martes, 24 de junio de 2014

El Triunfo y los Mexicanos





El triunfo es una vital sensación que reafirma nuestra existencia ya que la vida surge de una lucha microscópica por ganar una carrera. El triunfo colectivo consolida a la familia, al barrio, a la ciudad, al país entero. El barón Pierre Fredy de Couvertain,  sugirió como axioma tercermundista que lo importante no es ganar sino competir; en términos prácticos, la frase de Pierre es una excelente excusa para galantemente apapachar a los perdedores porque lo único que tiene sentido es el triunfo, si no se va con la mentalidad de ganar ¿qué sentido tiene competir?

Aún la guerra precisa de códigos. En las competencias las reglas son necesarias para que la realidad sea la misma para quienes compiten y, los árbitros –en principio--, son referentes imparciales que fungen como “la autoridad” que determina qué es y qué no fue. En tiempos helénicos los atletas competían desnudos, las Olimpiadas surgieron a raíz del entrenamiento militar pero cuando se realizaban, se suspendían las guerras. Los atenienses consideraban más importante defender el honor olímpico que ofrecer resistencia a un ejército enemigo. La honorabilidad de los griegos se mezclaba con la barbarie de atravesar con un cuchillo al vientre extranjero; guerras y deportes tienen la única finalidad de eliminar al adversario… la frase de Couvertain es el consuelo de los mediocres, el triunfo es lo único que se busca al competir.

Ahora mismo se realiza una competencia mundial que acapara directa o indirectamente la atención emocional de prácticamente todos los humanos. México es un asiduo participante de los campeonatos mundiales de fútbol gracias a que compite en una zona de calificación llamada CONCACAF que a lo largo de su existencia ha evidenciado mediocres niveles competitivos. Para el Mundial de Brasil, la Selección pasó de panzazo, en último lugar y de repesca. Los intereses propios de los directivos mexicanos de fútbol y de los patrocinadores, decidieron llamar al Piojo Herrera para que sacara las papas del fuego y a contratiempo armara un equipo competitivo.

El Piojo Herrera, fue un defensa bravucón, tosco, era un lateral recio que tiraba buenos centros; como seleccionado fue expulsado en un partido nodal contra Honduras en el Azteca y Miguel Megía Barón lo descartó de la lista final del Mundial de USA. El Fútbol le dio la revancha y ahora como entrenador ha sabido ganarse la confianza, amistad y respeto de sus jugadores, le tapó la boca a quienes argumentaron que no había hecho una buena selección de jugadores, sus cambios tácticos han sido precisos y son todo un espectáculo sus transformaciones faciales en cada gol mexicano. La selección que dirige es la que mejores partidos ha presentado en una competencia mundial, así de sencillo pero los triunfos en la etapa de grupos del Mundial de Brasil se consumaron al clásico estilo mexicano: a contrapelo, a contracorriente y con límite de tiempo. Falta algo más: contra los árbitros, quienes en 3 partidos han anulado dos goles y dejado de marcar dos penaltis a los mexicanos.

Esta actitud de los árbitros en contradictoria, ya que México es el país que más aficionados llevó a Brasil (un poco más de 50 mil), su consumo cervecero es un negocio nada despreciable, abarrotan los estadios, gastan impulsivamente y a crédito, las televisoras mexicanas son las que más invierten a nivel mundial en sus producciones, en fin, somos un gran negocio para la FIFA, entonces los errores arbitrales (que tiene pinta de ser teledirigidos) capitalistamente hablando: deberían de ser a favor de México y no en su contra.

La FIFA es un organismo poderoso, corrupto y mafioso, goza de exenciones fiscales en el Mundo, es el dueño del circo, sus decisiones son inapelables y hace caso omiso a las leyes nacionales para implantar sus criterios y procurar galácticas ganancias económicas. Pero con los mexicanos dobló las manos. Amagó con castigar a la Federación Mexicana con una multa y hasta el chisme periodístico hablaba de pérdida de puntos a consecuencia del tradicional grito de la porra mexicana cuando despeja el portero.  El asunto es complejo, ya que es un fenómeno cultural y semánticamente no es discriminatorio, es un insulto, como cualquier otro de los millones de insultos que se expresan en todos los estadios del mundo, la diferencia es que los mexicanos finalmente nos organizamos… aunque sea para insultar. La FIFA reculó en sus intenciones y la porra mexicana extendió el saludo al portero contrario, al saque de esquina… el saludo “Eeeeeeh Puuuuuuto” ya está siendo practicado y replicado por japoneses según se observa en Youtube.




Dejamos nuestra impronta cultural mexicana en Brasil: la FIFA nos quiso limitar pero le salió el tiro por la culata, finalmente, no pueden castigar a sus consumidores más desmadrosos. Algunos comentaristas se desgarran las vestiduras por el mal ejemplo que se les trasmite a los niños… patrañas… se ve que esos comentaristas nunca fueron niños normales, basta observar un recreo escolar para descubrir el lenguaje competitivo que es inherente a nuestra condición animal. 

La vida es una batalla, los insultos son inherentes al género humano y absurdo resulta intentar someter al lenguaje colectivo que expresa las sensaciones animales. Los directivos de la FIFA intentaron moralizar pero recordaron que no son un digno ejemplo de integridad y seguramente alguien les asesoró para explicarles que a las expresiones culturales no se les coloca grilletes. Que se siga ofreciendo el saludo de barrio al portero adversario, es un gran triunfo cultural de México sobre la FIFA, es muy probable que otras selecciones latinoamericanas hagan suyo nuestro distintivo, ese sería otro bello gol que respetuosamente le meteríamos los mexicanos a la FIFA.

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