Cuando una madre le canta a sus hijos una canción de cuna, después parte unos jitomates, media cebolla, tres chiles habaneros y elabora una salsita; cuando nacen nuevas expresiones tipo ¿bax onda? o ¡Agüich! Cuando nos invitan a comer un tamal veracruzano o una carne asada estilo Sonora; cuando escuchamos una melodía que también oyeron nuestros abuelos; cuando los niños juegan a ser otros, todo ello y mucho más que nos distingue e identifica, es Cultura.
La Cultura entonces se relaciona con lo inmediato, es todo aquello que nos hace vivir; es también aquello que sale de manera espontánea y misteriosa desde el fondo de nosotros mismos aunque no siempre debe volver hacia nosotros... sin embargo, el signo de nuestra época es la confusión acompañada de su hermana mayor: la simulación.
Nuestras palabras, ideas y acciones están remitidas a producir y comprar impulsivamente luego terminamos por separar a la civilización de la Cultura, cuando en realidad son un único concepto.
Como sociedad, derrochamos todos nuestros esfuerzos en la preocupación por construir, en fregar al prójimo, en la ruptura, en el menosprecio de las ideas y de las palabras, en crecer económicamente destruyendo a la naturaleza, en hacernos tarugos creyendo que ahí la llevamos con un desarrollo sustentable cuando en realidad los factores económicos son santos de devoción.
Nuestra sociedad contemporánea está barnizada de "mitos inservibles", como aquél que pregona que se puede vivir por Amor al Arte, mi amigo escultor y pensador, Juan Rojas, define la situación de manera clara: "El Arte no tiene precio, pero sí un número".
En nuestro Tiempo y en Cancún, Considero que los artistas e investigadores debemos bajarnos de nuestro pedestal escenográfico y ofrecer las artes y el conocimiento en el cotidiano de nuestra sociedad, finalmente, somos una expresión de ella ¿cómo queremos tener público si nos ponemos exquisitos o somos consecuentes con la incongruencia y nos ofende la crítica?
A nivel artístico, en Cancún, el tuerto es rey y camina desnudo.
Como un personaje sustraído de alguna película de Federico Fellini, el Teatro de la Ciudad de Cancún fue inaugurado en "Obra Negra" hace ya muchos ayeres y después de varias administraciones aún no ha sido concluido, está situación es un monumento a la ingravidez política, pero siendo objetivos y con el ánimo de construir identidad, pregunto ¿de qué nos sirve un Teatro si no hemos construido un público que reconozca la valía de Las Bellas Artes?
A los creadores se nos presenta el desafío de ofrecer alternativas para que los cancunenses tengan otros referentes de identidad que no sea caminar por los Centros Comerciales y entonces la ciudadanía reconozca como suyas a las expresiones artísticas y culturales de sus conciudadanos.
Delante a nuestro tiempo, los creadores e investigadores debemos ubicarnos y comprender que nos tocó sembrar y que además hay que apurarse porque el rezago es no solamente inmenso sino que además, grosero.
Nuestras vidas están perdiendo magia porque nos estacionamos en consideraciones acerca de la forma imaginaria de nuestros actos y en los eventos materiales en vez de ubicar a los eventos artísticos y a los culturales en el corazón de nuestro cotidiano.
Nos apoyamos en el lado negativo de las cosas y dejamos pasar la oportunidad de renovarnos con nuestras infinitas posibilidades artísticas. Y es por este motivo que el mundo se vuelca contra nosotros, en Cancún existe una descomposición familiar que no solamente genera un ambiente taciturno sino que además atenta contra nosotros mismos.
Nunca antes como hoy ha habido tanta violencia y estupidez, jamás los hijos habían confrontado y ordenado a sus padres o se había perdido el respeto por la gente mayor, en ningún otro momento de nuestra historia hemos estado tan comunicados y al mismo tiempo viviendo tan solos... el sentido de la palabra civilización se está aproximando al significado de confusión.
Después de la Segunda Guerra Mundial, y al momento de reconstruir Inglaterra, un economista le señaló a Sir Winston Churchill que había asignado demasiado dinero a la Cultura, a lo que el estadista contestó: ¿Entonces que vamos a defender?
Nuestra coyuntura social, turística y económica puede detenerse por un instante y voltear hacia la Cultura, ella, como siempre lo ha hecho, nos recordará el sentido de la vida.