El luchador de Uxpanapa
En 1927, Hermann Beyer fue el primer arqueólogo que publicó el término
olmeca en una reseña sobre “un ídolo” fotografiado y dibujado en el volcán San
Martín Pajapan por el explorador Franz Blom. En 1942, arqueólogos
norteamericanos y mexicanos se reunieron en Tuxtla Gutiérrez para intentar
ponerse de acuerdo sobre la interpretación de los pueblos y expresiones
culturales que ahora nombramos olmecas… no hubo consenso.
Desde entonces han surgido diversas hipótesis sobre el origen de los
olmecas: Matthew Stirling y Alfonso Caso lo situaron en el sur de la costa del
Golfo México e Ignacio Bernal y Richard Diehl coinciden con esa visión. John
Graham lo identificó en el Pacífico guatemalteco, Miguel Cobarruvias propuso
que los olmecas inicialmente se establecieron en Guerrero y luego se
extendieron hacia Morelos, Puebla y Veracruz. Román Piña Chan sugirió un origen
suramericano (Ecuador y Colombia). Charles Wicke lo ubicó en Oaxaca, John Clark
y Michael Blake han sugerido la costa del Pacífico chiapaneco, Christian
Duverger recientemente crispó a la comunidad arqueológica al proponer un origen
“nahua”, finalmente, María del Carmen Rodríguez y Ponciano Ortiz plantean un
proceso de desarrollo gradual entre los años 1700 y 1500 a. C. en todas las
regiones antes mencionadas.
La ciencia y sus respuestas
Los estudios mitocondriales y la arqueología evidencian que desde la
época Paleolítica la región que nombramos Mesoamérica fue habitada por
individuos provenientes de diferentes regiones del mundo, algunos de ellos
arribaron navegando a remo. La Dra. Silvia González de la Universidad John
Moores de Liverpool, realizó un estudio mitocondrial a los restos óseos de individuos
Pericúes quienes hasta hace 200 años habitaban en Baja California Sur, los
resultados indicaron que están emparentados con los aborígenes australianos.
¿Cómo fue que los ancestros de los Pericúes lograron navegar el océano
Pacífico y cuándo lo hicieron? Lo desconocemos. Por otra parte, la arqueología
reconoce dos oleadas migratorias provenientes de Asia durante los periodos
glaciares, una efectuada hace 40 o 35 mil años y la otra hace 10 mil.
En aquellos soles, los océanos se encontraban al menos 200 metros por
debajo de su nivel actual, el agua faltante estaba congelada en las regiones
boreales y los glaciares se alzaban hasta 4 kilómetros de altura. Cuando
descendió el nivel de los océanos, las cimas de los volcanes oceánicos emergieron
y formaron islas.
Visto que en el Continente Americano no evolucionaron los Homínidos, una
milenaria migración proveniente de África es la única respuesta que podemos dar
a la presencia de individuos con características negroides mezcladas con
asiáticas tanto en San Agustín, Colombia, como en Mesoamérica. Al estar
acostumbrados a vivir en regiones tropicales y por la anchura de sus fosas
nasales, resulta difícil suponer que grupos negroides hubieran venido caminando
por las nieves del gélido Norte.
El océano Atlántico es atravesado por la Dorsal Mesoatlántica, se trata
de una gigantesca cadena volcánica que cuando los océanos descendieron sus niveles,
formó una serie de islas entre África y Brasil que hicieron posible el viaje de
África al Continente Americano, saltando de isla en isla.
Pero ¿es factible que hace miles de años los seres humanos pudieran
navegar los océanos o sus costas? En el vestíbulo del Museo Nazionale Preistorico
Etnografico Luigi Pigorini, de Roma, Italia, se exhibe una barca con 7 750 años
de antigüedad, mide10 y medio metros de largo; fue encontrada sumergida en las
aguas del lago Bracciano a 12 metros de profundidad, en un arcaico astillero
del pueblo prehistórico de la Marmotta.
En el Neolítico europeo ya existía la tradición marítima y en algún
lejano tiempo y remando a contracorriente, temerarios individuos de Oceanía
atravesaron o bordearon el Pacífico hasta llegar directamente a Baja California
Sur. Con estos antecedentes, es probable
que durante el periodo del descongelamiento glaciar, algunos grupos de
exploradores neolíticos africanos, navegaran a remo desde África hasta
Suramérica, posiblemente partieron de la región que hoy ocupan Guinea y Sierra
Leona con dirección a las decenas de islas que emergieron en las cordilleras
volcánicas de la Dorsal Mesoatlántica; es importante observar que las cadenas
montañosas y volcánicas sumergidas son más anchas en el Atlántico ecuatorial,
por lo que las distancias entre las islas, aunque oceánicas, fueron practicables
y menores a las que navegaron los ancestros de los Pericúes.
Para confirmar los lejanos orígenes africanos en algunos pueblos olmecas
se precisa contar con pruebas, pongo a consideración una de ellas: el fruto Lagenaria siceraria conocido en el Continente Americano como guaje,
bule o porongo, es una de las plantas
más antiguas que fue cultivada por los seres humanos.
Los investigadores Deena S. Decker-Walters, Mary Wilkins-Ellert, Sang Min
Chung y Jack E. Staub de la Universidad de Wisconsin y del Vegetable Crops
Research Unit, Department of Horticulure publicaron en Economic Botany 58 (4)
pp. 501-508. 2004, los resultados de los estudios que realizaron en Zimbabwe a
5 variedades salvajes de Lagenaria
siceraria y concluyeron que la
evidencia científica determina que el guaje o bule: es africano.
Aunque el bule o guaje también se difundió por Asia, es una planta
tropical y en las épocas glaciares, el guaje o bule no se podía sembrar en el
hielo o en la tundra, siendo inoperante cargar sus semillas durante las
migraciones árticas por lo que Lagenaria
siceraria no llegó a América por el Norte, sino por el Atlántico.
Cuando se seca el fruto de Lagenaria
siceraria, se retiran las semillas y, según su tamaño, en su interior se
suele verter agua, mate o pulque; ésta costumbre contemporánea tiene sus
orígenes en las culturas precolombinas y su presencia gráfica más antigua se
remonta al s. II a. C., en el mural norte de San Bartolo, Guatemala, donde
aparece la divinidad del maíz recibiendo un guaje florido como ofrenda por
parte de un individuo maya con “el rostro pintado de negro”. En los murales
mayas de San Bartolo, la divinidad del maíz posee un rostro olmeca…
Diversidad
Las milenarias migraciones provenientes de diferentes regiones del
mundo configuraron a las culturas precolombinas; los pueblos olmecas de todas
las latitudes compartieron un bagaje cultural y un estilo propio, pero fueron
multilingüísticos, multiculturales y multiétnicos.
Las dataciones en C14 de los pueblos olmecas confirman ocupaciones
tempranas en Teopantecuanitlán, Guerrero, hacia el año 1423 a.C + - 112
(Guadalupe Martínez Donjuan,1986; Niederberger, 1986). En Amuco Abelino, Medio Balsas, ya había presencia olmeca en el
1530 a. C + - 230 (Louise Paradis, 1974,1976). Las majestuosas pinturas de
Oxtotilán se ubican hacia el 1000 a. C. (David Grove, 1968). El sagrado sitio
de El Manatí, en Veracruz, se ubica hacia el 1730 a. C (María del Carmen
Rodríguez, Ponciano Ortiz, 1997). Éstos datos nos ofrecen un extraordinario mapa
que revela los inicios de una dispersión cultural olmeca.
Sugiero que más que un origen olmeca suramericano, existieron
ancestrales relaciones culturales entre los pueblos pre-urbanos que después formaron
a los olmecas y a las ciudades precolombinas suramericanas como San Agustín,
Colombia (anterior al desarrollo olmeca, 3 300 a.C). Herederas de un probable y
lejano pasado africano, ambas latitudes americanas comparten: un lenguaje
iconográfico, una fisonomía asiática y negroide, la práctica del
chamanismo-jaguar como estructura de poder, petrograbados en los manantiales y
escultura monumental, entre otros paralelismos.
Chamán de San Agustín, Colombia
La estatuaria de San Agustín evidencia semejanzas estilísticas y
étnicas con las esculturas de los pueblos olmecas, como el lenguaje corporal,
la presencia de wayob’ (nahuales o coesencias), la iconografía belicosa, la
calidad y factura de la talla de la piedra, la edificación de tumbas con
columnas monolíticas, sarcófagos de monolíticos decorados con diseños de
jaguares y reptiles, así como los rostros jaguarizados de chamanes en transe.
Espejos
Decenas de artefactos y esculturas olmecas denotan rasgos negroides
como la característica fisonomía de las cabezas olmecas; la escultura de la
Cruz del Milagro, Veracruz; el danzante de Tzintzuntzan, Michoacán; el Enano de
Jade del Cerro de las Mesas, Veracruz y el rostro de la Serpiente Emplumada y
los wayob’ esculpidos en la Escena I de la Gruta de Xibalbá-Cueva Pak Ch’en,
Quintana Roo, entre muchas otras expresiones plásticas de distintos pueblos
olmecas.
Pero también encontramos una diversidad étnica: en el Monumento 13, en la
Estela 3, en el Altar 4 de La Venta y en la Estela D de Tres Zapotes, aparecen
individuos barbudos o con narices aguileñas, en contraparte, el lenguaje
corporal así como el rostro sereno y sabio de la escultura El Luchador de
Uxpanapa, asemejan a un guerrero asiático.
Los orígenes olmecas se remontan a migraciones milenarias provenientes
de diferentes latitudes, los pueblos olmecas sintetizaron diversas tradiciones para
codificar una cosmovisión que dio sentido al devenir de las subsecuentes
civilizaciones mesoamericanas: he ahí el desafío de su compleja interpretación
ya que a pesar de que cuentan con un “estilo propio”, hay tantas variantes
olmecas como diversos son sus orígenes y fueron sus contemporáneos.
Si algún día se realizaran estudios genéticos a las osamentas del niño
olmeca enterrado en el sitio El Pajón y a la del noble del entierro 2 de Tres
Zapotes, contaríamos con invaluables datos que nos permitirían avanzar en la
búsqueda científica de los orígenes de los pueblos olmecas.
muy interesante la teoria sobre la migracion via las isla en el dorsal atlantico
ResponderEliminarSaludos Ron Kuijpers, seguimos deconstruyendo...
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