lunes, 26 de agosto de 2013

Celestes Engranajes Terrestres



Nuestros mayores observaron durante miles de años el movimiento de los astros y ritualizaron las transfiguraciones de la Luna, encontraron un evento sagrado que los periodos de la menstruación femenina se sincronizaran con el ciclo de nuestro satélite y los cazadores invocaban su protección nocturna; en aquellos lejanos soles, los seres humanos vivían en unidad con el cosmos.

Al observar al cielo, descubrieron que en la bóveda celeste transitan en un primer plano el Sol y la Luna, detrás de ellos Júpiter, Saturno, Marte, Mercurio y Venus quienes también se desplazan con movimientos propios y, en el fondo, circulan 13 Constelaciones. Tanto los astros como las Constelaciones, desde nuestra perspectiva terrestre, se mueven como un engranaje de tres discos. Nuestros antiguos observaban que los ciclos de los astros y los de las estrellas coincidían con los ciclos y las actividades humanas, así como con los de los animales y las plantas que consumían.

En el gélido Norte, el engranaje celeste da vueltas en el horizonte, seis meses al año se hace presente el Sol y es más pequeño que la Luna. Las Culturas Boreales que se desarrollaron alrededor del Casquete Polar compartieron una cosmogonía y un orden social sustentado en el entendimiento de las leyes del movimiento de aquel engranaje celeste y del engranaje terrestre que ellos constituían con entidades, espíritus y conciencias inorgánicas a través de sus actos y de sus creencias.

Aquellos seres humanos consideraban que los animales y las plantas poseían alma, pedían disculpa cuando cazaban y solicitaban permiso para alimentarse de los animales que pescaban o cazaban. Estaban ligados a los espíritus y a las conciencias inorgánicas, su mundo estaba condicionado por tabúes que cuando se rompían, faltaba el alimento o sucedían repetidas desgracias, entonces el chamán entraba en escena. Acomodaba a la comunidad en un círculo y preguntaba quien había roto el tabú de comer carne y pescado al mismo tiempo, quién había cazado en veda o quienes habían dormido junto a sus mujeres durante el periodo de la menstruación; en el momento que el culpable reconocía su falta, el chamán accedía a la otredad a través de un viaje estático para comulgar con las entidades divinas y negociar el perdón hacia su comunidad.

Nuestros ancestros observaron el engranaje celeste y constituyeron uno terrestre, ambos estuvieron ligados y fueron complementarios durante fríos milenios. Más tarde, nuestros ancestros descendieron hacia zonas tropicales, desarrollaron la agricultura, surgió la plusvalía y con ella la esclavitud, la mujer pasó de ser un sujeto a un objeto. De los cientos de filamentos que poseían los abuelos boreales que los conectaba con el cielo y los animales, los ancestros agricultores transfiguraron unos cuantos y eliminaron al resto, su dieta se basó en un grano, las entidades divinas subsistieron hasta que se concentraron en un Dios y los seres humanos dieron el salto hacia el urbanismo.

Cuatro mil años después, constituimos una sociedad de servicios, de consumo e individualista, ocasionalmente vemos al cielo cuando pasa un avión, vamos a la playa o se avecina un aguacero, nuestra alimentación industrial es genéticamente transfigurada en beneficio de la plusvalía y de los intereses de las compañías farmacéuticas, producimos creyendo que construimos riqueza pero generamos continentes de basura en los océanos y escasez, la realidad indica que se va a poner peor, es prudente aceptarlo.

Conocer los usos y costumbres del pasado nos otorga la posibilidad de ubicar los desvaríos del presente. Romántico y al mismo tiempo etéreo sería revivir los rituales de nuestros mayores ya que carecemos de su formación y de sus acuerdos con su mundo, nosotros estamos en nuestro mundo, el cual, no tiene reversa ni remedio para sus males.

Pudiéramos crear un mundo del mundo que hemos creado en el mundo, luego reconocer que científicamente el 73% de lo que constituye el universo no se sabe qué es pero se mide y se nombra energía oscura, el 23%  es materia oscura y el insignificante 4% que resta, son átomos, es decir, las estrellas, los planetas, tu y yo, somos minoría en el cosmos, por lo tanto: “no todo lo que vemos es todo lo que existe o interactúa con nosotros”. Nuestros ancestros boreales interactuaban con entidades y espíritus, algunas religiones los reconocen, sería absurdo que lo único que existe y es real, sea el 4% de un todo.

Crear un mundo dentro del mundo que hemos creado en el mundo, puede conducirnos a comprender con desapego el desvarío de la Condición Humana, a reconocer las certezas del movimiento y a mirar con mayor frecuencia al cielo nocturno y a los ojos de nuestros congéneres para descubrir y hacer propios los secretos de los celestes engranajes terrestres.

Coc. 





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