La gente feliz no crea civilizaciones. La Justicia
es una aspiración humana que se sustrae de una realidad siempre inequitativa y
violenta, como el cosmos mismo.
Si deseamos procurar la equidad, es preciso
contener un equilibrio emocional y un desapego material y esas condicionantes
implican crear otro mundo dentro del mundo que hemos creado en el mundo; he
visto a esa atmósfera aspiracional parcialmente tangible cuando estudié en el
Templo Budista Wat Ram Poeng, en Chang Mai, Tailandia, pero ahí existe una
variable que lo permite: los monjes no trabajan y subsisten por la asistencia
de los benefactores del templo; digo que es parcial, porque las monjas son
segregadas y se les otorga el estatus de sirvientas de los monjes.
En el mundo occidental, el showman que se
disfraza de chamán o el pastor de cualquier templo o secta, simulan ser
intermediarios divinos y seducen las carencias de un grupo a través de rituales
y conductas morales que predisponen y enajenan la voluntad de sus seguidores o
de sus súbditos.
La Culpa entonces es de la moral y no de quien
la percibe. Séneca, por ejemplo, instruyó a Nerón cuestionándole “quién eres y
qué quieres”, entonces el emperador mató a su madre y obligó a un estoico
suicidio a su tutor, más tarde, se
retiró a tocar la lira, delirando.
Considero que cuando la interpretación de la
existencia parte del individuo y de su individualidad, ocurre que el
absolutismo, la frustración y el desencanto acechan a su Ego, es por ello que
además de cuestionarse delante al espejo y al futuro, es preciso preguntarse
¿qué es qué y quién es quién? Sin embargo, las preguntas no siempre contienen
respuestas para comprender a la realidad, en ocasiones, percibirla es ya
suficiente.
Perseguir obcecadamente a la iluminación o a la
luz, irremediablemente nos conduce a la ceguera: reconocer nuestras sombras,
aceptarlas haciéndolas propias y sin recelo, nos libera de los dogmas y de la
simulación; entendemos entonces la bipolaridad del pensamiento humano y de
nuestras conductas, comprendemos por qué lo más digno: “el trabajo” se ejerce
bajo el yugo de la injusticia, el sometimiento o la degradación y, solo
entonces, tocamos con nuestros pensamientos la sincera atmósfera de la libertad
que prescinde de la razón pero se sirve de ella para comprender que logramos
hacerla propia en el mundo que creamos dentro del mundo y que el otro mundo,
nos es emocionalmente ajeno pero sustancialmente vital para nuestro desarrollo
económico.
Delante a la simulación, hacer como que hacemos
u obedecemos, sin entregar nuestro corazón a ello, es el mejor antídoto para la
sobrevivencia emocional. El orden jerárquico y violento del universo es propio
de la conducta humana por ello no existe --ni existirá jamás-- la Justicia que por
definición es ciego y, como no “ve”, actúa en función de los intereses
relativos a quienes transitoriamente ocupan su gerencia. Amar al prójimo y
procurar el bien, es lo deseable, hacer lo contrario, es lo normal.
Mircea Eliade e Ikram Antaki reflexionaron que
somos lo que somos por haber matado al otro y luego compartir los alimentos;
que desde el punto de vista vocal estamos emparentados con las aves pero en
actitud, a los felinos. De sus conclusiones deconstruyo que estamos como
estamos por la calidad de nuestros pensamientos y por la intencionalidad de
nuestras palabras que condicionan a nuestras emociones y éstas dirigen a
nuestros actos; me intriga observar que a pesar de nuestra capacidad de estar
conscientes de nuestra conciencia, atentamos contra nuestras vidas y nos
regodeamos en los actos violentos perdiendo la capacidad de asombro. Intuyo que
cuando nuestro desarrollo intelectual nos permitió colocar a nuestros
predadores en jaulas, coliseos y zoológicos, no tuvimos de quién defendernos,
empezamos entonces a eliminar a nuestros iguales como un reflejo natural de la
violencia cósmica que nos constituye y que sustenta a la primera certeza: el
movimiento.
Nada se destruye ni desaparece, sino que todo se
transforma concluyó Einstein, pero le faltó puntualizar que en medio está la
muerte. Percibiendo ésta faceta de nuestra realidad y la del universo,
podríamos reconsiderar la falsa sensación de considerarnos eternos y comprender
que desperdiciamos nuestros instantes entregando nuestro corazón a emociones y
a pensamientos ubicados en abstracciones y en obsesivas recapitulaciones de lo
que debiera ser o no fue, de lo que debe ser justo según el parámetro de lo
inexistente e inalcanzable, de lo que pensamos y luego nos da existencia y de
una aspiración a ser lo que nunca seremos.
La Justicia no es justa, simplemente
es una abstracción de una aspiración humana así como una errónea interpretación
del devenir del universo y de nosotros mismos… sin embargo, se legisla.