sábado, 11 de enero de 2014

Olmecas / Chamanes y Plantas de Poder



Chamán de Tlatilco aproximadamente 1 200 a. C. 
pieza exhibida en el Museo de Bellas Artes de Montreal.


Hace 63 años, Mircea Eliade publicó El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, obra que universalizó las prácticas chamánicas limitando su comprensión regional y su evolución histórica. Eliade concentró su atención en la parafernalia de los rituales, el chamán se convirtió en un técnico de lo sagrado y  Mircea perdió de vista su función política y social; es por ello que con ésta limitada interpretación chamánica, algunos arqueólogos y antropólogos dudan de la autenticidad de una estructura político-social precolombina basada en el chamanismo.


La obra de Mircea Eliade se convirtió en el referente oficial del estudio chamánico y, aunque la recopilación de rituales es un valioso testimonio histórico, considero preciso contextualizar el modelo neuropsicológico de Eliade en un marco más amplio de referencias culturales; despojarlo de su carácter sagrado y totalitario, evidenciando las diferencias --más que las coincidencias— de las prácticas chamánicas mundiales y, ante todo, recuperar los términos autóctonos ya que la diversidad de palabras crean los rostros de los equidistantes mundos que hemos creado dentro del mundo.

El chamanismo histórico no fue una religión porque no se fundamentaba en creencias o dogmas, era una práctica que requería disciplina, desapego y control emocional, pero ante todo, fue una expresión de Poder tanto energético como político. En sus orígenes, convertirse en chamán no era una aspiración humana sino un designio de los espíritus. El chamanismo histórico ha desaparecido y es que las condiciones de las sociedades que le dieron vida, también se han esfumado, existen prácticas chamánicas en comunidades indígenas que conservan fundamentos de un pasado chamánico, pero así como la cosmogonía precolombina experimentó un sincretismo con el cristianismo, de igual manera, la mentalidad y percepción de los descendientes de los pueblos precolombinos, inuit o altaicos, no es la misma que la de sus ancestros.

En nuestro mundo de consumo y vacuidad, las religiones han perdido sustento y, en la búsqueda de nuevos escenarios religiosos, algunos autores han reinventado las prácticas chamánicas y proyectado en su experiencia personal a la definición, fue así como crearon nuevos obstáculos para la comprensión de los significantes del chamanismo. En futuros artículos comentaremos las abismales diferencias existentes entre el chamán y el showman. Ahora nos ocuparemos del chamanismo olmeca.   

En el marco de la mesa redonda Olmeca, balance y perspectivas celebrada en 2005 en la ciudad de México, Peter T. Furst, investigador del Laboratory of Antrhopology Museum of Indian Arts and Culture, Santa Fe, Nuevo México, presentó su ensayo Éxtasis y Transformación visionarios: el caso de la psicofarmacología olmeca en el que propuso que lo que llamamos religión olmeca “fue chamanista y compartía algunas suposiciones básicas tanto en la cima como en la base de la pirámide social como un cosmos estratificado o con múltiples niveles a través de los cuales sólo un tipo selecto de individuos, o sea, los chamanes, podían pasar en viajes de desprendimiento del cuerpo; un entorno en el que todo fenómeno, incluyendo aquellos que catalogaríamos como “inanimados”, tiene vida y percepción sensorial y está dotado, al igual que los seres humanos, con una fuerza de vida esencial o “alma”; una equivalencia cualitativa entre seres humanos y animales, y la realidad de la transformación…”

Peter T. Furst relacionó al trance extático-visionario con la interpretación chamánica del hombre-jaguar, su hipótesis ha recibido fuertes críticas y argumentos focalizados en la carencia de contextos arqueológicos que la sustenten. Coincido plenamente con los fundamentos de su propuesta chamánica olmeca, aunque difiero cuando explica: “En todo caso, sin importar de qué modo experimentaban los chamanes olmecas, o sacerdotes-chamanes, el éxtasis y el trance, este estado constituye la piedra angular del chamanismo y de la vocación del chamán” ya que precisamente el tipo de psicotrópico que se utiliza ofrece una calidad diferente de transe estático, por lo que “sí es sustancial el modo por el que se experimenta”. Una Planta de Poder, es el fruto del entorno energético que habita y son muy disímbolas las experiencias energéticas y sensoriales que develan la mezcalina, la psilocibina o la bufotenina; por otra parte, el universo estratificado de mundo chamánico no es exclusivo de los chamanes, es accesible para quienes se atreven a experimentarlo; la diferencia con el camino del chamán histórico, es que la mayoría de los modernos viajeros arribistas vegetan en su viaje, algunos se percatan de soslayo de su trascendencia y contados son los que comulgan; éstos últimos, cuando entablan relación con la otredad, inmediatamente después prescinden para siempre de las Plantas de Poder ya que al igual que los chamanes históricos, aprenden a “ver”.

