jueves, 18 de junio de 2009

La Palabra / Ensayo


La palabra crea universos y atmósferas, es visionaria, dirige. La palabra es la diferencia entre el vacío y tu intención. Con ella, nombras al viento que transporta tus fonemas; así recreas tu voluntad. La palabra hiere o resulta indiferente, sella compromisos y seduce a quien desea ser engañado. Muchas palabras pueden ser una cascada que atrapa nuestra atención y sin ellas, no podemos vernos en el espejo porque necesitamos de su luz.  


AURORA


Los homínidos poseían un sofisticado lenguaje corporal y un limitado lenguaje hablado; sus actividades respondían a las conductas de animales gregarios irracionales y “sobrevivir” era el talante de su existencia; sin que nadie pueda explicarlo de manera convincente, desde hace dos millones y medio de años, el cerebro humano evolucionó de manera excesivamente rápida para detenerse abruptamente hace unos trescientos mil años.


Los investigadores nos dicen que en el lado izquierdo de nuestra masa encefálica  se localizan el área de Broka y el área de Wernicke, zonas relacionadas con la estructuración del lenguaje,  y por ello, nuestro hemisferio izquierdo, a la altura de la sien, tiene una protuberancia… aunque las palabras no se fosilizan, los cráneos de nuestros ancestros contaban ya con esa protuberancia y evidenciaban una primaria intención por articular palabras.

                                                                                               

El pensamiento encontró en la palabra a su cómplice; las circunstancias dejaron de ser percibidas de manera intuitiva y el inconsciente colectivo configuró los lenguajes primigenios. Somos lo que somos por haber matado al otro para sobrevivir y luego compartir los alimentos, pero estamos como estamos, por las acciones que generan nuestras palabras.



NOMMO 


Los primeros lenguajes nacieron en África y de ellos, aún subsiste el grupo lingüístico “Khoisan”; los bosquimanos pertenecen a ese grupo y son los únicos humanos que en su habla usan sonidos metálicos –clicks--  que producen colocando la lengua en el paladar y luego separándola de manera intermitente -como cuando le damos una orden a un caballo-. Este arcaico estilo de articular palabras nos remite a aquellos soles en los que nuestros ancestros pronunciaban onomatopeyas que imitaban los sonidos de la naturaleza. 


En las lenguas africanas llamadas “bantúes”, los sustantivos no se dividen por el género gramatical en masculinos, femeninos y neutros, sino que se agrupan en cuatro clases: Muntu, que se refiere a los seres (mujer, hombre y espíritus), Kintu, que designa a los animales y a las cosas (el perro y la piedra), Hantu, que sitúa al espacio y al tiempo (el oriente y el ayer) y Kuntu, que es una modalidad (la risa y la belleza). Los seres y las cosas poseen una sustancia y fuerza, emparentadas, gemelas, complementarias que en su simbiosis provocan el asombro y crean la palabra. 


En la arcaica filosofía del África Negra no existen contrarios y nada está lejano;  y no es que la materia y la energía se unan, sino que jamás han estado separadas. 


El motor que provee a todas las fuerzas de vida y actividad es el “nommo” -palabra, logos- que como el agua, la semilla y la sangre, genera vida con sólo su presencia. Entre los africanos que hablan las lenguas bantúes, la palabra es el vehículo para comunicarse con sus antepasados. Son ellos y no un Dios, quienes por medio de su infinito poder son capaces de auxiliar a los “vivos” en sus plegarias. Toda hechicería es hechicería de la palabra; puede ser un conjuro, un encantamiento, una bendición o una maldición y un desafío.

Es a través de la palabra que los seres humanos imponemos dominio sobre las cosas y los seres. En el evangelio de San Juan la palabra queda en Dios, y el hombre debe dar fe de ella y difundirla. Más tarde, la palabra se hizo carne en Cristo. En cambio, en la filosofía del África Negra, la palabra (“nommo”) se hace carne dondequiera, es más ¡crea a los dioses! 


Durante la ensoñación los hombres de conocimiento utilizan la fuerza del “intento” para nombrar las cosas y volverlas tangibles. El nombrar corporeiza las energías y dado que existen miles de idiomas, sólo la energía descifra nuestra intención, que se expresa en mil voces. En la ensoñación transitan otras palabras, las de los seres inorgánicos y los  aliados (demonios y ángeles en otras tradiciones); si se mantiene el diálogo interno en silencio, nuestras palabras pueden entablar comunicación con ellos en el ensueño; algunos son grandes vendedores de ilusiones, atrapan nuestra atención con palabras sutiles o situaciones dramáticas pero, con tales conciencias inorgánicas no nos conviene jugar ya que, sin que nos demos cuenta, aprovechan nuestro asombro para absorber una gran cantidad de  nuestra energía. 


De no existir la palabra, las fuerzas tangibles y las del ensueño quedarían rígidas, no habría interpretación consciente de la creación, del movimiento ni de la vida. Dice una antigua frase de sacerdotes yorubas: “Nada hay que no haya; todo aquello para lo que tenemos un nombre, lo hay (existe)” lo cual significa que la expresión, la imposición de un nombre, crea lo nombrado. El nombrar y conjurar es entonces un acto creador, por lo que toda palabra tiene sus consecuencias y sus obligaciones. No hay palabras inofensivas: la palabra altera al mundo.


DOÑA CIENCIA


Los idiomas se pueden diferenciar por su sonido, por los significados y por su sintaxis. Existen 5000 idiomas algunos; están en proceso de desaparición como el “Popoloca” en el Golfo de México. Dentro de 50 años se habrán perdido la mitad de ellos. Luca y Francesco Cavalli-Sforza han realizado una exhaustiva investigación lingüística en su libro CHI SIAMO, la storia della diversità umana, con la esperanza de encontrar las raíces de las palabras que configuran los idiomas, y concluyen: “El problema es que los idiomas cambian rápidamente y no podemos encontrar lazos de parentesco después de transcurridos seis mil años”.



Hasta el momento los lingüistas reconocen algunas superfamilias como la  den-caucásica que cuenta con unos cuarenta mil años de existencia y la nostratica euroasiática de veinte mil años de vida. Al conocer el esquema de las superfamilias, inevitablemente nos asalta la curiosidad y desearíamos  saber si existió una lengua madre. Los estudios lingüísticos de Cavalli-Sforza concluyen que algunas etimologías pueden ser casi universales como tik que con sus variantes tok, titi, te, tong, tik significan respectivamente: uno (nilosahariano), dedo (caucásico), mano (japonés), brazo (indopacifico) e índice (esquimal), pero el enigma comienza cuando estas etimologías primarias y comunes para seres de diversas latitudes se comparan con las lenguas primigenias africanas como la Khoisan o la Níger-Kordofaniano y no  encontramos ninguna semejanza. Descubrir los orígenes de tal incompatibilidad es un gran desafío para quienes estudian la evolución lingüística. Cuando se vislumbre una solución, diversas ramas de la antropología moderna se verán beneficiadas al tener la posibilidad de recorrer por completo el desarrollo de la diversidad humana.




ESPEJOS



La palabra es un surco donde se siembran intenciones, deseos y voluntades hechas conciencia; la palabra zurce y labra, acomoda e incomoda, destruye o armoniza, la palabra viaja con los sonidos y puede provocar graves silencios. 


Las palabras narran la historia de quienes las usamos y en cada uno de los sonidos vueltos fonemas que lanzamos al aire en forma de palabras, evidenciamos siglos, milenios de un sinuoso desarrollo cultural. Con palabras de satisfacción se narran los triunfos y siempre hay palabras que reconfortan nuestro espíritu. Las palabras mágicas abren las puertas del conocimiento; por eso nacemos sin palabras, para que cada pueblo pueda enseñar a sus hijos el camino de la palabra verdadera… la verdadera palabra que nos hace libres o nos somete a sus creencias, cuestión de enfoques y de palabras que los explican. 


En pocas palabras: palabra que sí te cumplo, empeño mi palabra porque algunas palabras se las lleva el viento y la mía es una palabra de honor. Detrás de las palabras puedes ver mi intención, pon oídos sordos a palabras necias porque a nadie le va a gustar que estés apalabrada conmigo. Eres una persona de pocas palabras pero por desgracia siempre están en contradicción con tus acciones así que puedes exigir gritando a los cuatro vientos: amor, justicia, tierra y libertad; pero no se te ocurra dejar una sola palabra escrita porque la quemaremos inmediatamente, te doy mi palabra de que así será y si no te basta, recuerda que también existe la palabra de Dios. 






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