I
Mi querida madre me cuenta que
los viernes de su infancia iba a casa de Doña Cristina para mirar las funciones
de Lucha Libre de Enanos que se transmitían por televisión; me dice que los
niños se sentaban en un madero y les cobraban veinte centavos. Mis padres
pertenecen a la primera generación que entendió la realidad reducida en una
pantalla, lo hicieron por intervalos ya que la programación era limitada y los
televisores se calentaban.
A los cinco años, los
sábados en la noche, mi abuelo me inculcó que había que ponerse “firmes” para rendirle honores a la
bandera durante el Himno Nacional que se cantaba antes de los campeonatos de
Box ¿Pero si Mantequilla Nápoles nació en Cuba por qué pelea por México?
--Preguntaba a mi abuelo y me respondía--: “en el Box todo se puede, es una
batalla…” El televisor de casa de
mis abuelos duró casi dos décadas a pesar de los tremendos golpes que le dábamos en los costados para que volviera la imagen
cuando de pronto y sin razón alguna, se iba. Delante a mis ojos de niño
acontecía que en aquellos días de evidente “progreso”, cuando fallaba la
tecnología que reducía la realidad a una pantalla, le recetábamos una serie de macanazos cavernícolas al viejo
televisor para que volviera a funcionar.
Poco a poco construí
una buena amistada con el televisor de casa de mis abuelos, en él, tengo visto
en Blanco y Negro llegar a los astronautas a la Luna –o la película de Stanley
Kubrick que se filmó para la ocasión--, decenas de campeonatos mundiales de Box
y las primeras caricaturas. Después, el ingeniero mexicano Guillermo González
Camarena inventó la transmisión a color y fue entonces cuando la realidad de la
llamada Caja Idiota paulatinamente sustituyó a la Realidad… en todos los
sentidos y en todos los colores.
II
De antes, la infancia
transcurría en la calle, ahí nos reuníamos para jugar, correr y pelear, era un
buen sitio para observar a los mayores y para escondernos de ellos. En el mundo
de los niños que se educan en la calle, las jerarquías se establecen por edad o por tamaño y
el estatus económico no es sinónimo de poder sino de circunstancia. En la
calle, los niños se sirven de contados objetos para jugar, “son ellos y sus cuerpos” en relación a un orden
lúdico que establece la exhibición o el ocultamiento. Los niños cuentan con
preguntas, cierto, pero reconocen más de lo que preguntan y en el mundo de los
juegos de la calle, reciben al
viento en la cara antes de caer de bruces en la acera, regresan a casa con un
chipote en la frente o con un raspón en la rodilla, los descalabros son
constantes. Pero todo ello tiende a desaparecer, veo cada vez menos niños
recreándose y arrastrándose en la calle… son cautivos de los aparatos
electrónicos.
Sin afirmarlo por
completo pero creo que se llamaba “Pal” el ahora ridículo juego para la
televisión en la que por vez primera, la voluntad humana se veía reflejada en
los movimientos de la pantalla chica. Se trataba de dos barras horizontales
colocadas arriba y abajo del televisor que golpeaban a una lentísima bola hasta
que una de las dos barras no la golpeaba y la bola pasaba de largo. Una
verdadera ridiculez, pero en aquellos lejanos soles nos pasábamos tardes
enteras dándole a la pelotita verde. Como un vórtice sin fin, la tecnología de
pronto inició una frenética carrera que nos ha conducido hoy a poseer
instrumentos electrónicos que pueden reproducir realidades alternas: en mis
tiempos de estudiante de primaria soñaba con tener un reloj que incluyera una
calculadora para realizar rápidamente las cuentas… los escolares de hoy,
cuentan con teléfonos celulares que incluyen calculadoras, relojes y todo el
resto del mundo.
En una ocasión se me
ocurrió llevar a una función especial de cine a un grupo de niños de entre 6 y
9 años de edad, pasaban dos películas, una de Charles Chaplin y la otra del
Gordo y el Flaco. Apenas inició la película de Chaplin uno de mis invitados
gritó: ¿Por qué le quitaron el color? Le volví a explicar lo que ya les había
advertido sobre el cine mudo y antiguo pero insistía en que le hacía falta color y, cuando los
adultos nos desfondábamos de risa, una invitada me preguntó ¿de qué se ríen…?
Nos salimos sin hacer mucho ruido. Somos lo que vimos y así vemos cómo somos,
por ello reflexiono que una ridícula barra horizontal que golpeaba a una pelota
verde o una mueca de Chaplin son improntas del proceso evolutivo de nuestras
percepciones del movimiento y de nuestra risa.
Los miércoles paso por
una calle de la Unidad Morelos en la que hay muchos niños jugando y vagando, la
semana pasada, en la acera derecha noté que un niño de entre 6 y 7 años
sostenía en sus manos una tablet, estaba acompañado por otros 2 niños de la
misma edad y otro en pañales que observaba la escena blandiendo una paleta en
su mano izquierda; me dirigí sigilosamente hacia ellos para escuchar lo que
platicaban y, cuando llegué, un niño preguntó a quien sostenía la tablet ¿Y
puedes ver a Dios…? Me detuve, saqué un papel como buscando una dirección, tomé
el celular, lo consulté, lo guardé y no hubo respuesta, siguieron jugando en la
tablet, entonces continúe mi camino e inicié una reflexión sobre los objetos.
Recordé aquellos rituales mayas en los que los objetos se convertían en sujetos
cuando eran poseídos por entidades divinas o conciencias inorgánicas y los
dignatarios, a través del éxtasis chamánico, viajaban a otros mundos ubicados
en el doblez de nuestro mundo.
III
Desde el día en que
iniciaron las transmisiones de la Lucha Libre de Enanos, los niños mexicanos
nos hemos cautivado con el elenco de posibilidades que la ciencia y la
tecnología nos proveen para que La Realidad u otras realidades pueden ser
transmitidas, recreadas, manipuladas y deconstruidas en objetos planos que las
contienen. Iniciamos viendo en las pantallas cómo se pelea, ahora diseñamos
estrategias para pelear en las pantallas y estamos inmersos en una lucha
permanente por obtener la mejor marca y el último modelo. Poseer una tablet, el
mejor celular o la pantalla más grande son sinónimos de evolución y progreso;
timbres de nuestro tiempo que demuestran los fantásticos avances de la
inteligencia humana que se descubre impulsada y dirigida por el instinto animal
que reclama competencias, guerras, sumisión, Lucha Libre, Box, Fútbol y
obcecación…
Coc.
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