sábado, 19 de marzo de 2011

El Hombre de las Tabernas






David Velazco Amezcua nació el 27 de enero de 2037 en Coatzacoalcos, Veracruz, ese mismo año, el Gobierno Multinacional de Centro y Norteamérica promulgó una ley que establecía la obligación de usar el Casco de Hiperrealidad, el proceso de adaptación duraría 5 años, El tío de David desembarcó en Coatzacoalcos la Navidad de  2053, trabajaba como comodín en el área de máquinas de un barco chino de carga y enfermó de gravedad después de comerse una tostada de cazón, Le habían advertido que era peligroso comer cualquier especie marina pero el tío de David era muy necio, consiguió el cazón de contrabando y frió la tostada con manteca de cerdo enlatada que había robado de la bodega personal del capitán del barco mercante.

Los días transcurrían y el tío no mejoraba así que la familia decidió que David tomara la plaza laboral en el barco chino, de prisa, sin despedirse de sus amigos ni de su novia, abordó el barco para iniciar su entrenamiento, Después de 3 meses de viajar por los océanos, finalmente, David dejó de vomitar, paulatinamente se resignó a la comida sin tortillas, al despiadado sol y al silencio. Descubrió la amistad de personas que se comunicaban en lenguas orientales pero nadie hablaba español y muy pocos inglés, En el primer puerto con influencia china, David se sorprendió al percatarse  que nadie llevaba el Casco de Hiperrealidad, deseaba desembarcar pero su vida estaba consagrada al barco y durante tres años y siete meses no toco tierra, Un día, a 50 kilómetros de la isla japonesa Shikoku, el motor de neutrinos sufrió una rajadura, luego sucedieron algunas explosiones y el barco se hundió, David saltó al mar cuando el barco en picada se hundía y perdió su Casco de Hiperrealidad, En esos instantes de angustia recordó a cada uno de sus seres queridos, después de algunas horas, moribundo, lo rescató una luz satelital.

Fue famoso y reconocido mundialmente por haber sobrevivido al alto contenido de sales e inmundicias de las aguas marinas, Aprovechando su fama se puso a la venta y lo compró por diez años una mujer fatal que regenteaba un burdel, le pagó bien y por adelantado, David abrió una cuenta bancaria y se convirtió en un célebre millonario esclavo, La glamorosa dama de los placeres que recién lo había adquirido estaba ya entrada en años, su profunda mirada era contenida por majestuosos ojos azules, su piel era de una seductora tesitura ceniza, exhibía gratos modales y algunas lonjitas, nariz respingada y acostumbraba perfumes exóticos, La llamaban con respeto Doña Ciencia, años después, le confió a David que antes de conocerlo, estaba harta de los confidentes cibernéticos, que junto a él pasaba gratos momentos y que valoraba la capacidad que había desarrollado para escucharla y entenderla, Los primeros 2 años, David trabajó sin un día de descanso para Doña Ciencia en “El Bar de los Recuerdos”,  bebía alcohol desde el amanecer y masticaba chicles de mandrágora.

Decenas de japonesas, chinas y tailandesas frecuentaban el bar de Doña Ciencia en búsqueda de satisfacciones, sin duda, el placer más absoluto para aquellas distinguidas clientas era “ser escuchadas…” Pasaron todavía siete años y David contaba los meses que le faltaban para obtener su libertad pero estaba más cerca del suicidio, Una tarde fría, cuando se preparaba para acompañar a una delgada mujer tailandesa, Doña Ciencia le formuló la pregunta de su vida --¿Te gustaría viajar como intérprete de la señora Tung?—Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de David, la señora Tung era una de sus clientas frecuentes, Ministra de la Cultural de la Confederación Asiática—la prensa la apodaba “La Mujer de Iridio”—los dirigentes de la Confederación Asiática preferían que ella los representara y fuera la voz oficial, sabía tratar a los hombres con distancia, respeto y desprecio, en especial a los occidentales --¡Por supuesto que me encantaría acompañar a la hermosa señora Tung (en realidad la señora Tung  era poco agraciada pero la verdad, era algo que poco le interesaba a David y luego preguntó): --¿A qué parte del mundo iremos?-- --¡Al Caribe!—Respondió con malicia la matrona y prosiguió: -- Quiero que cumplas nuestro contrato de compra-venta hasta el último día del décimo año, por lo que tendrás que regresar con la comitiva de la señora Tung – Todos estos años –dijo David--, usted me ha instruido en el orden y a visualizar al honor como el ingrediente vital para la serenidad del ser—Doña Ciencia disimuló una sonrisa.

David regresó a su continente a los 29 años con nueve meses trabajando como el flamante intérprete oficial de la señora Tung quien iba al frente del Comité de Ministros Asiáticos para la Conferencia de los Derechos del Pensamiento, David se encontraba muy a gusto en Cancún, los asiáticos eran eficaces y disponía de mucho tiempo libre, Los años que había vivido en Japón y dormir con mujeres de todos los rincones de Asia le dieron la experiencia necesaria para entender el secreto que guarda el silencio.

La última novedad turística Cancún eran unos paseos en cápsulas submarinas que se desplazaban por el fondo del mar, recorrían una zona donde alguna vez estuvo la barrera coralina mesoamericana, los peces y los corales aparecían en forma de hologramas tridimensionales, los turistas tomaban fotos y masticaban chicles de Coca Cola.



Los bares fueron el espacio natural de David, gozaba de inmunidad y de ciertos privilegios que le otorgaba el Collar de Iridio que lo acreditaba como ciudadano oriental, legalmente podía callar a cualquiera que utilizara  Casco de Hiperrealidad, nunca lo hizo pero en ocasiones se ponía de pesado egocéntrico e interrumpía al pianista y, captando la atención de la concurrencia, inventaba aburridísimas historias sin que nadie osara decirle algo y cuando al fin dejaban de reírse de sus sarcásticos comentarios, David hacía mutis dirigiéndose a la barra por otro trago.

Su condición le permitía entrar libremente a los bares que estaban situados en el fondo de las lagunas de Cancún, la música era suave, proyectaban hologramas de animales que desaparecieron el milenio pasado, en un rincón, sonriendo, sintiéndose único e irrepetible, David bebía con angustia su tequila.

La tarde de la clausura de la Conferencia de los Derechos del Pensamiento, durante la comida, David se pasó de tragos y se le borró de la mente el evento final, muy pocos delegados entendieron el trascendente mensaje –en chino—de la señora Tung, durante el brindis David apareció trastabillando y mientras se fajaba la camisa y ajustaba su cinturón, recibió un espantoso regaño por parte de los oficiales de la delegación asiática, soportó la mirada de soslayo de la señora Tung y la burla contenida del cuerpo diplomático, Una luz violeta estremeció el cuerpo de David, se sabía esclavo de los ojos rasgados y patrón de los mestizos, La figura de “Doña Ciencia” se hizo presente en su mirada, recordó una a una las palabras del último diálogo que sostuvieron antes de partir al Caribe, meditó un momento, con calma se quitó el Collar de Iridio y lo colocó en las manos a la Señora Tung, pronunció tres frases en chino, cuatro en japonés e hizo una reverencia, se arrodilló, desenfundo su daga para realizar con ella un harakiri y entonces escuchó o más bien se imaginó el silbido de un pájaro azul, recordó cuando de niño hablaba con las aves, se levantó dignamente, reflexionó que el contrato con Doña Ciencia había sido cumplido en 9 de 10 años y recordó que era rico, que los contratos de compra-venta de seres humanos eran válidos únicamente en Asia, alzó la mirada, guardó su daga y caminó con tranquilidad hacia la salida del salón, cerró la puerta y discurrió a paso veloz.

Un grupo de policías locales fue en su búsqueda, al salir a la calle un guardia lo alcanzó, David se mostró con naturalidad, negoció con él y no solamente lo sobornó sino que también le compró su Casco de Hiperrealidad, se lo colocó y se perdió entre un grupo de turistas que presurosamente ingresaban a un bar.

Una noche David salió del bar y se sintió un poco desubicado, se preguntó qué iba a hacer si nada más sabía hablar idiomas de ricos y beber con desmesura, Lo realmente desagradable para David, fue encontrarse una vez más con el Casco de Hiperealidad y tener que defenderse constantemente para no perder el control de su voluntad.

Sus pensamientos vacilaban, empezó a perderle gusto a su existencia, dormía poco y bebía mucho, un doctor le dio unos meses de vida, su hígado estaba destrozado, entonces inició la recapitulación de sus actos y lo único que lamentó fue haber caído en la tentación de venderse a “Doña Ciencia”, por las tardes, especulaba obsesivamente preguntándose ¿quién estaría en su lugar escuchando historias de desamores orientales? De su familia no volvió a tener noticias.

Determinó seguir bebiendo y un día pensó aventarse desde la parte más alta de los cables que sostenían la plataforma del bar suspendido por cuatro globos aeroestáticos y morir en el mar, lo intentó en varias ocasiones pero nunca reunió suficiente valor para lanzarse, siempre hubo un pensamiento amable que le decía: aún no es tiempo…

En una de sus escaladas se quedó dormido entre los cables, Antes del amanecer, el aire soplaba con fuerza, David despertó con frío, se rascó la rodilla, el Casco de Hiperrealidad le informó que se encontraba en una zona de alto riesgo por los repentinos cambios de corrientes del viento.

Se dirigió a la escotilla para ingresar al bar pero estaba bloqueada por dentro, la golpeó hasta que se cansó, le vino un profundo dolor en la espalda, justo abajo del omóplato derecho y luego se intensifico en el hígado, El hombre que vivió escuchando, se moría gritando, El viento se tornó cada vez más violento, adquirió tintes de microhuracán, David sabía que estaba viviendo sus últimos momentos y le faltaba un trago para estar a gusto con su final, repentinamente se soltaron dos cables de un globo de la plataforma, David quiso saltar al vacío pero falló otra vez, no tenía la suficiente fuerza de voluntad para suicidarse, tiró el casco al mar, lo vio perderse en el vacío, amanecía y esperó a que la muerte se lo llevara, el viento se intensificó y David salió volando, Como en un sueño, determinó que no quería morir y se integró al viento.

37 años han pasado desde que David se perdió en el aire, dicen que a veces, aquí en Cancún, cuando sopla el viento y guardas silencio, entonces, David te escucha.

Claudio Obregón Clairin

3 comentarios:

  1. Hola Lalo, qué bueno que lo disfrutaste, un abrazo. Claudio

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  2. wow..! Me encanto
    perdon por mi ignorancia, pero fue una historia inspirada en ti?
    o fue verídico? me interesa saber, saludos

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