Hace 30 000 años, nuestros mayores enterraban a sus muertos y los acompañaban con flores, animales y alimentos. La filosofía del México Antiguo entiende a la vida y a la muerte como una unidad, nosotros, los mexicanos, heredamos tradiciones milenarias que se encuentran presentes en nuestro cotidiano y precisamente, cuando celebramos un concurso de Ofrendas de Muertos, nos hacemos "uno" con las tradiciones que dieron forma a nuestras vidas, eso es lo trascendente de celebrar y "vivir la historia".
La Casa de la Cultura de Cancún recientemente celebró el XIII Concurso de Ofrendas de Muertos, en esta ocasión fue dedicado a las tradiciones del la Península de Yucatán. Como en anteriores concursos, tuve el honor de ser invitado para formar parte del jurado calificador. Después de trece concursos, podemos decir que este evento empieza a ser una verdadera tradición; observamos a padres de familia que llevaban a sus hijos en brazos y les decían al oído: mira hijo, cuando era estudiante, yo también participé con mi escuela y construimos un altar muy parecido a este...
Desde temprana hora, 12 grupos de jóvenes entusiastas descargaron en el patio de ingreso de la Casa de la Cultura de Cancún los materiales orgánicos destinados a la construcción de los altares, poco a poco llegaron los gallos y los pollitos para recrear el ambiente campirano, el sol calaba fuerte, se prepararon decenas de tortas de jamón y queso, las bromas y los refrescos circularon entre los concursantes, la tarde caía y terminaban de ajustar los últimos detalles de sus ofrendas.
Los Altares de Muertos son un escenario donde coinciden tradiciones precolombinas y católicas, se constituyen de tres niveles los cuales representan la visión precolombina del universo mesoamericano dividido en tres ámbitos: Cielo, Tierra e Inframundo; la Cruz Cristiana se transfigura en la Cruz Maya, aquella que en su momento, también fue parlante, y más aún, estuvo ataviada con una prenda femenina.
El simbolismo trinitario es universal y en nuestro país tiene múltiples aristas, en la tradición maya que comulga con los muertos, se celebran tres ceremonias dentro de la fiesta llamada Hanal Pixán (comida de las ánimas). El primer día se dedica a los niños y se nombra U Hanal Palal, también el primer nivel de los altares está dedicado a las ánimas de los niños, se les colocan velas de diferentes colores y sin orden, algunos juguetes de madera para que se entretengan y no se les antoje llevarse a su dimensión a un niño de la comunidad, por ello a los niños vivos se les coloca un cordel rojo en el puño derecho para distinguirlos de las animas infantiles. El segundo día se conmemora a los adultos muertos y se nombra U Hanal Nucuch Uinicoob y el tercer día se dedica una misa a las ánimas en general que por lo regular se celebra en el cementerio. En algunos altares del concurso, se colocaron también algunas recreaciones de tumbas para conmemorar ese tercer día.
Los participantes del concurso fundamentan la recreación de sus altares con la tradición oral, los consejos de sus padres y abuelitos, los recuerdos colectivos y alguna bibliografía cibernética. Algunos altares fueron decorados con hojas de plátano representando la austeridad que conlleva la espiritualidad maya y otros con manteles delicadamente bordados a mano. La comunión se realiza a través de la comida pero las ánimas únicamente se nutren del aroma de los alimentos preparados con limpieza absoluta y amorosa dedicación. A los difuntos se le ofrecen frutas regionales y de la estación así como tamales, mucbipollos, incienso, vaporcitos, guisados a base de pepita, flores, naranjas, velas, dulces de coco, pan, maíz en grano, atole nuevo, alguna bebida alcohólica que fue en su caso fue su perdición, yuca con miel y mucho amor.
Fueron 12 los altares que se presentaron físicamente en la Casa de la Cultura de Cancún y, por primera vez, participaron también los internos del Centro de Rehabilitación Social (Cereso) de Cancún, por lo que los miembros del Jurado Calificador nos trasladamos al Cereso para calificar su altar.
Cada grupo participante contó con diez minutos para presentar su trabajo creativo, algunos altares privilegiaron el uso del idioma maya y con vocablos milenarios nos explicaron los símbolos y sus significantes. Algunos grupos realizaron escenificaciones de rituales con fuego y danzas, invitaron al silencio y a los rezos a participar en sus espacios rituales y recibieron al Jurado con sonrisas delicadamente envueltas en vestimentas tradicionales.
