miércoles, 13 de enero de 2010

Cerebro Conocerte




 
 
La tesis darviniana señala que la evolución de las especies se sustenta en su capacidad para adaptarse a los cambios climáticos que desde siempre se han escenificado en la Tierra, sin embargo, el incremento de nuestro cerebro no coincide con la temporalidad de los trastornos de orden climático.

Hace unos 4 millones de años las regiones tropicales del continente africano paulatinamente se desecaron y la postura erguida se estableció entre los homínidos… curiosamente, la medida de nuestro cerebro no varió mucho.

El incremento en tamaño de nuestros cráneos inició millones de soles después, hace 2,5 o 2 millones de años y el proceso continuó velozmente hasta cuadruplicar su medida. No existe ningún otro caso de cerebros cuyo tamaño se haya incrementado de tal forma en los últimos millones de años… los cambios climáticos por si mismos no provocan el crecimiento acelerado de las cabezas, debemos buscar la respuesta en otra parte…


El lingüista Steven Pinker señala “una criatura de cerebro grande está condenada a una vida que combina todas las desventajas de equilibrar una sandía sobre un palo de escoba… y para las mujeres, expulsar un enorme cálculo renal cada pocos años.


El cerebro grande debió ser un subproducto de la selección de capacidades mentales más poderosas (lenguaje, percepción, razonamiento, etc.) y no al revés”. Nick Humpherey propone que el incremento de nuestro cerebro se debió a la “inteligencia social” y William H. Calvin a la buena puntería en las cacerías que habría permitido sobrevivir durante los crueles inviernos.

Es muy probable que las cosas hayan ocurrido de manera diferente. En nuestro mundo de razón ubicamos un tiempo lineal, eventos con causa-efecto, una moral que se contradice con la evidencia científica y otros absolutismos dignos de nuestra incongruente condición humana.

La claridad de las “cosas” es que hubo, ha habido y seguirán habiendo “situaciones” que pasan desapercibidas delante a nuestra percepción directa y que no podemos dilucidar con certezas ya que fueron --postulo-- eventos sin razón, sin moral y que tuvieron múltiples causas y efectos, a saber: la domesticación del fuego, el inicio del lenguaje, la cacería en grupo, el cocimiento de la carne, compartir los alimentos, reconocerse individuos… estas “situaciones evolutivas” se desarrollaron interrelacionando necesidades y triunfos enmarcados en el imperativo ámbito de la sobrevivencia, de pronto no lo hacemos presente y consciente pero la verdad última es que “somos descendientes de triunfadores”.

Interpretar a la evolución humana ligada al talante de la naturaleza, nos permite observar nuestro desarrollo evolutivo como si fuera una atmósfera de 360% que se revela tremendamente desconcertante y despiadadamente amoral, en este marco de referencia logramos equilibrar los factores de nuestro análisis y tiempo después, en la diversidad y viéndonos en el espejo, descubrimos que "no toda evolución significa progreso y que la versatilidad no siempre es una virtud ya que la economía energética garantiza la continuidad de las especies delante a la impermanencia".

El lenguaje fue un detonador de nuestra condición humana. La sintaxis se erige como el primer gran esfuerzo que podemos llamar netamente humano, con ella, somos capaces de decodificar los sonidos, fonemas, sílabas, frases, oraciones, conceptos, intenciones, voluntades, criterios, mentiras y amores.

Cuando nuestros ancestros se ubicaron imaginando, recrearon al universo, lo tornaron tangible y descubrieron que la voluntad se hace palabra, más tarde, con la danza transfiguraron su cuerpo humano que por cierto, sostenía una enorme cabeza.

Nuestros rostros también han evolucionado y siguen evolucionando porque la evolución es el fruto de una de las leyes universales: la impermanencia, de tal manera que nuestros labios carnosos son la respuesta evolutiva a la necesidad de amamantarnos correctamente en los redondos senos de nuestras madres, por otra parte, la forma de nuestra nariz y también nuestros caracteres se vieron influenciados por el clima, como un ejemplo de esta evolución condiconada observemos que en regiones tropicales las fosas nasales de los humanos son enormes, digamos, desproporcionadas ya que en aquellas latitudes se respira un aire cálido en tanto que las narices largas y estrechas de quienes habitan regiones gélidas tienen la función de calentar el aire que respiran.

