sábado, 2 de febrero de 2013

La Gruta de Xibalbá / Chamanes






En la naturaleza no hay moral sino eventos y seres que los perciben. En nuestro tiempo, adjetivamos los eventos y también los mensuramos para inmediatamente después otorgarles una explicación científica, histórica y racional.

Nuestros mayores, ritualizaron dichos eventos, mantuvieron un diálogo con las fuerzas de la naturaleza, percibieron los secretos de las sombras y rindieron culto a lo que nuestra mente racional llama "fantasías...”  a través del trance o del éxtasis, los chamanes localizaron un espacio mental en el universo energético, lo ritualizaron y en la oscuridad de las cuevas conocieron los secretos de la impermanencia y del movimiento.

Los Hombres de Conocimiento comulgaron con las entidades divinas para mantener orden y equilibrio en sus sociedades, era un tiempo en el que la mente humana no estaba regida por el dogma religioso… su atención se concentraba en respetar los tabúes impuestos por las entidades divinas...

El chamanismo tuvo sus orígenes en el frío boreal, territorio que hoy ocupan Escandinavia, Rusia, Alaska, Groenlandia y Canadá. En la zona limítrofe con las paredes de hielo siberiano, surgió una tradición chamánica que después emigró hacia el Continente Americano.

Chamán es una palabra de origen turco-tungus y quiere decir “ el que sabe”, entendiendo “saber” como el acto de “ver”, conocer. El chamán es “el que sabe viendo o ve y por ello sabe”. En tiempos históricos, era un vínculo con las entidades divinas porque las veía de frente como también podía ir en búsqueda de las almas perdidas de quienes se enfermaban y las “veía” vagabundeando en la otredad o aprisionadas, entonces peleaba por ellas o negociaba las almas de los suyos con poderosas fuerzas y conciencias inorgánicas

Los chamanes transgredían los planos de conciencia y su elección era un designio, en tiempos chamánicos nadie en su sano juicio deseaba ser un chamán; sin embargo, no había manera de evitarlo, cuando era señalado por las fuerzas de la naturaleza para ser un chamán, el niño y su familia advertían el sufrimiento que les aguardaba, estaba claro que tendría que pasar por un duro proceso de adiestramiento y morir en vida, de no hacerlo bien, lo haría en varias ocasiones.

Antes de que la energía eléctrica bañara con su luz lo que alcanza nuestra mirada, las sombras danzaban y nunca estuvieron quietas. Los eventos de las sombras eran considerados tan importantes como los que acontecen en la luz, los seres humanos razonaban y ensoñaban…



En una profunda concavidad subterránea ubicada por Kantunilkil, Quintana Roo, los antepasados de los mayas  esculpieron su memoria vivencial en petroglifos y relieves. Se trata de un Relato Mitológico que para situarlo en el tiempo será preciso “buscar” tiestos de cerámica que contribuyan a datar estas obras maestras con mayor precisión, por lo pronto y estudiando su factura, discurso e iconografía, propongo que fueron creadas al menos hace 2500 años. En anteriores artículos he informado que la fisonomía de los personajes del Relato de Xibalbá son de origen olmecoide, tres de sus máscaras y al menos un personaje presentan facciones teotihuacanas; expresiones plásticas que evidencian un escenario para el periodo histórico llamado Preclásico o Formativo en el que existió un complejo e intenso intercambio cultural, político y religioso entre los pueblos del Altiplano, los zoques, los olmecas y los primeros mayas.  

Los artistas que esculpieron y grabaron el Relato de la Gruta de Xibalbá vivieron en una sociedad chamánica  en transición hacia una sociedad agrícola con jerarquías establecidas por la cercanía a la divinidad del maíz. En el discurso del Relato encontramos la incipiente veneración a Chaac en el relieve de un personaje de origen olmeca que nos muestra su lengua bífida, sus orejas asemejan a las de un murciélago y de entre ambas, surge enroscada una probóscide similar a la de la divinidad maya de las aguas.