¿Cuáles fueron las Plantas de Poder de los olmecas? Tenemos referencia de las prácticas psicotrópicas de otras civilizaciones mesoamericanas pero sabemos muy poco de los olmecas. El tabaco (Nicotina rustica) pudo ser utilizado en rituales pero aún carecemos de pruebas contundentes. Peter T. Frust se ha focalizado en el chamanismo suramericano y caribeño para encontrar a las probables Plantas de Poder que utilizaron los olmecas y propone que al igual que los chamanes caribeños y amazónicos, los chamanes olmecas utilizaban las semillas vueltas polvo de la planta Anandenanthera peregrina muy difundida en los trópicos americanos, de hecho, abunda aquí en la Península de Yucatán, se le conoce también como “yopo, nopo, parica, cohoba o mopo”.

Semillas de Anandenanthera peregrina

En el segundo viaje que realizó Cristóbal Colón a la actual República Dominicana, en 1494, lo acompañó el fraile Román Pané quien en poco tiempo aprendió el idioma arahuaco que hablaban los habitantes tainos de las islas caribeñas y relató en sus reportes que además de fumar tabaco, los autóctonos inhalaban un polvo que rápidamente los dejaba “sin sentido” y les permitía conversar con los espíritus, el fraile Román comentó que para tal efecto, utilizaban unas cañas que medían medio brazo de largo, colocaban un extremo en su nariz y el otro en el polvo, también hay registro fotográfico que evidencia cómo un individuo amazónico sopla en un extremo de la caña para que ingrese el “polvo” en la nariz del receptor. Los tainos contaban además con pequeñas pipas o inhaladores para la nariz que elaboraban con los huesos de los manatíes.

                                                             Anandenanthera peregrina

Las semillas de Anandenanthera peregrina contienen el compuesto (5-hidroxy-N,N-dimetiltriptamina) y aunque fue el primer evento chamánico que observaron los castellanos y aragoneses en todas las islas del Caribe, curiosamente, en Mesoamérica, no hay registro histórico de su consumo. Peter T Frust sugiere que las llamadas cucharas olmecas (pendientes de jade con una concavidad poco profunda al centro) pudieran servir como receptáculos del polvo de las semillas Anadenanthera peregrina aunque habría que explicar por qué se dejaron de inhalar antes de la llegada de los peninsulares o quizá las fumaban mezcladas con el tabaco, lo cierto es que no hay prueba de su consumo, tan sólo testimoniamos su presencia.

Sabemos que el sapo gigante (Bufo marinus) contiene en su piel pequeñas dosis del mismo alcaloide de la Anandenanthera peregrina junto a un potente veneno que torna inmune al Bufo marinus de los ataques de sus posibles predadores. El fraile dominicano de origen inglés, Thomas Gage, visitó Guatemala a mediados del siglo XVII y reportó que los mayas pokomanes añadían además de tabaco, sapos vivos a la bebida alcohólica que genéricamente se nombra chicha. Quizá ésta sea la explicación –comenta Peter T. Frust—“de los numerosos huesos de Bufo encontrados por Richard A. Diehl y Michael D. Coe en las excavaciones en el sitio de San Lorenzo entre 1965 y 1967, ya que al contrario de las ranas, los sapos contienen muy poca carne y los olmecas de San Lorenzo contaban con una diversidad de fuentes de proteína cárnica. Aún hoy en día, en Veracruz, numerosos curanderos extraen el veneno del Bufo y lo procesan en el fuego para eliminar su toxicidad y obtener sanadoras pastillas y visionarios brebajes con un procedimiento que han heredado de sus ancestros. Es posible también que los chamanes olmecas se sirvieran de las semillas de la flor de la maravilla nombrada Ololiuhqui en el Altiplano (Turbina corymbosa) o de sus parientes cercanas Ipomea violacea e Ipomea tricolor, cuyas flores en Oaxaca se nombran bahdo negro y en Yucatán xtabentún (que no tiene que ver con la bebida alcohólica del mismo nombre)”.

