miércoles, 13 de noviembre de 2013

Carta al Maestro Claudio Obregón




Un actor desdobla su realidad, cuenta con la capacidad de ser otro, asume con rigor los peligros que acechan observando y viendo desde fuera de sí mismo. La “realidad” se torna un conjunto de subjetivas interpretaciones cuando la Palabra detrás de proscenio dibuja lo que no es, siendo.  El actor, porta consigo mismo a su obra, su cuerpo sufre mutaciones y atentados. De su imaginario retoma las vivencias que recrea en la construcción de un personaje y, después del silencio de los aplausos, asume como propio lo distinto, cuelga a sus personajes junto a su cama y observa a su otro yo durmiendo en un libreto. Querido Padre, hoy se cumplen 3 años de tu partida de nuestro plano existencial, los escenarios extrañan tu presencia, yo también.

Desde muy niño, con tus actos aprendí el sagrado valor del trabajo, entendí que lo único que trasciende en nuestras vidas es la creación, reconocí en la integridad al valor absoluto y que aplicarlo con rigor conlleva el riesgo de ser marginado. Agradezco tus enseñanzas ya que ahora experimento que es el único sendero que no provoca el deseo de mirar atrás cuando se ha llegado a la meta.



Faltaban 4 horas para el inicio de la función y ya me apresurabas para que estuviera listo e irnos al Teatro ¡Pero falta mucho tiempo! –te decía y respondías-- ¡Vamos retrasados! Eras el primero en llegar y de los últimos en irte, recuerdo la placidez que te provocaba llegar con anticipación, más tarde, con el cúmulo de funciones, entendí que los actores precisan de un tiempo de transfiguración previo a la tercera llamada, se van desvistiendo de ellos mismos, hacen suyos al tiempo y al espacio que ocupan, encuentran un centro emocional para de ahí partir hacia un texto que se reinventa en la repetición. Irte a ver al Teatro era un compromiso que el espectador adquiría para regresar a futuras funciones ya que contabas con la capacidad de incorporar todos los días una nueva luz al parlamento o a la intención del movimiento, absorbías la atención del espectador con tu silencio, con tu mirada, con el aleteo de tus manos.

Celebrado y multipremiado, te daban fastidio los homenajes ¿Por qué fuiste nada más 10 minutos al homenaje que te hicieron? –te preguntaba y contestabas--: el mejor homenaje que pueden hacerme es irme a ver al Teatro. Te fuiste en activo, tu última obra Endgame (Final de Partida) de Samuel Beckett la tradujiste y procuraste su puesta en escena; como chamán que eres, sabías que se aproximaba tu partida, y como un guerrero proyectaste en esa puesta en escena a la suma de tu experiencia actoral. Dejaste en esa impecabilidad, la certeza de que para ser pleno, un actor prescinde de su cuerpo y de lo que le aqueje.



Además de tu calidad escénica, nos legaste enseñanzas de vida y de disciplina, fuiste generoso e igualmente severo delante a la estupidez. Chamán de la Palabra: con tus actos transfiguraste las emociones y las existencias de tus seres queridos, también las de los miles de espectadores que reconocieron tu luminoso paso por el Teatro y el Cine. Si aún pudiera platicar por teléfono contigo o comer una rica sopa de verduras con aguacate en tu casa, podríamos seguir decontruyendo nuestros anhelos y nuestras vidas entregadas a la creación, te diría nuevamente que me siento orgulloso de ser tu hijo, entonces me responderías con una sonrisa e inmediatamente cambiarías de tema de conversación porque tampoco te regodeabas, creabas. Tu partida me hizo tangible la impermanencia y la grandiosidad del instante coincidente.

Querido maestro Obregón, si la vida es únicamente presente, mis pensamientos se descubren eternos cuando te recuerdo. Tengo un trato con el viento para saberte presente en momentos dubitativos o adversos, esculpo en los vacíos de la selva el vuelo de las mariposas guerreras y en su trayectoria queda el halo de tu presencia entre las luces que recrean realidades alternas. Tomo agua del mar entre mis manos y el azul se vuelve translúcido, así mismo, con la creación, la realidad puede asirse para descubrir su auténtico color, una vez develado el secreto, es preciso actuar para transmitirlo, somos seres rituales, mágicos, poderosos y los actores son los mensajeros de la otredad. Ahora que habitas del otro lado del espejo, reconoces en tu cotidiano que la dualidad es un fenómeno terrestre y que el tiempo se colapsa y se descubre incierto. Compartes escenarios con otros grandes actores y actrices en puestas en escena que refieren a la condición del universo.