El esfuerzo colectivo, la voluntad inquebrantable, el sudor y los deseos, la esperanza del triunfo y las complicaciones superadas se concentraron en diez minutos de exposición, para los miembros del Jurado, esos instantes están llenos de fuerza y vitalidad, en mi caso, cada palabra, cada gesto, cada verdad que transmiten los jóvenes al explicar el contenido de sus altares es un momento de creatividad y permanencia. Explicar un Altar de Ofrenda de Muertos significa hacer visible el portal de la otredad, es un filtro entre dos caminos, es una montaña mágica dividida en tres niveles que une a los seres humanos con el Cielo, la Tierra y el Submundo, es también el escenario donde comulgan nuestras voluntades con lo que sabemos que existe y preferimos, en ocasiones, mejor no razonarlo, sin vivirlo.
El rezo no es racional, tampoco los es un Altar de Ofrenda de Muertos, los objetos y fotografías, las velas y los alimentos son la síntesis de nuestras certezas y códigos sociales; Durante el recorrido oficial, los niños se acercaban a observar a quienes vestidos en gala explicaban lo que está fuera de la razón.
Además de ser un concurso, es un escenario donde participan mitos y tradiciones que evolucionan y se adaptan a nuestra sociedad de consumo y, a pesar de los embates del Halloween, logra mantener su fuerza milenaria. Quienes asistimos a la Muestra de Altares, estamos uniendo nuestra existencia, nuestras emociones y nuestros criterios con rituales que celebramos los seres humanos desde al menos hace 30 Mil años.
En un concurso debe haber un ganador y en esta ocasión, la decisión del Jurado fue unánime y otorgó el primer lugar al altar realizado por los internos del Cereso de Cancún, los ganadores fueron Julio Cesar Bretón Cortéz, Sady Frasue Herrera Azcorva, Juan Carlos Rodriguez Valle, Luis Sebastian Barrientos Moratalla, Carlos Alejandro Martinez Dominguez y Eustaquio Huchim Poot. El Altar de Ofrenda de Muertos realizado por los internos del Cereso de Cancún, inició con un camino ritual de cal que simbolizaba los senderos mayas que conducían hacia el Norte, que por cierto, era blanco y también el Portal de la Muerte.
La explicación del altar estuvo a cargo de Julio Bretón quien con claridad en la mente, propiedad en el lenguaje y discreción en los adjetivos, nos explicó que su altar estaba dedicado al primer preso político de Yucatán, Manuel Antonio Ay quien durante la Guerra de Castas fue aprehendido y ahorcado en la Plaza de Santa Ana en Valladolid; el camino blanco decidieron iluminarlo con velas para que simbolizaran las almas de los mayas que murieron en la Guerra de Castas y esparcieron algunos granos de maíz para representar a los cuerpos de los muertos en aquellas célebres batallas.
Todos los altares cuentan con los mismos elementos, lo que los hace diferentes, es la composición de los mismos y, en este concurso, el altar ganador, poseía una composición de los elementos que reflejaba fielmente la filosofía maya, el entorno natural, alimenticio y social de aquella época así como la vida del personaje histórico a quien fue dedicado. Estos fueron, entre otros valores estéticos e históricos, lo que diferenció al altar del Cereso del resto de los altares presentados en el XIII Concurso de Ofrenda de Muertos.
Como miembro del Jurado y a título personal, refiero que el esfuerzo de los jóvenes en la Casa de la Cultura de Cancún fue realmente portentoso, desde las ocho de la mañana estuve presente observando la colocación de sus altares y encontré una dinámica de solidaridad que es de resaltarse, cada quien tenía su misión y objetivo, paulatinamente fueron construyendo su espacio, su entorno, apilando las piedras, pintándolas una por una, colocando las trabes en los techos, amarrando los maderos ya que no se pueden utilizar clavos porque ahuyentan a las ánimas, sonriendo, sudando, mal comiendo y de prisa, platicando, gozando, deseando, todos esos jóvenes trabajaron arduamente para construir un escenario de comunión social, con sus recursos económicos, invirtiendo en el instante, sintiéndose un grupo unido.
