Homo Ergaster
Nuestro ancestro, Homo Ergaster, manipuló el fuego hace un millón setecientos mil años, delimitó con él su espacio vital del resto de los animales, cocinó la carne de las presas que cobraba y su digestión fue más rápida. Paulatinamente el tracto digestivo se redujo en sus descendientes, aparecieron entonces un rudimentario lenguaje y una capacidad onírica (sueño) profundamente reveladora, aquellos seres desarrollaron una percepción metafísica de la existencia y reconocieron la sensación de observarse como individuos.
La evolución humana fue un proceso azaroso en el que diferentes seres llamados “homínidos” compartieron en las sabanas africanas territorio y desafíos, algunos no lograron sobrevivir o fueron exterminados, tal es el caso del Homo Rudolfensis quien desapareció cuando el Homo Ergaster manipuló al fuego. Somos descendientes de triunfadores que aniquilaron “al otro” para sobrevivir, ese es el talante de la condición humana.
Hace 40 mil años, en el frío Norte Boreal, cohabitaron los Neandertales y los Cromognones, los primeros también desaparecieron a consecuencia de la mejor organización social y del sofisticado lenguaje que poseían los segundos. En aquellos lejanos soles, los Neandertales cuidaban de sus enfermos, los asistían en la alimentación y cuando morían, eran enterrados de manera ritual ofertándoles flores en sus tumbas.
Hace 14 mil años, los seres boreales desarrollaron una “organización social equitativa” en la que la cacería y la recolección fueron actividades económicas regidas por tabúes impuestos por una interpretación chamánica de la existencia. Para entonces, los seres humanos habían desarrollado la capacidad cognoscitiva que les permitió comprender un universo energético en el que nuestra existencia es la estación de un gran trayecto.
La agricultura se desarrolló hace 7 o 9 mil años en el Trópico de Cáncer y ahí mismo nacieron las primeras religiones, la esclavitud, la plusvalía, el machismo, la inequidad social, la producción a ultranza, la sumisión conceptual y la guerra y la violencia como instituciones de Estado.
La necesidad de entender la existencia más allá de la vida motivó la construcción de monumentos faraónicos y se implantó el derecho divino a someter y condicionar al prójimo en beneficio de quienes detentaron el conocimiento o el contacto con los dioses. Las pirámides de El Gizah en Egipto, son la suma teológica de ésta interpretación de la vida más allá de la muerte.
Nuestros ancestros mesoamericanos no escaparon a éste esquema de sumisión social pero lo trascendente es que los rituales que otrora se desarrollaron en la tierra que habitamos, configuran en nuestro tiempo, una de nuestras más profundas tradiciones: la celebración del Día de Muertos.
Los mexicanos vemos a la muerte de frente, la tornamos nuestra mejor consejera, reímos con y de ella, jugamos a las escondidillas para no dejarnos atrapar, la desafiamos y la amamos. Los pueblos mexicanos ubicamos a nuestros muertos en el cotidiano, comulgamos con ellos a través de la comida y la música que preferían, arreglamos sus tumbas y en sitios como Pomuch, Campeche, se limpian los huesos de los difuntos para ser exhibidos y mostrar las osamentas de los ancestros a las nuevas generaciones, tal y como lo hacían los mayas históricos.
Los Rituales Sagrados de ayer y hoy configuran una de nuestras mayores riquezas culturales, nos diferencia del mundo y nos permite entender socialmente aquella lejana interpretación metafísica de la existencia que percibieron los Neandertales y Cromañones.
Quienes hemos ya perdido el contacto físico con seres queridos, durante las celebraciones de Día de Muertos comulgamos con sus almas y esencias, por ello construimos altares decorados con cánticos nocturnos y les ofertamos la comida que apetecían quienes se nos adelantaron en el “gran trayecto”. Son días de una particular mezcla de dolor, gozo y añoranza, pero sobre todo, nuestras celebraciones son un maravilloso acto de amor.
Una querida amiga me dijo el otro día que a la muerte la interpretaba como una graduación y me dejó girando ya que ciertamente nuestra existencia se compone de pruebas y desafíos donde el conocimiento y las experiencias se acumulan para hacer propia --como el Homo Ergaster-- a la percepción metafísica de la existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario