La mayoría de los mitos de las civilizaciones
primigenias que se refieren a la Creación, mencionan que en el origen, fue la
oscuridad y el caos, era la noche de los tiempos. De pronto, se separaron las
aguas y surgió la tierra, luego se hizo la luz.
Los seres humanos compartimos un conocimiento
milenario y los mitos de los pueblos antiguos tienen su origen en las Culturas
Boreales, aquellas comunidades de cazadores, recolectores y pescadores que
vivieron hace 14 mil años alrededor de un enorme bloque de hielo que cubría
todo el hemisferio Norte; en las latitudes que ahora ocupan ciudades como
Montreal o Hamburgo, el glaciar se levantaba 5 kilómetros de altura y aquellos
seres humanos compartieron una mitología boreal de la cual derivan todas las
religiones.
Cuando se descongelaron los glaciares, el planeta
sufrió un cambio climático y alrededor del Trópico de Cáncer se desarrollaron
las culturas agrícolas primigenias que tropicalizaron los mitos boreales, es
por ello que en la mayoría de las tradiciones mitológicas se habla de un
diluvio, se mencionan seres gigantes y alados, se venera a un árbol y así
tenemos el del Conocimiento, la Ceiba, el Árbol de Navidad, Buda se iluminó
junto a un árbol, los Voladores de Papantla planean en torno a un árbol y, como
mencionamos, la mayoría de las culturas primigenias comentan que hubo una noche
antes de la luz.
Propongo una interpretación psicoantropológica al
origen del mito de la Creación: la gestación de un ser humano conlleva 9 lunas
y la oscuridad acuática, al momento de nacer, perdemos contacto con el líquido
amniótico, es decir, con “las aguas creadoras” y salimos a la luz, de un golpe,
con dolor y sangre. Así entonces, el mito de la Creación se relaciona con el
origen de nuestra existencia.
Ma’alo K’in
Particularmente
los mayas de la Península de Yucatan edifican casas sin ventanas y, cuando las
colocan, por lo regular permanecen cerradas, en ocasiones llevan vidrios pero
los polarizan o espejean. Cuando uno atraviesa los pueblos mayas de Quintana
Roo y Yucatán, a pie de carretera observamos que las tiendas cuentan con
refrigeradores que conservan refrescos y cervezas bien frías, cuentan con electricidad
pero increíblemente no encienden la luz, las tiendas mayas son como cavernas,
grutas, al igual que sus casas.
El
privilegio a la penumbra como expresión cultural maya sorprende cuando ubicamos
que en idioma maya peninsular, casa y madre, se dicen prácticamente de la misma
manera, con una ligera variación tonal, así entonces, el vocablo Na’ nos otorga
luz para entender a la oscuridad maya y comprender que para nuestros mayores y
sus descendientes, la casa es como el útero materno, oscuro, da abrigo, es
íntimo, es refugio hasta para el fuego. En el Mundo Maya, casa y madre forman
una unidad y por lo tanto son sagradas, únicas y diferentes, una casa maya
expresa los orígenes culturales de quienes las habitan.
En
los tiempos de los mayas históricos, las dimensiones y estilos de los conjuntos
habitacionales de los sahalob’ (nobles) y ahauob’ (reyes) demostraban el poderío
de quienes los habitaban, en el Mundo Maya de ayer, las edificaciones se
realizaban por etapas, tal y como actualmente los mayas contemporáneos
construyen sus casas.
Cuando
un maya sale de su casa y se encuentra con un amigo en la calle lo saluda
diciéndole “Ma’alo K’in” que significa “Buen Sol”. Para los mayas un K’in, es
un sol pero también un día y por extensión --en el imaginario maya--, precioso.
Por la mañana los mayas se auguran luz, recuerdan la importancia del antiguo
dios que regía los ciclos agrícolas y humanos, expresan la simpatía que
comparten con las flores, árboles y animales de la selva al recibir la energía
vital. Con la luz de un nuevo sol, los mayas reconocen la profundidad en el
espacio y su pausado caminar es también fruto de vivir en la penumbra.
Sueño y carácter
La
dopamina es una substancia generada por nuestro cerebro bajo ciertas
condiciones ambientales y que nos permite tener sueños profundos y conscientes.
Nuestro reposo precisa de la oscuridad para realmente serlo y cuando logramos
desprendernos de la luz para dormir, nuestros sueños serán profundos y al
despertar, lo haremos serenamente y reposados. Los mayas tienen un carácter
introvertido por su origen asiático pero se acentúa su serenidad porque sus
habitaciones son oscuras y, en consecuencia, sus cerebros producen más
endorfinas que el común de la gente.
Por
otra parte, dormir en una hamaca produce también ligereza en el sueño debido a
que nuestro cuerpo ofrece menos resistencia a la fuerza de la gravedad al estar
suspendido en el aire, quienes sostienen nuestro pesos son los extremos de la
hamaca y, suspendidos, en realidad, flotamos. Nuestro movimiento en la hamaca
al estar dormidos nos recuerda igualmente la atávica sensación de nuestra
gestación en el útero materno en el que nos movíamos por el vacío acuático.
Los
mayas nunca fueron conquistados, los invadieron, que es diferente, al contario
de otras culturas precolombinas que lastimosamente desaparecieron, como los
mexica (aztecas), los mayas mantienen lazos con un pasado milenario gracias a
la vigencia de su idioma; que ciertamente ha evolucionado y algunos mayas
urbanos se apenan de hablarlo, sin embargo, al contar con glotaciones, junto
con el bosquimano, es considerado uno de los idiomas más antiguos del mundo y
más que esconderlo, deberíamos aprenderlo y considerarlo como lo que es: una
lengua oficial en nuestro país.
Las
piedras cantan en el Mundo Maya, y en ellas fueron inscritas la historia de uno
de los pueblos originales del mundo. Las palabras sagradas de la lapidaria maya
así como las palabras que hoy dibujan el cotidiano de millones de maya-parlantes,
pueden ser estudiadas para que en su forma, en su fondo y en sus colores:
encontremos las claves que nos permitan acceder al mágico Mundo Maya,
comprender mejor a nuestros compatriotas, aprender de ellos y dignificar
nuestro pasado histórico que palpita delante a las narices de todos los mexicanos
pero que es valorado más por los extranjeros que por nosotros mismos.
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