lunes, 21 de octubre de 2013

La Machi y el Árbol Cósmico



En su ensayo “El problema del chamanismo”, el filósofo rumano, Mircea Eliade, plantea que en las culturas de Oriente, India y China,  existe la tradición de observar al Centro y al Eje del Mundo como sagrados espacios a través de los cuales los chamanes realizaban la ruptura del tiempo, del espacio y ascendían a las regiones cósmicas; ese vaso comunicante, en ocasiones se le ubica en una montaña y en otras es representado por un tubo energético por el cual los chamanes accedían al cielo o descendían al inframundo.

Entre las culturas mesoamericanas, ese tubo es identificado como un árbol cósmico, su expresión plástica contemporánea lo ubicamos --entre otras improntas-- en el árbol de los Voladores de Papantla del Golfo de México y en la Ceiba de los Mayas. El geólogo e investigador, Víctor E. Flores Roldán, plantea en su ensayo “Ciudades Estelares” que algunas urbes como Monte Albán, Teotihuacan y Tenochtitlan, fueron construidas siguiendo el diseño celeste de la Vía Láctea que va de Norte a Sur. Argumenta también que el cruce de la Eclíptica (banda imaginaria que va del Este al Oeste y por la cual transitan la Luna, el Sol, los Planetas y 13 Constelaciones) con la Vía Láctea, es el Corazón del Cielo que alude la escritura jeroglífica maya en algunos textos como la Estela “C” de Quiriguá y que su contenido epigráfico hace referencia al mito de la Creación.

En una conversación que mantuve con Víctor Flores Roldán, coincidimos en que la Osa Mayor que gira en torno a la Estrella Polar, es la representación del Ave Mitológica Maya que el Popol Vuh nombra Vucub Caquix (Siete Guacamayo –la Osa Mayor tiene siete estrellas--). En su obra Maya Cosmos, la maestra Linda Schele identificó a la presuntuosa ave como Itzamyéh (probable Alter Ego de Itzam Na que en el Códice Dresde se le reconoce como Dios “D”). De igual manera, en la primera lámina del Códice Feyervary Meyer se ubican los rumbos del universo con un árbol para cada punto referencial y, en la cima de cada uno de ellos, aparece un ave.

Los Haida de la Costa Occidental Canadiense, construyeron los célebres Tótems que tenían la función de preservar el legado y el contacto de los clanes y de las familias con el cosmos; por lo regular, se coronan con un ave que presenta sus alas extendidas tal y como la cerámica ritual y el Popol Vuh representan a Vucub Caquix. Mircéa Eliade plantea en el ensayo anteriormente señalado, que en Asia Central, entre los Ostyaks, el Árbol Cósmico perfora en la bóveda celeste una abertura llamada Casa del Cielo y, los Tchouktches, consideran que el crecimiento del Árbol Cósmico provocó un agujero en la Estrella Polar.

Cuando estudié budismo Vipassana en el Monasterio Wat Ram Poeng (Tapotaram), en Chang Mai, Tailandia, un maestro de luz me confió que antes de que las palabras y las experiencias humanas se inscribieran en piedra, los chamanes primigenios realizaban viajes estáticos a través de un canal que estaba orientado hacia la Estrella Polar.

Las semejanzas mitológicas que he reseñado, forman parte de un ensayo de largo aliento que estoy escribiendo sobre los fundamentos boreales de la Religión Maya y, el día de hoy, presento algunos trazos que son el preámbulo idóneo para introducir a las chamanas mapuches del Sur del Continente Americano quienes --al igual que los Haida y las civilizaciones descendientes de las culturas boreales— están íntimamente conectadas con un milenario pasado glaciar de origen chamánico.

¿Cómo es posible que las chamanas del Sur de Chile y Argentina estén conectadas con las mitologías del Ártico? Pareciera completamente fuera de contexto, pero no es así. El globo terráqueo ha estado más tiempo congelado que como ahora se encuentra y, durante las pausas de las glaciaciones, hubo dos migraciones provenientes de Asia que atravesaron hacia el Continente Americano. La primera aconteció hace 40 o 30 mil años, luego se volvió a congelar el Hemisferio Norte y hubo otra migración hace 13 mil años; los pueblos mapuches de Chile y Argentina, descienden de la primera glaciación, es por ello que su bagaje mitológico es de origen siberiano.

En la cultura mapuche (como en Corea), predominan las mujeres chamanas sobre los chamanes y, en el caso de los mapuches, algunas fuentes indican que la mengua de los Hombres de Conocimiento es producto del violento impacto represivo del cristianismo y del materialismo sobre su cultura milenaria. La chamana mapuche se nombra Machi y el filósofo mapuche Alonqueo, comenta que La Machi encarna el espíritu de un ancestro llamado Fileu para mantener una cadena que une a los humanos con el conocimiento milenario. La Machi, al igual que los chamanes del mundo, sana las enfermedades del alma y del cuerpo, mantiene una íntima relación con los protectores de la naturaleza (Kemu/Kemo), con las fuerzas celestes (Newen) y tiene la capacidad de transgredir nuestra realidad para acceder a la Región Celeste (Wenu Mapu) valiéndose de su tambor (Kultrun) tal y como los chamanes siberianos lo han hecho durante milenios. Utiliza piedras esféricas que representan al Sol y a la Luna, evidenciando la atávica percepción de la dualidad que las civilizaciones primigenias heredaron de las largas noches y los prolongados días del Ártico, escenario natural de las culturas boreales que pernearon su entendimiento al resto del mundo tal y como estoy evidenciando desde hace algunos meses en mis conferencias y con mis artículos y ensayos.

La Machi se sirve entonces del Kultrun (tambor) para provocar el aturdimiento de la mente, igual que los chamanes raramuris (huicholes) lo siguen haciendo durante sus mitotes. La Machi se sirve de las Plantas de Poder para acceder a niveles de conciencia alterados y paralelos en los que puede comunicarse con las entidades divinas, espíritus y conciencias inorgánicas. Utiliza psicotrópicos como la Datura ferox que originalmente vino de China acompañando las migraciones mencionadas.

Por lo regular La Machi es una mujer robusta que al igual que los chamanes travestis Inuit (antes llamados esquimales) transgrede su género para convertirse en unidad energética y representar a toda su comunidad.

Ninguna Machi desea ser chamana porque es un designio de los espíritus y, cuando en su canto les reclama haber sido señalada a pesar de no desearlo, demanda en contraparte ser auxiliada por ellos durante sus funciones tribales. Su voz queda insertada en su tambor antes de ser sellado con el último nudo y grita dentro del tambor para que la esencia de su ser se unifique con el instrumento que recuerda el latir del corazón (en la actualidad, la música electrónica que se escucha en los Raves recuerda esa comunión con el sonido del corazón y el uso de estupefacientes llamados “éxtasis”, hacen referencia a ese pasado glaciar donde a través de las Plantas de Poder y el tambor, se detenía el diálogo interno racional para dar paso al ámbito energético y sensorial… las búsquedas contemporáneas son derivadas de un pasado glaciar. Tal y como he apuntado en otras ocasiones: culturalmente, somos descendientes de los Hijos del Frío…)

La Machi cuenta también con un Árbol Cósmico, se nombra Rewe, Prapahue o Quemukemu, etimológicamente está relacionado con la pureza y mitológicamente con la Estrella Polar y los Tótems Haida de la Columbia Británica Canadiense. Es un objeto de poder del clan pero también un vínculo con “la otredad” y tiene peldaños por los cuales La Machi realiza su ascenso al orden cósmico después de una danza y el aturdimiento colectivo de la razón con el hipnótico latir del tambor (esta actividad mitotera nos recuerda la historia nórdica de la Mujer Esqueleto).

Algunos Rewe tienen 3 peldaños, otros 7 o 9, las fuentes no coinciden en número y significado, he visto fotografías de algunos Rewe con diferentes números de peldaños, todos nones, porque en el orden místico mapuche no se utilizan números pares. Los 3 peldaños pueden estar relacionados con los 3 mundos chamánicos (el de los humanos, el de los espíritus y el de los ancestros) que se entrelazan en la realidad humana y que Occidente interpretó como alucinaciones o diabólicas interpretaciones de la existencia; bien sabemos de las limitaciones interpretativas y preceptúales de Occidente. El 9 pudiera estar relacionado con las lunaciones que se precisan para la gestación humana y el 7 es un número divino en diversas sociedades.

A pesar de los atentados fundamentalistas del cristianismo y la tendencia al exterminio de las tradiciones energéticas que procura incesantemente Occidente en nombre de la evangelización, el sometimiento y el consumo, La Machi sigue viva, al igual que las tradiciones chamánicas de otros pueblos del mundo y, reconocer su relación con Siberia, Mesoamérica y la Costa Occidental Canadiense, nos habla de un hilo conductor que podemos volver a hilvanar para entretejer el tejido de nuestra Historia, más allá de los idiomas y latitudes ya que somos descendientes de los Hijos del Frío quienes danzaron alrededor del fuego que filtraba las inquietudes humanas al Más Acá, vecina región en la que los espíritus y los ancestros habitan.

Los niños, los Hombres de Conocimiento y los Guerreros de Luz “ven” esos puentes energéticos ya que están emparentados con la pureza.

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