En lo más recóndito de nuestro cráneo se localiza “La amígdala cerebral”, ella controla las sensaciones profundas, el miedo, por ejemplo y está íntimamente en contacto con neuronas especializadas que responden a sus llamados de alerta y peligro.

La amígdala cerebral también procesa asociaciones abstractas y está asociada y conectada con la corteza frontal, región donde se formulan los juicios a las informaciones que nuestros órganos sensoriales perciben, es como un punto de referencia energética, los videntes le llaman “El tercer ojo”.

Ahora bien, si en la corteza frontal se realizan los juicios, me pregunto ¿cómo serían los juicios de los mayas del Periodo Clásico? Aquellos seres humanos aprovechaban que al nacer, los huesos Parietal, Frontal y Occipital aún no estaban fusionados, entonces, a los recién nacidos les amarraban dos tablas en el cráneo, una en la frente y la otra en la nuca, luego las apretaban un poquito más cada sol que transcurría hasta sus cráneos reproducían la imagen de una mazorca de maíz (nuestros mayores fueron creados por sus dioses con granos de maíz) tal y como podemos apreciar sus retratos en los muros de Palenque, en las estelas de Yaxchilán y en el Tzomplantli de Chichén Itzá.

Los nobles y ahuob (reyes) mayas recrearon el culto a la personalidad y su escritura surgió como respuesta a las necesidades religiosas y políticas de la nobleza y a su visión del tiempo circular en el que los eventos se repetían interminablemente, quizá por ello era una prioridad dejar una impronta en la Rueda del Tiempo, más que una obsesión, los mayas precisaban de señalar su paso por el instante dejando un testimonio de sus nacimientos, matrimonios, alianzas, celebraciones de ascensiones al poder, el número de cautivos sacrificados y la denostación de las dinastías sometidas.

Actualmente, nuestro conocimiento sobre la composición del universo es infinitamente mayor respecto a la información que nos explica la manera en la que funciona nuestro cerebro.

Resulta increíble que nuestros pensamientos se deriven de sutiles impulsos bioquímicos, que nuestra memoria y nuestro discernimiento funcionen a través de millones de neuronas y dentritas intercomunicadas por microscópicas e intricadas redes que fragmentan la información que da sentido a nuestra realidad.

Los seres humanos hemos tenido una evolución cerebral acelerada y diferenciada, de tal manera que dependiendo de nuestros orígenes geográficos las respuestas a los estímulos externos son diversas y en ocasiones equidistantes, así, los hemisferios izquierdo y derecho de nuestro cerebro no son utilizados de la misma manera entre los asiáticos y los occidentales o más aún, entre hombres y mujeres, las condiciones de la evolución cerebral fueron determinadas por la diversidad climática y por las diferentes actividades económicas, así, el Área de Broca (zona cerebral en la que se genera el lenguaje, localizada en el hemisferio izquierdo justo a la altura de la sien) fue desarrollada con mayor intensidad por las mujeres que por los hombres a consecuencia de la socialización femenina en las penumbras de las grutas y de las cuevas, es por ello que las mujeres son seducidas y erotizadas por las palabras y cuando se encuentran cinco mujeres platicando en un café, pueden hablar todas al mismo tiempo e increíblemente logran entenderse… en tanto, los hombres desarrollaron una inquietud visual y la necesidad de poseer con las manos a los objetos y a los seres porque la cacería precisaba del acecho y de la observación.


Contamos con enormes cerebros que requieren un gasto inconmensurable de energía y que utilizamos de manera limitada, como si tuviéramos delante a nosotros una supercomputadora con la cual pudiéramos realizar imágenes en tercera dimensión y la utilizáramos ocasionalmente para de reojo ver la hora.



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