Querido padre, Chamán de la Palabra, el Teatro y tus seres queridos reconocemos en tu vida y presencia escénica a un ser que se atrevió a cuestionar los acuerdos que limitaban al desarrollo actoral y al de nuestra sociedad. Fuiste de los primeros actores en enfrentar al sagrado director para hacerle ver que los actores son creadores y no marionetas, rompiste esquemas y tabúes. Con tu formación autodidacta hiciste escuela en la actuación, te negaron una beca para estudiar en Bellas Artes y décadas después te otorgaron la Medalla de Oro de Bellas Artes cuando representabas majestuosamente al Rey Lear. Un director dijo entonces que eras el Rey de los Actores, sonreíste y luego te fuiste para tu casa, te inquietaba estudiar un libreto con un nuevo personaje. Fuiste un ser que equilibró la lisonja con el rechazo, que asumió riesgos porque se sabía íntegro, que lo único que le interesaba realmente era el Teatro, lo demás eran compromisos existenciales que igualmente enfrentaste desde la trinchera de la actuación. Gracias maestro Claudio Obregón, por tu compañía en los momentos que precisé de ella, por tu enseñanza y sabia distancia, por hacerme tangible la luz de la Creación, gracias querido padre, sonriendo, te mando un abrazo. 




martes, 12 de noviembre de 2013

El aprendiz sin maestro



El maestro entrecerró sus ojos para ver y preguntó a su discípulo...

--¿Por qué sonríes si ni siquiera resolviste la parte inicial del enigma?

El aprendiz miró a su maestro con gratitud, se levantó y junto a la puerta le contestó:

--No es preciso conocer las respuestas de los enigmas, sino vivirlos...

Caminó por un erial con fondo rojo reflexionando:

El presente es inasible y se ubica entre mis palabras y mi lectura, entre mi aliento y mi cuerpo, entre mi deseo y mi sueño...

Dice que la vida es lo evidente,
lo palpable, lo presente,
pasa, se gasta...

la vida como el agua fría es la sorpresa del invidente,
la vida es detenerte en la caricia, en lo ausente...

En aquellas arenas donde nada es cierto,
pasean los mitos con el corazón extirpado al Templo
y la realidad es la ensoñación de un Yo que no existe...

Los maestros me han dicho que con enunciados y reflexiones, presurosos dibujamos el contorno de nuestra circunstancia; sin embargo, la circunstancia es circunstancial y se apropia del fuego que ilumina; cobija a las necesidades propias del individuo que lo enciende…

...el aprendiz se descubrió caminando en la selva, reconoció que su búsqueda espiritual lo había aislado del mundo que hemos creado dentro del mundo, un venado cola blanca rumiaba con la mirada fija en sus manos; el aire se hizo ligero y volvió asible lo intangible; un breve silencio desfiguró las fronteras y el aprendiz dejó de cuestionarse. 

El Bambú y Los Sueños



En las montañas del Norte de Tailandia habitan distintos grupos étnicos: Akka, Karem, Lisu y Meo quienes hablan diferentes lenguas y poseen religiones, usos y costumbres diametralmente opuestos; sin embargo, tienen en común al desesperante lodo. Todo el año el lodo los rodea ya que cuando llueve todo se enloda y cuando siembran arroz se anda en el lodo.

Los Akka también siembran amapola y viven permanentemente drogados con la ilusión que provoca el humo fumado en bambú y son asediados por las circunstancias y los imponderables hasta los niveles en los que la miseria transgrede la materia para colocarse en sus espíritus.

Los Karem, más sobrios, construyen espaciosas casas de bambú a dos metros de altura del lodo, cocinan el bambú tierno y lo condimentan con chiles. Su existencia transcurre con la atención completa y a ritmos pausados, cada uno de sus pensamientos es claro y controlan sus deseos; un estadio de tal naturaleza otorga paz, seguridad, libertad... son budistas.

Una mañana desperté en un pueblo Karem en medio de la selva y junto a los elefantes que nos aguardaban para seguir nuestro viaje, un grupo de niños budistas presenciaba la partida del grupo de turistas del cual formaba parte; de pronto, quedamos rodeados y atrapados por sus gritos, nos hacían señas y no entendíamos su discurso ya que el tailandés es un idioma incomprensible, sobre todo cuando lo gritan los niños. 

Observé que nos empezaron a tomar fotografías y a videar con sus cámaras recién manufacturadas con lodo... fue una lección de ida y vuelta la que nos dieron esos canijos chamacos... apenas pude tomarles una fotografía que con gusto comparto con ustedes para describir que el bambú que se come, permite erigirse con dignidad sobre el lodo o fumar en él y soñar que lo hacemos...


Los Ritonantes


Náufragos, obra de Claudio Francia
  



Dos náufragos nadaban con dificultad hacia la costa justo antes de anochecer; las olas los revolcaron en tres ocasiones y fueron brutalmente arrastrados hasta la playa, cuando alzaron la vista, su angustia se transformó en terror al descubrirse observados por una serpiente quien retozaba entre las rocas; de pronto, sonrío con malicia infantil y muy quitada de la pena preguntó:

--¿Qué tal? ¿Les gustó el regentempe?

