La obra del escultor Damien Gillot dirige nuestra
atención hacia los objetos que contienen formas insólitas y con ellos construye
atmósferas para que las explore la curiosidad. Damien es hermano de los
árboles, camina descalzo hasta el inicio del invierno, radica en Montreal. Es
generoso anfitrión que privilegia los alimentos de los productores locales, su
obra monumental se exhibe en Europa y Canadá. Ha viajado por el mundo
recolectando frutos y reconociendo los secretos de la Condición Humana.
Platicó con artistas aborígenes australianos y, cuando
se refirieron al paisaje sagrado, le compartieron pasajes del lenguaje y del
cotidiano de los cazadores, códigos que plasman en sus lienzos, los cuales, dejan
de ser planos en el momento que adquieren colores y aparece la profundidad.
En una visita a la zona arqueológica de Coba, Damien observaba
detenidamente a los caracoles marinos petrificados en los escalones de los
basamentos mayas, luego nadó en las aguas primigenias de un Cenote y reconoció las
maneras en las que han cubierto sus necesidades y sobrevivido los seres humanos
en Quintana Roo, desde los cazadores paleolíticos hasta quienes actualmente
participamos en el desarrollo turístico.
Al amanecer rumbo a Tulum, tuve la oportunidad de
compartir unos tacos de guisado con Damien y comentábamos que, para tener una
aproximación a la cultura y a los pensamientos de la gente de un país lejano,
hay que comer como comen los locales. Reconocimos que los tacos prescinden de
los cubiertos y que en la Edad Media se comía con un cuchillo y con las manos.
Las cucharas soperas han existido desde que se fabricaban con calabazos, pero
el tenedor es un gran invento que evitó a los italianos comer la pasta con
palillos tal y como se come en Asia, de donde la importó Marco Polo.
DECONSTRUCCION
Damien Gillot se preocupa por las maneras irreflexivas
de consumo en nuestro tiempo y por los estragos de la alimentación industrial,
esas inquietudes lo han llevado a “La Deconstrucción”, una serie de obras en
las que retoma los tenedores y las cucharas fabricadas hasta los años 60´s en
Canadá, para torcerlos por medio del calor y contener o abrazar piedras y rocas
que ha encontrado en sus caminatas por los bosques de Quebec.
La piedra es testigo de
un pasado lejano, mantenemos una atávica cercanía con ella ya que la maestría
en su tallado fue lo que nos permitió sobrevivir cuando además de ser cazadores
fuimos potenciales presas, ya luego, al colocar a nuestros predadores en
coliseos y zoológicos, apuntamos las piedras afiladas hacia nuestros
congéneres.
Fue precisamente el fuego el que nos condujo a fundir
los metales y destemplado con fuego, Damien transforma la tradicional función
de los metálicos tenedores para dotarlos de identidad, algunos de ellos exponen
una personalidad desparpajada y con fragilidad envuelven piedras puntiagudas
como quien abraza un violonchelo. Los tenedores se humanizan y envuelven a las
lejanas piedras.
En galerías de Francia y Canadá, Damien ha expuesto
“La Deconstrucción” suspendiendo sus obras y creando una inquietante atmósfera
donde flotan lo ancestral con lo útil, transfigurado. La complicidad con la
piedra que gravita y el pasado suspendido con lo sustancial, nos obliga a un
diálogo con el objeto, Damien lo sabe, por ello en su exposición coloca lienzos
a formato humano en los que reproduce fotografías de sus esculturas sugiriendo
la sensación de que los objetos nos observan a través de su imagen
redimensionada y se convierten en espejos que narran “la otra realidad de la
forma”.
“La Deconstrucción” de Damien Gillot, formula
sensibles interrogantes porque retuerce la forma, deconstruye y, como en la
Física Cuántica o en los sueños, otras formas surgen de lo mismo. Nos propone
un diálogo con la forma de las formas, para arribar a un escenario en el que la
utilidad ya no cataloga al objeto y es su humanización lo que lo torna
intrigante… ya luego lo hacemos propio.