sábado, 12 de noviembre de 2016

Carta al maestro Claudio Obregón



Querido padre y maestro, hoy 13 de noviembre se cumplen 6 años del momento en el que decidiste partir de nuestro plano existencial y escribo que fue tu decisión porque a ti la muerte no te tomó por sorpresa; intentó infructuosamente abrazarte en un aparatoso accidente automovilístico o en visitas de urgencia a los hospitales pero tu amor por el Teatro triunfó sobre los designios del destino natural. Cuando tu cuerpo no pudo seguir presente detrás de proscenio, como guerrero, partiste dignamente.




Hoy, tus enseñanzas, tu obra, tus personajes y tu memoria, son leyendas del Teatro Mexicano y un luminoso faro para quienes te amamos. Tu tiempo fue quizá el último periodo social de la "palabra amarrada" --como la nombran mis amigos mayas--, una época de congruencias, principios y espacios para la reflexión. Recuerdo cuando clandestinamente militaste en el Partido Comunista Mexicano y en la sala de tu casa, se tropezaban con mis juguetes creadores y hombres ilustres como Juan de la Cabada o Valentín Campa. Crecí estudiando y conociendo una realidad paralela al tonal de una temerosa sociedad en la que no existió libertad de expresión. Cuando por tus principios humanitarios fuiste marginado en tu trabajo, te mantuviste firme en tu convicción y, aunque en ocasiones la pasamos mal y pagamos el precio de pensar diferente y procurar un mundo de equidad, aprendí de tu congruencia que los principios configuran la solidez de un individuo y décadas después, tuve el honor de verte premiado por la televisora que te había marginado y celebré cuando recibiste la medalla de Bellas Artes recordando que esa institución te negó una beca en los inicios de tu carrera actoral. Integridad, resonante palabra que hoy, querido padre, carece de eco. 




Con la Palabra creabas mundos dentro del mundo, habitabas escenarios en los que se desnudaba la condición humana. Quienes te observábamos del otro lado de la cuarta pared, reconocíamos los ilimitados alcances de un actor que dejaba de ser él mismo para convertirse en "el otro" que somos todos nosotros... dichosa virtud la de los chamanes de la palabra quienes nos conducen a las atmósferas atemporales en las que la brevedad de un parlamento constituye un universo paralelo y una novedosa verdad.

Inmediatamente después de una grandiosa puesta en escena, pensabas en la siguiente y te desentendías de los homenajes, de ti aprendí que lo único que realmente trasciende en nuestras vidas son nuestras obras, nuestras creaciones, nuestras experiencias.




Tuve el privilegio de acompañarte en tu última contradanza y días antes de tu partida decidimos realizar un recuento histórico con la finalidad de ubicar a nuestros principios de equidad en un mundo tan desigual. Reconocimos que la Sombra que Carl Gustav Jung puso en el imaginario colectivo, aparece periódicamente para recordarnos nuestra fragilidad, visualizamos un tiempo de confrontaciones y desigualdad social, concluimos que la degradación, la simulación y la decadencia arribarían para aposentarse en nuestro cotidiano volviéndose irreversibles y parte de nuestra realidad. 

Hoy, carece de importancia ética o moral reconocer lo que se ocultaba y es develado, podemos consultar cibernéticamente los modos y las formas en las que la corrupción nos somete a un subdesarrollo existencial, es ya normal señalar a los políticos como ladrones, cuantificar los daños irreversibles a los ecosistemas o lamentarnos porque algunos Lugares de Poder y Centros Ceremoniales son destruidos para extraer oro. 




En algún tiempo hablamos de conciencia social, hoy se privilegia a la conveniencia individual que se acomoda en la complicidad que espera ser recompensada, aunque ello atente contra nuestra existencia. Entonces me pregunto: ¿Por dónde o cómo? De entrada es un gran desafío reconocer y ver de frente a la sombra humana, iniciando por uno mismo y los autocomplots que genera la jungiana oscuridad, acto seguido, reconozco que "el otro" ha dejado de ser un referente comunitario en tanto el consumo irreflexivo nos obliga a la búsqueda del gozo por sí mismo y, en ese vórtice, nos encontramos con una permanente insatisfacción. La alimentación industrial es ya venenosa y la farmacéutica Bayer ha comprado a Monsanto, es decir, tienen el negocio completo, envenenan y luego curan o prolongan la agonía. En el ámbito laboral se ha dejado de ubicar al conocimiento y a las capacidades como valores para dar paso a las comisiones y a la sumisión.

Sí, es terrible, pero por lo mismo apasionante, ya que delante a una ola que amenaza con cubrir todo vestigio de integridad, en mi se hacen presente tu trayectoria, tus búsquedas y tus realizaciones, me reconozco privilegiado por seguir pensando diferente, por jugar al juego que nos propone el desarrollo irreflexivo, estar en él y al mismo tiempo reconocer que no es lo que dice ser, en tanto, regreso a los universos paralelos que crea la lectura, me regodeo en los matices de una obra plástica, suspendo al pensamiento en una sinfonía o simplemente camino por la playa recordando tu presencia, compañía y consejos. Es así como me ubico en un plano sensorial y al contrario de atender a la simulación, a la complicidad y al gozo por sí mismo como nos obliga nuestro tiempo, me detengo en la sensación de formar parte de un cosmos violento y siempre cambiante, me da gusto estar al filo del trampolín y reconocer que el salto es inevitable, sonrío... recuerdo entonces tu interpretación del intelectual en Los Emigrados de Slawomir Mrozek quien delante al infortunio y a la pérdida material, se reconoció íntegro porque el intelecto era su verdadera riqueza y con él, pudo reconstruirse.




Querido Padre, acostumbro escribirte una carta anualmente para compartirte el tonal del mundo que dejaste para escenificar galácticas puestas en escena y, en esta ocasión, estamos en tránsito hacia una posible decadencia generalizada, son momentos de transfiguración y por lo tanto vitales, es entonces cuando tus enseñanzas y ejemplo de vida me ayudan a comprender a nuestro tiempo y a la impermanencia... es un honor ser tu hijo y continuar con tu ejemplo de integridad, profesionalismo, palabra amarrada, congruencia, equidad y creación... 

Abrazo fuerte querido padre.   






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