--¿Qué coño dice este animal? --Inquirió uno de los barbudos—

--¡Que eres un mequetrefe! --Contestó suspirando el otro náufrago--.

La serpiente se irguió con parsimonia y limándose las uñas comentó:

--La isla está llena de ritonantes mal encarados que acostumbran comerse vivos a todos los simpañetes que el mar nos envía. Los mastican lentamente con la boca del exomiandro y, como los simpañetes son muy orgullosos, les provocan  agruras; por eso yo creo que deberían acimarcarse en la rechufliada del jodín para que no los descubran.

--¿Y cómo podemos acimarcarnos en la rechufliada? Preguntó uno de ellos.

--Ah, pues muy fácil: introduciéndose en mi boca.

Sin pensarlo dos veces, los náufragos se precipitaron sobre las fauces del reptil.

Al amanecer, un ritonante despeinado se tropezó con la serpiente que dormía y la despertó.

--¿Oye? ¿Porque estás tan gorda?  

--Somnolienta, la serpiente contestó con desenfado-- “Te evité sufrir  unas terribles agruras…”

El ritonante dio dos maromas, se jaló los cabellos, colocó las manos en su cintura, refunfuñó con sus siete bocas y se alejó gritando:

--¡Ya no te soporto! ¡Eres una golosa,  canija  X´tabay!


Buen Viaje Zita Finol


El pasado 2 de noviembre, la escritora, maestra, amiga y columnista de Por Esto! de Quintana Roo, Zita Finol, partió de nuestro plano existencial. Su mirada profunda y brillante, observaba los eventos del mundo con la claridad que otorga la sabiduría. Regularmente me citaba en un café y platicábamos sobre Literatura. Fue una mujer generosa, con su cigarro en la mano dibujaba amorosos escenarios y me invitaba a crecer con ella en sus proyectos editoriales: vivía para la creación, por ello siempre la admiré. 

En algunas ocasiones participé con ella como jurado en concursos literarios organizados por la Casa de la Cultura de Cancún. Ambos leíamos a fondo las obras presentadas y no siempre coincidimos en las deliberaciones, pero invariablemente sonreía, a veces daba media vuelta a su rostro cuando tenía un desacuerdo conmigo, entonces parecía que buscaba a la felicidad detrás de su hombro y cuando la encontraba, volvía hacia mi desbaratándome con su sonrisa: le daba un sorbo a su café y luego me decía: “vamos, acompáñame a fumarme un cigarrito”. Entonces me volvía a plantear su argumentación y al observar que no me iba a convencer, se acababa su cigarro, me tomaba del brazo, luego me contaba algo que no tenía nada que ver con nuestra discusión y volvíamos a la mesa, yo contrariado, ella sonriente. Cuando aprendas a escribir sin tanto rollo –me dijo en una ocasión--, te van a leer más y tendrás menos dudas, inténtalo, vas bien, pero te falta.

Ahora la que me hace falta es ella, nos veíamos poco pero frecuentemente le hablaba a su celular y aunque estuviera ocupada siempre me atendía. Fue una gran amiga y maestra, tenía el don de reconocer la luz detrás de las limitaciones humanas. Le gustaba que le platicara sobre mis encuentros con maestros espirituales; disfrutaba reconocer historias lejanas y equidistantes, atendía con interés mis tesis sobre el chamanismo porque se nutría de lo etéreo, palomeaba de vez en vez un poema de amor que le mostraba y reía a carcajadas cuando le decía que las vacas sagradas estorban justo en el momento que uno quiere caminar por su propia cuenta… 

Querida amiga Zita, celebro haber compartido contigo el amoroso acto de sembrar estrellas en la arena...


domingo, 3 de noviembre de 2013

¿Altares vs Halloween?



El periódico El Universal informó en su pasada edición del 30 de noviembre que las escuelas de Sinaloa fueron conminadas para no festejar el Halloween y mantener nuestras "tradiciones mexicanas" como el Altar de Día de Muertos... la noticia me provocó una reflexión que deseo compartir con ustedes queridas lectoras estimados lectores ... Así como es una falacia el trasnochado Desarrollo Sustentable --porque toda actividad humana implica degradación y exterminio--, de igual manera es falso que tengamos tradiciones mexicanas que debamos defender a ultranza de invasiones culturales “extranjeras” ya que en la Historia Universal, el anacrónico concepto de pureza es racista y retrógrado.