Chamán olmeca de Oxtotitlán con su nagual Águila Arpía

Los pueblos olmecas nos legaron un imaginario plástico relacionado a la transfiguración de los seres humanos en jaguares y al vuelo cósmico, Frust comenta en el ensayo que estamos relatando, algunos pasajes del “proceso de iniciación de un chaman desana del Amazonas, Colombiano, en el que se le retacan sus oídos con pelos blancos del vientre del jaguar y con plumones blancos del águila arpía confiriéndole una capacidad auditiva mágica y así comprenderá el lenguaje de los espíritus (lo anterior se relaciona con la iconografía del arte olmeca en la que tanto el jaguar como el águila arpía son naguales invocados e incorporados a los cuerpos de los chamanes olmecas). Entre los chamanes yanomamö de la Amazonía, cuando el aprendiz de chamán está listo para su iniciación, se introduce en la selva en búsqueda del nagual jaguar y cuando lo encuentra le pregunta: ¿eres un jaguar real o eres aquel que habrá de convertirme en chamán? El felino espíritu arranca los órganos internos del iniciado y los reemplaza con cristales de roca mágicos que le permitirán entender el lenguaje de los animales y de las plantas. Luego lo despoja de su carne humana y la sustituye por la de un murciélago. El Murciélago es un símbolo de transición tanto en Mesoamérica como en la Amazonía ya que, a pesar de ser mamífero, vuela como ave, se cuelga de cabeza y es un animal nocturno que habita en cuevas, que son la entrada al inframundo. De este modo, el joven se convierte en un héwiawan, literalmente hombre murciélago o persona murciélago, una clase especializada de chamán yanomamö”.

Michèle Therrien narra en su obra Les Inuit, (Les Belles Lettres, 2012, p. 132-133) que en el gélido Norte, los chamanes inuit (angakkuk) se introducían en una cueva de hielo y se dejaban devorar por un oso polar para luego ser vomitados; con ese ritual el poder que tenía sobre los espíritus aumentaba considerablemente, al pasar esa prueba, los angakkuk estaban ya preparados para iniciar el vuelo cósmico en el que trasformados en águilas, accedían a la bóveda celeste o al fondo del mar donde habitan los espíritus (las mujeres inuit también podían ser chamanas y algunos chamanes eran travestis porque representaban a la “totalidad” energética de la comunidad).

Es sustancial equiparar ambas tradiciones en sus semejanzas de prácticas chamánicas aún y cuando unos las practicaban en el hielo y los otros en la selva; los olmecas están situados entre ambas tradiciones y las pinturas de Oxtotitlán, Guerrero, las esculturas en jade y la lapidaria, nos muestran pasajes plásticos de los rituales chamánicos olmecas que son similares a las tradiciones inuit o yanomamö; la diferencia entre las tres es que los olmecas dieron el salto a la agricultura y ese evento es lo que transfigura el esquema y se vuelve un desafío comprender ese escenario que está fuera del libreto.

Al inicio comenté que en el estudio chamánico mundial, es importante observar las diferencias y acentuarlas aún más que las coincidencias, es así como remarco que en las prácticas chamánicas olmecas no tenemos pruebas del uso de Plantas de Poder aunque estuvieron rodeados de ellas y civilizaciones subsecuentes las consumieron; en la Amazonía es una realidad su uso en los rituales chamánicos pero “están ausentes entre los inuit”. Los pueblos de las tres regiones del Continente Americano tienen las mismas prácticas en equidistantes ecosistemas, la ausencia de Plantas de Poder entonces no es una limitante para ingresar al universo chamánico, tampoco son un requisito, sino un instrumento, nada más, y se puede prescindir de ellas para ingresar a la otredad, esa es una de las profundas enseñanzas del chamanismo.

Chamán olmeca en transfiguración

La literatura antropológica que acentúa el uso de vehículos psicotrópicos para las prácticas chamánicas, dirige erróneamente su atención y limita a su discernimiento, en contraste, los detractores de los orígenes chamánicos del Poder olmeca se detienen en la ausencia de lo que consideran información sociológicamente relevante como apunta Roberto Martínez González del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM en su interesante artículo El chamanismo y la corporalización del chamán: argumentos para la deconstrucción de una falsa categoría antropológica publicado en el volumen 16, No. 46 mayo-agosto 2009, de la revista Cuicuilco, al cual regresaremos en futuras entregas ya que postula argumentos para descalificar al chamanismo en el proceso evolutivo de las sociedades precolombinas; sin embargo, es oportuno señalar que  Roberto Martínez descalifica “un fragmento de una interpretación chamánica” y nos comenta que “lo que tiene valor es el significado y no la figura, el estado de conciencia o la forma en que se produjo la visión. Es posible, entonces concluir que las llamadas interpretaciones chamánicas también son irrelevantes para el conocimiento y la interpretación del arte y la arqueología en general” Argumentos que cuestionaré en próximos artículos ya que el chamanismo es una práctica milenaria en la que los significantes son las figuras y éstas son producto de estados de conciencia alterados --con o sin Plantas de Poder-- que precisamente producen visiones de realidades paralelas a las que ingresaban los chamanes olmecas y que luego plasmaron en sus expresiones que nosotros consideramos artísticas por lo que sí son un fundamento del estudio arqueológico. 

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