martes, 15 de julio de 2014

Campeornato Tribal de Fútbol Brasil 2014



El Mundial de Brasil 2014 reprodujo los reflejos de la Condición Humana, sus usos y costumbres, sus sombras, sus rituales, los escenarios que diseña con la simulación y su obcecación por el beneficio a ultranza. 

Vendido como un Campeonato Mundial de Fútbol, en realidad se trata de uno de los negocios más generosos e inequitativos del planeta, en el que se juega el honor y las emociones de las naciones que toman muy en serio su participación porque el fútbol es un asunto familiar y de Estado.

El comercializador y máxima autoridad, la FIFA, en un mes --y libres de impuestos, polvo y paja--, se embolsó 4 500 millones de dólares de los cuales, generosamente compartió 400 millones a  las 32 Federaciones de Fútbol que participaron.

La FIFA determina los resultados del sorteo de grupos y con ello el derrotero de las selecciones que beneficia por intereses, pactos o favores. Escudados con el principio de no detener el ritmo del partido para ver las repeticiones, los dueños del balón también son los del árbitro y hemos sido testigos de los arbitrajes más nefastos de la Historia de los Mundiales.

Se trata de batallas, combates, jugadores, estrategias, tradiciones, recursos, inversiones, proyectos y personalidades. Es una guerra mundial concertada y reglamentada aunque la autoridad es juez, parte y mafiosa.

Siendo el Campeonato de Futbol de Brasil un escenario para las guerras de honor simuladas en un ejercicio deportivo, no debemos espantarnos por las mordidas de Suárez, ni de los insultos a los rivales que despejan de esquina o de puerta por parte de la ingeniosa Porra Mexicana. La FIFA carece de moralidad pero amaga, amenaza o castiga con la ira de una amante resentida. Tenemos certeza científica de que cuando se aproxima a los linderos del área, Arjen Robben, sufre un desequilibrio psicológico y se transfigura en clavadista, así consiguió un penal frente a México, es más, en entrevista al periódico “De Telegraf” dijo: “Quiero pedir disculpas. Me aventé un clavado. Algunas veces esperas una patada pero esta vez no fue así. Verdaderamente fue horrible y estúpido” pero Delia Fischer, portavoz de la FIFA dijo que el comité disciplinario está para “analizar infracciones graves”… es decir: descalificar a México haciendo trampa, no es una infracción grave aunque el bipolar jugador de fútbol holandés reconoció que cuando esperaba introducirse en el agua y rebotó en el pasto: “fue horrible y estúpido”.

El clima de inestabilidad social en Brasil auguraba un Mundial violento pero la violencia estuvo en las exigencias, caprichos, decisiones y omisiones de la FIFA, en la cancha y en los medios de comunicación.

En ESPN, Hugo Sánchez puso en su lugar a David Faitelson evidenciando que en el pasado David señaló y afirmó sin sustento asuntos negativos de Hugo, pero al reportero del berrinche se le resbaló y continuó siendo el terco negativo de voz chillona que se sirve de la confrontación como medio de comunicación, . Días después y en en ese mismo canal deportivo, José Luis Sánchez Solá “Chelis” a la mitad del Campeonato dio las gracias al público y abandonó al equipo de comentaristas porque José Ramón Fernández, un día antes lo había ofendido, lo había regañado y hubo intercambio de insultos, fue así como de poblano a poblano, se mandaron muy lejos.

Maradona comentó el Mundial para la Televisión Pública Argentina y para TELESUR, ambas productoras armaron el programa “De Zurda”. Fue conducido por el legendario periodista Víctor Hugo Morales y tuvo una canción tema muy pegajosa y lúdica así como un formato que implicaba la adoración al “d10s  Maradona” quien después de su recuperación a sus adicciones, se expresa en segunda.

“De Zurda” manifestó el apoyo incondicional a los gobiernos de Brasil, Cuba y Venezuela; criticó abiertamente al corrupto sistema de la FIFA. Con todo y la melosa parsimonia que acompaña al elogio permanente, Maradona y Morales crearon un oasis en la comercialización televisiva por el que desfilaron distinguidas leyendas y personalidades del Fútbol.

De pronto, Maradona no se aguantó y después del partido Brasil – Alemania se le ocurrió preguntar en entrevista a la Televisión Pública Argentina: “Brasil ¿Decíme qué se siete?” Prendió la mecha y en el festival de la confrontación tribal se armaron duelos de coplas entre porras brasileñas y argentinas que reclamaron la paternidad del rival e hicieron más profundo el abismo que los separa.

El escenario arcaico de las batallas tribales siempre estuvo cubierto de cánticos y danzas. En el triunfo, los racionales alemanes sucumbieron delante al legado Paleolítico y colocaron la Copa del Mundo al centro de un círculo, se veía radiante, como un fuego recobrado y el grupo de rubios, un ghanés, dos polacos y dos descendientes de españoles y turcos nacionalizados alemanes, danzaron emitiendo simiescos sonidos guturales hasta lentamente aproximarse a la Copa y luego alzarla al cielo, me recordaron a los chamanes y cazadores cromañones acercando una ofrenda al fuego.

Es una Copa de oro que únicamente los campeones del mundo y los jefes de Estado pueden tocar, se le resguarda en vitrinas y se le custodia con armamento, pero entre las manos de los vencedores es arrebatada y zarandeada en vertiginosas vueltas olímpicas. De mala gana y haciendo pucheros, Dilma Rousseff entregó la Copa a los alemanes. Eric Nepomuceno, en su columna de “La Jornada” comentaba que los asesores de Dilma le prepararon dos sesudos discursos para pronunciarse según la nacionalidad del vencedor, pero no tomó la palabra, hizo pucheros, aventó la Copa, evito la rechifla popular y dijo basta. Estaba harta ¿de quien? De la FIFA. 

Ganaron los alemanes después de un proyecto de 10 años en el que incluyeron a extranjeros nacionalizados, acabaron con el racismo propio de los arios y se fortalecieron con la diversidad. Tienen selección para al menos 6 años más y preparan a sus sucesores. Los mexicanos tuvimos 4 entrenadores en 4 años, el último, a contracorriente, conjuntó un grupo de buen nivel en 9 meses.

Un Mundial de Fútbol es un escenario que recrea la ancestral lucha por el honor tribal y lo que sangra ahora son las carteras y las emociones. En los partidos del Mundial, observamos las disímbolas expresiones culturales del mundo, de un globalizado mundo donde los brasileños jugaron como los europeos, los africanos actuaron y jugaron de manera individualista y los pragmáticos racionalistas alemanes, triangularon como brasileños y danzaron alrededor de la Copa como africanos en torno al fuego.


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