Hubo un tiempo de luces y sombras que enmarcaba planos sensoriales y los creadores suspendían al instante para transgredir al viento cuando acariciaba cuerpos retratados en un lienzo. Los seres humanos nos veíamos a los ojos, comulgábamos con sonidos trazados por luminosos aceites y las sombras describían en silencio los secretos de la ausencia.
Ese tiempo precisaba de "los otros" para ser cierto, sabía esperar, nunca tuvo prisa y el tic tac o las campanas recordaban la fragilidad del pensamiento. La letra era verdad en tanto fuese honesta y propusiera caminar por un parque, por la playa o por los senderos de una granja viendo firmemente al horizonte... sabedores de que vivimos rodeados de la otredad.
Coc.
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