Durante la entrega de reconocimientos y premios, el auditorio de la Casa de la Cultura estuvo abarrotado de jóvenes impacientes por conocer los resultados y quiero resaltar que cuando escucharon que el primer lugar se lo llevó el Altar del Cereso, hubo un sincero y generalizado aplauso de la concurrencia, mostrando un automático gesto de solidaridad con los reclusos. Cuando llegamos a entregar el premio, los internos no sabían que habían ganado el primer lugar y al informarles, el júbilo entre ellos fue conmovedor, nunca he visto a ninguna persona recibir un premio con tanta humanidad, en los rostros de los ganadores se marcaba una felicidad que trasciende al premio mismo, para ellos, es un reconocimiento a su esfuerzo como integrantes activos en nuestra sociedad y muestran un rostro, consciente, amable y distinto a todo lo que se dice del sitio donde están recluidos.
Ahí también suceden cosas interesantes, como que un grupo de individuos que en su momento cometieron un error en sus vidas, se consideren parte de la comunidad y deseen participar en lo que ella ofrece, manteniendo contacto con las sustancias del exterior porque de esta manera, cuando nuevamente se integren a la sociedad, su adaptación será productiva y reconocerán que el esfuerzo cotidiano, la disciplina y la entrega a un objetivo, es lo que conduce al éxito y precisamente esa circunstancia la comprobaron en su primera participación en este concurso.
Este tipo de eventos son los que construyen identidad, se realizan con muy poco presupuesto y con el esfuerzo de la comunidad, deben ser apoyados y a pesar de las crisis y demás circunstancias económicas propias de nuestro desatino, la Cultura, es un catalizador de inquietudes sociales, un conducto por el cual podemos canalizar nuestro potencial, es una lástima que a ninguna agencia de viajes les interese por ejemplo, llevar a sus turistas a que presencien esta tradición que además es reconocida como Patrimonio Cultural de la Humanidad, peor aún, quizá ni sepan que existe.
Estamos muy inconexos en esta ciudad, no nos conocemos ni mucho menos nos reconocemos en la diversidad, estas tradiciones y manifestaciones culturales deben ser prioridad para los gobiernos en todo momento sin importar el partido político que gobierne, las tradiciones son de todos, son nuestra riqueza intangible,porque no hay dinero es que hay que invertir en ellas, así generarán más riqueza.
Ahí está el ejemplo de lo que con pocos recursos y mucha voluntad, un sector de la sociedad cancunense es capaz de realizar. Mi reconocimiento a la Casa de la Cultura de Cancún por mantener estos eventos a pesar de las dificultades de recursos y una felicitación a todos los participantes en el Festival Cultural que acompañó al Concurso de Altares de Muertos.
Julio Cesar Bretón Cortéz, Sady Frasue Herrera Azcorva, Juan Carlos Rodriguez Valle, Luis Sebastian Barrientos Moratalla, Carlos Alejandro Martinez Dominguez y Eustaquio Huchim Poot, dignos ganadores del XIII Concurso de Ofrendas de Muertos Casa de la Cultura de Cancún.
Muy emotivo tu reportaje.
ResponderEliminarAdmiro la vida de Manuel Antonio Ay, así como de los mayas que intervinieron en luchas tan desiguales,siento que guardan un paralelismo con los yaquis, de ser víctimas del deseo de suprimir a un grupo racial,y como mayas y yaquis han sido,para mí, pueblos luchadores,defensores de sus derechos,ejemplo para las nuevas generaciones.
Recibe un sincero aplauso por tu trabajo.
Estimada Marucha, agradezco tus palabras que han girado por mi mente en estos días. Observo que tanto los yaquis como los mayas se han desarrollado en condiciones de adversidad, han penado para lograr alimentarse y sin embargo, ambos pueblos, son poseedores de un Conocimiento Silencioso que les permite interactuar con el universo más allá de la razón. Como bien dices, son pueblos guerreros, íntegros y cierto, un ejemplo de ancestral filosofía de vida que se torna realidad cuando comprendemos los humanos que somos seres universales. Es un libérrimo placer escribir y ser leído, más aún, coincidir y procurar, gracias, Claudio
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