La primera vez que caminé por la calle General M. Utrilla para dirigirme al Mercado de San Cristóbal de las Casas, los indios tzotziles, tzeltales o tojolabales que caminaban en sentido contrario sobre la misma acera, apenas veían que me aproximaba a ellos, inmediatamente se bajaban de la banqueta porque en su cotidiano y en sus mentes estaba impuesta una sumisión hacia los mestizos.
Trabajando como guía de turistas franceses en el D. F, durante doce años y dos veces al mes visité los pueblos indios de Chiapas, admiré su fortaleza física y religiosidad, me dolía su marginación y desamparo, intentaba aprender algunas frases en sus idiomas pero el abismo entre su realidad y la mía era mayúsculo e irremediablemente surgía en mí una actitud paternalista que terminaba por romper cualquier intento de una comunicación sin condicionamientos. En una ocasión, una turista lloraba profundamente en el pueblo de San Juan Chamula porque veía a un grupo de niños vender artesanía y masticar con dificultad elotes asados ¿qué podemos hacer por estos indios? ¿Cómo los podemos ayudar? –Me preguntaba la turista entre sollozos y le respondí--: ¡Dejarlos tranquilos! Creo que eso es lo mejor que podemos hacer.
Y es que en la diversidad existen elementos culturales que invariablemente contradicen los parámetros de bienestar que el mundo occidental y de consumo establece como universales.
No siempre lo que para unos es agradable o necesario, resulta de igual valía para los otros; los juicios de valor establecen las distancias entre los seres humanos.
El 1 de Enero de 1994 y por motivos laborales, abordé un avión en la Ciudad de México con destino a Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas, al llegar al aeropuerto chiapaneco, escuché unos enigmáticos rumores que narraban el asalto de la ciudad de San Cristóbal de las Casas por un grupo de guerrilleros guatemaltecos, inmediatamente tomé una camioneta con dirección a San Cristóbal de las Casas, pero nos detuvimos en el primer retén zapatista, donde un grupo de campesinos tzeltales encapuchados y armados con palos, azadones y barretas, nos informaban que se habían levantado en armas y que integraban el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que no había paso y que nos recomendaban regresar a Tuxtla; por la noche, observé con terror a un escuadrón de viejos aviones de la armada mexicana surcando el cielo con la finalidad de bombardear a los rebeldes.
Seguí yendo a Chiapas porque a los turistas franceses les gustan las emociones fuertes y en consecuencia casi no hubo cancelaciones en los tours del primer trimestre del 94. Descubrí entonces a la figura mediática del Subcomandante Marcos y en primera instancia lamenté que tuviéramos que pasar por un interlocutor mestizo para dialogar con los indios; de pronto y a pesar de comprender que la marginación era lo que provocaba la rebeldía, me resultaba absurdo que no les diéramos la mayoría de edad a los Comandantes indios y tuviéramos que detenernos en la aduana mestiza del Subcomandante Marcos y del Subcomandante Samuel, obispo en aquellos tiempos de rebeldía armada e india.
Durante las negociaciones entre los Zapatistas y el Gobierno Federal en la Catedral de San Cristóbal, pasé dos gélidas noches haciendo guardia en las vallas humanas de voluntarios organizados por la Cruz Roja, a mis espaldas, sentía que en aquellas lunas se estaba discutiendo el nacimiento de condiciones sociales que procuraran equidad y tolerancia a la diversidad. Me imaginaba un futuro en el que tanto los pueblos indios, los coletos, los mestizos y los turistas de todo el mundo, pudiéramos sentarnos en equidad a tomar un café explorando y reconstruyendo nuestros entendimientos e intereses.
Un día los zapatistas marcharon al D. F, y los vimos entrar victoriosos al Zócalo, el maestro Saramago narraba con el llanto en la garganta aquel evento, la Comandante Ramona dirigió un brillante discurso en la Cámara de Diputados y se reformaron algunas leyes que finalmente aceptaron el derecho a la diversidad y ofrecieron un espacio a los usos y costumbres de los pueblos originarios de la tierra que habitamos.
De los 11 temas nodales de la Primera Declaratoria de la Selva Lacandona… poco se logró, de pronto Fox llegó al Poder y durante su sexenio misteriosamente Marcos dejó de dar entrevistas y su pluma guardó silencio, apenas despuntaba López Obrador como candidato con preferencia electoral entonces el Poeta de la Selva Lacandona se lanzó contra el candidato tabasqueño y más aún, decidió recorrer el país en “La Otra Campaña” para desviar la atención de las mentes progresistas que encontraban en López Obrador una esperanza de transformación social. Pasadas las elecciones, Marcos volvió a guardar silencio.
Los Zapatistas proclamaron en sus declaraciones y convenciones la necesidad de una transición a la democracia, la inviabilidad del partido de Estado; elecciones, resistencia civil y defensa de la voluntad popular; construir un Proyecto de Nación, esbozaron el carácter y los lineamientos del gobierno de transición, la formación de un Congreso Constituyente y una nueva constitución.
Hoy, de todo lo anterior, polvo queda. Cada sector de nuestra sociedad posee una versión de los eventos y los hechos indican que Marcos nos debe muchas respuestas que expliquen sus silencios y sus repentinos alborotos.
En Chiapas persisten los desequilibrios aunque ahora han tomado otro derrotero. Marcos y los subcomandantes ya no son reproducidos en las artesanías chamulas; los indios tzeltales de las montañas colocan a sus niños y a sus mujeres a la salida de vertiginosas curvas con cuerdas y troncos que atraviesan de lado a lado la carretera y cobran derecho de paso por su tierra a los automovilistas --aunque se trate de una Carretera Federal--; al ingresar a otros pueblos zapatistas también se paga derecho de piso y nos reciben letreros que nos dan la bienvenida a territorio zapatista donde se dice que el gobierno obedece y el pueblo determina; los niños tzeltales que alguna vez vendían plátanos y naranjas con un dejo de tristeza y con temor a los mestizos, hoy lo hacen altivamente y golpean los automóviles en los retenes si a su entender uno no les compró lo suficiente.
Después de 16 años Chiapas ha recibido infraestructura y mejoras en la educación, alimentación y salud, esta realidad no es un logro sino una centenaria deuda medianamente pagada. Los zapatistas han evolucionado y algunos pueblos indios han pasado de un lamentable estadio de opresión a una altanera posición de Poder como sucede en los retenes indios entre Las Cascadas de Agua Azul y Ocosingo donde se paga un derecho de vía por cada pueblo que se atraviesa en las tierras zapatistas. En otros casos, como sucede en Misol-Ha y en Agua Azul, los ejidatarios zapatistas que habitan los ejidos vecinos a los atractivos turísticos cobran su cuota independientemente del pago de la entrada oficial; el turista es quien menos debería pagar el rezago económico y el descontento social pero ahora la diversidad es vista por algunos pueblos indígenas con un sentido exclusivamente económico.
Hace unas semanas caminé de nueva cuenta por la banqueta de la calle General M. Utrilla que conduce al Mercado de San Cristóbal de las Casas y los indios tzotziles, tzeltales y tojolabales que caminaban en el sentido contrario a mi andar, no se bajaron de la banqueta, cupimos todos en ella, ciertamente me tuve que detener y orillar al muro para dejar pasar cómodamente a dos de ellos que cargaban unos pesadísimos bultos de maíz en sus espaldas; ahora caminamos todos por el mismo espacio, el detalle es que yo los sigo viendo con admiración y deseos de construir espacios de equidad y ellos caminan sin verme, les resulto un estorbo en su camino, el rencor histórico tiene derecho de transito y quizá por ello, ahora nos toque a los mestizos guardar silencio procurando con nuestras acciones --y no con enjundiosas Declaratorias Tropicales-- esos espacios de equilibrio que respeten la Diversidad.
Que curioso, cuando estalló el movimiento de EZLN alguien en mi casa comentó que eso era una simulación. Muchos lo vimos claro desde el principio, no entendía en ese entonces por qué los demás no lo veían si era tan evidente. Hace unas semanas tuve un sueño con Carlos Salinas de Gortari, y estudiando su biografía y "acciones" gubernamentales me surgieron muchas certezas...
ResponderEliminarQuerido Keops, sorpresas y simulación, como conotado ensoñador que eres reconoces las imágenes detrás del espejo, aprecio tus constantes visitas a este espacio, tus comentarios y tus puntuales recordatorios, sabes las razones de mi tardanza para contestarte pero entre nosotros no existen ni las distancias ni el tiempo, un abrazo, Claudio.
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