Distante seis metros de éste personaje dotado de tanto simbolismo, del lado izquierdo y encima del ojo de agua, se ubica otro personaje acostado, parece simbolizar un sacrificio y es recibido por una enorme lengua de serpiente que lo envuelve (probablemente representa a la entidad que luego se convirtió en la divinidad Kauak). Junto a los pies del personaje acostado, destaca una máscara en negativo, invertida, como un visor a la realidad detrás de la piedra. Debajo de la máscara en negativo se ubica el diseño de una vulva y cuatro montañas, dichos símbolos denotan el acento femenino de la creación en el Xibalbá y la presencia de las montañas como antecedentes de las pirámides, proyectan un paisaje sagrado terrestre conectado con el inframundo.



La ocupación de la Gruta de Xibalbá es milenaria y algunos grafitis y símbolos se grabaron en otro tiempo y en el marco de otros rituales y circunstancias, se distinguen grafías realizadas en dos periodos precolombinos y en uno contemporáneo; estoy cierto que en excavaciones se encontrarían tiestos de cerámica de varios estilos y periodos históricos volviendo al Relato en un desafiante rompecabezas que va más allá de los mismos relieves y petroglifos.

Enfrente de las representaciones reseñadas hay una enorme Piedra Central, su extremo puntiagudo apunta hacia el ojo de agua y tiene un dibujo en el que se distingue a un individuo que se coloca una máscara que tiene prominentes y carnosos labios, su nariz es marcadamente negroide. A la altura de donde debería ir la oreja de quien se coloca la máscara, encontramos una enigmática grafía, se trata de un tronco que es abrazado por un individuo de quien tallaron únicamente sus brazos y manos pero no vemos su rostro.



Como en el teatro, el Relato de Xibalbá fungía como escenografía ritual para las ceremonias de invocación y evocación en la que por medio de la empatía y transgrediendo al destino natural, los ancestros de los mayas cantaban, ofertaban, danzaban y actuaban con la finalidad de armonizarse con los designios y caprichos de las entidades creadoras del Xibalbá. 

Los chamanes seducen al estupor, transfiguran a la realidad a través del tambor, la palabra, el canto, la danza y las máscaras. En sus rituales llamados mitotes, pareciera que no pasa nada pero la abrumadora repetición de lo elemental es una estrategia para transgredir a través del hastío. Se trata de “hacer haciendo un no hacer”. El conjuro a través de las invocaciones y las transfiguraciones que ofrecen las máscaras permitían  transgredir los planos de conciencia y comunicarse con las múltiples y poderosas entidades divinas.


Algunos siglos después de concluida la creación artística del Relato de Xibalbá y por conveniencia social, los chamanes paulatinamente se transfiguraron en linajes, de igual manera, las entidades energéticas se convirtieron en las divinidades que configuraron a la Religión de Estado Maya. Entre el 500 y 300 a. C la intensa actividad agrícola encumbró el culto de la divinidad del maíz y procuró la formación de las primeras grandes ciudades.

En el Relato vemos a individuos sosteniendo “ofrendas” en sus cabezas, hay una gran cantidad de hachas y se identifican diferentes tipos de máscaras.  Encontramos elementos y símbolos de agradecimiento, de Poder y de transfiguración, actividades propias de los chamanes quienes mil años después se convirtieron en los poderosos ahauob’ (reyes), los más prominentes de entre ellos, fueron enterrados con máscaras de jade sobre sus rostros.

El Relato de la Gruta de Xibalbá es uno de los grandes testimonios históricos de Quintana Roo, en sus grafías se ubican los orígenes del imaginario religioso que los mayas heredaron de sus antecesores y siglos después sublimaron. Es un tesoro histórico que precisa reconocerlo, protegerlo de los irreverentes actos vandálicos, restaurarlo, conservarlo y copiarlo para que en la superficie, desde los niños hasta los turistas, conozcan la riqueza milenaria que heredamos.

Es aquí donde la cultura se convierte en un catalizador de premisas sociales como el arraigo, la pertenencia y la identidad; las grafías de la Gruta de Xibalbá nos ofrecen la oportunidad de crear productos culturales y subproductos culturales que se incluyan tanto en los programas educativos como en la oferta turística de la región y del Estado de Quintana Roo.

El Relato de Xibalbá es igual a un Génesis Maya y se presenta como un desafío que de entrada solicita actuar con prontitud para “salvar las grafías mitológicas” de la degradación y del irreverente vandalismo. Tenemos una gran oportunidad para demostrarnos que somos dignos del legado histórico que hemos heredado y que podemos difundir su conocimiento… las riquezas materiales llegarán inmediatamente después. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario