rutas para llegar a los aburridos destinos de siempre y sonreía con sus carnosos labios.

"Piensa mal y acertarás" le repetía su madre desde que empezó a caminar, pero Juliana deseaba pensar de manera positiva, no veía obstáculos para vivir fraternalmente, saludaba con afecto a los desconocidos desde que una vez escuchó a su tía Angélica pontificar al teléfono  “… delante a todas las circunstancias hay que sonreír ya que cuando es agradable, de la sonrisa se pasa a la carcajada y si no, igualmente hay que sonreír para que la oscuridad desaparezca”. Era como un código secreto para vivir contenta y serena delante a la adversidad del mundo, pero después de la adolescencia, Juliana dejó de sonreír, la conducta humana le parecía incongruente, no podía seguir sonriendo cuando sabía que le mentían o le robaban, fue quizá una racha de desagradables acontecimientos lo que provocó que Juliana perdiera interés por seguir sonriendo a los desconocidos, ya no podía confiar en las palabras de quienes por algún interés se aproximaban a su ser, ahora intentaba leer sus pensamientos.

Después de nacer su hija y ver huir al padre, comprendió que las circunstancias humanas de nuestro tiempo están colocadas en la simulación, se dedicó a contemplar la transfiguración del rostro de su hija, reconocía que ella tenía todo registrado en su memoria, que lo importante era darle las “llaves del entendimiento” pero no tenía idea en dónde buscarlas. Su hija creció y Juliana la educó con el silencio y la reflexión;  no deseaba que su hija sonriera automáticamente así nada más, por qué sí, como si la realidad mereciera recibir una gratuita sonrisa a cada instante y, cuando formulaba preguntas difíciles, Juliana respondía: reflexiona hija  ¿qué es lo justo y qué te gusta?

La Hija de Juliana escuchaba, reflexionaba y respondía contundentemente, se le veía serena y quienes se aproximaban a ella con un pensamiento dubitativo, olvidaban lo que querían preguntarle en tanto ella atendía con serenidad su desvarío… evitaba perder el tiempo en insulsas pláticas. Hubo quien le colocó diversos apodos, pero a ella nunca le perturbó el criterio ajeno ni el decir colectivo, con su mirada bastaba para detener cualquier intención negativa; el poder del control de sus pensamientos le daba la seguridad y el equilibrio corporal que provocaba respeto.

Quizá era menos sensual que su madre pero poseía control de sus actos, trasmitía la imagen equilibrada de una atractiva Mujer de Conocimiento, su verdad no estaba sustentada en la riqueza material, tampoco en los poderes paranormales que provoca la Fe en cualquier religión o creencia… el entendimiento sereno y creativo de su existencia surgía de adentro, de sí misma… su criterio preciso así como su serena felicidad eran consecuencia de haber dado la respuesta correcta a la pregunta básica que de niña le formuló su madre ¿qué es lo justo y qué te gusta?

Juliana fue un día a visitar la nueva casa de su hija y quedó congelada al observar que no había muebles, tan sólo una hamaca en la sala y una mesa con dos sillas, la cocina contaba con lo elemental pero en realidad era poco, caminó hacia los cuartos e ingresó a la habitación de visitas provista de una colchoneta y un closet vacío. El baño era amplio y ventilado, en el cuarto de la Hija de Juliana había una mesa de trabajo un biombo y una colchoneta, en la ventana un par de pequeñas cortinas blancas impedían que la luz del sol ingresara directamente sobre la estancia.

Lograste desprenderte de todos tus muebles y objetos –dijo Juliana y continuó—es increíble, vives realmente como me dijiste que lo ibas a hacer, en el minimalismo total… madre e hija soltaron una larga carcajada y luego se abrazaron, en ese instante y como en una cascada, por la mente de Juliana se precipitaron en vertiginoso descenso los acontecimientos que le habían causado dolor así como aquellos que le provocaban culpa, por un momento su cuerpo intentó entregarse a la conmiseración pero Juliana controló sus emociones y volvió a la sensación de plenitud que le otorgaba el abrazo con su hija.

Esa tarde fueron al parque a caminar y a comer bombones bañados con rompope y chocolate derretido, observaron a una pareja de novios discutiendo a gritos detrás de los árboles, a contraluz, un abuelo intentaba sentarse con dificultad en una banca junto al lago y dos perros corrían en grandes círculos mientras sus jóvenes dueños platicaban compartiendo un cigarro de hierba prohibida; una señora recién operada caminaba despacio junto a su enfermera, el señor de los dulces estaba rodeado de niños y un actor firmaba autógrafos sentado con su esposa harta de no tener intimidad… cuando Juliana caminaba con su hija no precisaban tener las manos juntas para sentirse unidas, se percataron que después de haber dado tres vueltas al parque, los novios seguían discutiendo acaloradamente y, justo cuando los voltearon a ver, la novia lanzó una tremenda cachetada a su novio quien contuvo el coraje y siguió discutiendo… 

Juliana miro a su hija y ella le comentó: “¿sabes mamá? Ahora entiendo que una aprende a sonreír cuando te das cuenta que nada es más importante que todo lo demás… lo que trasciende… es la acción…”  

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