Hace 70 mil años, los Neandertales practicaban rituales funerarios con flores, plantas medicinales y pintaban de rojo a sus muertos, siglos después, los mayas también pintaron de rojo a sus dignatarios antes de ser enterrados en sus majestuosas tumbas. Los romanos consideraban que las almas de sus parientes regresaban a las 12 de la noche y en el siglo XI, el Abad de Cluny inició en Francia la práctica de honrar a los creyentes y mártires de los primeros tiempos del cristianismo. Las tradiciones europeas se fusionaron con las culturas precolombinas que entendían a la vida y a la muerte en unidad y, coincidiendo en el acto de honrar a su ancestros: surgió la tradición de los Altares de Muertos que se popularizó en los años 30’s del siglo pasado como apunta la investigadora Elsa Malvido.

Ciertamente nuestros mayores precolombinos tuvieron el culto a la muerte y contaron con tradiciones donde lo sanguinario se ritualizó pero fueron otros los motivos y los vehículos que conducían a nuestros ancestros a comulgar con la otredad porque existían diferentes creencias y fueron otros los dioses que se invocaban.

Nuestra Cultura es el resultado de migraciones y sincretismos: si no hubiera existido la Nao de China no tendríamos la cerámica de Talavera ni existiría la China Poblana, de no haber ocurrido la migración española de la Guerra Civil, no tendríamos El Colegio de México ni las panaderías donde hoy se presentan panes de muerto y calaveritas de azúcar que tampoco son tradiciones milenarias ya que no hay registro de que nuestros mayores precolombinos construyeran Los Altares de Muertos, aunque se piense lo contario, es una tradición relativamente reciente y no es exclusiva de nosotros los mexicanos, también se celebra en Perú, Argentina, Chile, Venezuela y Sicilia, Italia, con distintos tintes y matices.

En rigor, tiene tanto derecho un niño purepecha a comulgar con sus abuelos en un cementerio envuelto en humo de copal y repiques de campanas; que un niño cancunense de padres norteamericanos a pedir su Halloween de casa en casa. Los dos son mexicanos bilingües y sus tradiciones familiares son válidas por igual. Es fundamentalista negar a los niños mexicanos con ascendencia Norteamericana el derecho a que celebren lo que sus padres consideran parte de su cultura.

El meollo del asunto no es litigar, confrontar o marginar --desagarrándose los ropajes— ignorando la diversidad étnica de nuestras tradiciones, tal y como veo en facebook que hay una campaña de rencor contra el Halloween cuando miles de mexicanos lo celebran, sino diferenciar y entender nuestra pluralidad. Es insano seguir confrontando lo que somos y cómo evolucionamos.

La diferencia sustancial no está en la forma sino en el fondo: el niño purépecha se viste para conectarse con una realidad alterna, acompañado de su familia: ofrenda, evoca, invoca, agradece, reconoce, comulga; el niño cancunense acompañado de sus amigos, se disfraza, exige con la amenaza “dulce o travesura”, atesora, compara y, al recibir, desaparece corriendo o cantando “queremos Halloween”.

Son dos realidades opuestas pero nos pertenecen, no son hechos aislados, son conductas y ni una es auténticamente mexicana ni la otra nos es ajena: son producto de tradiciones de diversas latitudes que se fusionaron en nuestro país con migraciones; ambas son sincréticas y por lo tanto merecen respeto por igual ya que forman parte de nuestra cultura y se aderezan con nuestro sazón por ello los niños que celebran el Halloween dicen: ¿No me da para mi calaverita?


La foto que acompaña mi reflexión es del pueblo Pomuch, en Campeche, donde los mayas de hoy en día y durante los días de muertos, van a sus cementerios a limpiar las tumbas de sus deudos y sacan las osamentas para limpiarlas con brochas y luego llevan a sus hijos y les dicen: aquí está el tío Martín y ella es la tía María... ésta tradición pudiera estar emparentada con el Altar V de Tikal en el que observamos al ahau (rey) Jasaw Chan K'awiil y un noble de Maasal, realizan una exhumación ritual de la osamenta de una mujer reconocida de alta jerarquía y sabemos también que era práctica común en ese periodo histórico exhumar y limpiar los restos de sus ancestros y volverlos a pintar con cinabrio... esa sí puede ser una tradición milenaria pero no los Altares de Muerto, no es sano desgarrarnos las vestiduras negando una parte de nuestra historia, tenemos una frontera kilométrica con los Estados Unidos, si hay tacos y enchiladas por allá, también tenemos la Big Mac y el Halloween por acá.

Recapitular es una sana disciplina que no ejercemos y es por ello que nos sentimos invadidos por tradiciones y culturas supuestamente ajenas cuando en realidad, nuestra historia y nuestra cultura, se sustentan en migraciones y costumbres transfiguradas. 

Sugiero hacer las pases con nuestra realidad, conociendo y comprendiendo su origen.