viernes, 17 de diciembre de 2010

Xodayre



Los habitantes de la ciudad de Xodayre procuraban especial cuidado en la dinámica de sus pensamientos, tenían un cuerpo coloidal y hablaban poco. Cuando por descuido incurrían en reflexiones densas o mal intencionadas, sus cuerpos se solidificaban y de sus bocas surgía --como torrente de agua--, una masa coloidal que continuaba reflejando su conciencia. Todas las tardes, los moradores de Xodayre reunían en una gran plaza sus pensamientos solidificados y con enormes mazos los quebraban para utilizarlos como material de construcción en sus templos y en sus bares.



La armonía era constante entre aquellos seres. No contaban con ningún dirigente y sus decisiones las tomaban de común acuerdo; estaban realmente despegados del interés final de cada uno de sus actos y preferían concentrar su energía en cuestiones estéticas. Una tarde el mar se comportó de manera inusual: el oleaje, de pronto, cambió de intensidad y la luz del sol se tornó violácea; del fondo marino emergieron cuatro tortugas gigantes que jalaban una inmensa plataforma formada de caracoles, conchas y corales. En el centro de la plataforma, con dificultad se podía distinguir a un diminuto cocodrilo de largos bigotes y exuberante panza. Todos los habitantes de Xodayre se congregaron en la orilla para presenciar el espectáculo, excepto Drak, un sordo sonriente, aislado de la comunidad.



El pequeño cocodrilo dijo llamarse Poqiq' h90, mencionó que venía de los mares del sur y que había llegado hasta esa playa porque sus tortugas necesitaban reposo. Inmediatamente fue invitado a degustar la bebida tradicional de Xodayre, elaborada con el fermento de las hojas del árbol de la risa salvaje. Después de cinco tarros y cuatro espléndidas narraciones del fondo marino que magistralmente relató Poqiq´h90, los coloidales le preguntaron si quería conservar algún recuerdo de su estancia. Dudó, observó su entorno y después de un breve silencio, respondió que estaba realmente intrigado por las estatuas que adornaban el salón, le explicaron que no eran estatuas sino pensamientos solidificados y que si le gustaba alguno, se lo podía llevar tranquilamente. Lo acompañaron de regreso a su plataforma. Con enorme dificultad las tortugas gigantes dieron vuelta en dirección al mar. Al entrar en contacto con el agua, el pensamiento–estatua que le habían regalado, se desmoronó.





Pasaron 17 lunas y otra vez la playa de Xodayre comenzó a cambiar. El mar se abrió y del fondo emergieron ocho tortugas gigantes que jalaban una enorme plataforma donde venía sentado Poqiq´h90. Fue recibido nuevamente por todos los habitantes de la ciudad, excepto Drak. En esta ocasión, el pequeño cocodrilo bigotón traía consigo muchos caracoles luminosos que ofreció a todos los habitantes de Xodayre. Les comentó que en el interior de aquellos caracoles había registrado todos los sonidos de los mares del sur. Curiosos como eran, los coloidales, colocaron los caracoles en sus oídos. Súbitamente quedaron inmóviles y sus ojos se cerraron lentamente. Poqiq´h90 lanzó una gran carcajada y se fue directamente a la cantina, se tomó todo el licor que encontró y pateó cuatro pensamientos solidificados, disfrutando estruendosamente cuando caían y se rompían. Salió corriendo y lanzando escupitajos por todas partes. De pronto se topó con Drak. Inmediatamente cambió su actitud, sonrió amablemente y con la gracia de un mago saco de sus bolsillos un caracol y le explicó todas sus virtudes. Drak tomó el caracol entre sus manos, lo olió y se lo regresó. Le dio una palmadita en la panza y se fue caminando en dirección contraria al mar.



Poqiq´h90 llegó presuroso a su plataforma y desactivó el sonido de todos los caracoles. Los moradores de Xodayre volvieron en sí y preguntaron a Poqiq´h90 porqué no había más sonidos. ¡Ah!... buena pregunta. Para descubrirlo tienen que venir hasta aquí, exclamo con voz rasposa Poquiq ´h90. Los Xodayrenses subieron a la plataforma y el pequeño cocodrilo panzón reactivó los caracoles, dio órdenes a sus tortugas de regresar al mar y se llevó consigo a todos los habitantes de Xodayre; excepto a Drak, quien vio, desde una roca, como lo dejaban solo.



240 lunas han pasado desde que Drak quedó como único habitante de Xodayre. Ahora llegan seres sólidos que caminan en grupo, presurosos y a destiempo. Se preguntan quién habitó allí y por qué esta todo abandonado. Drak se divierte dejándoles todas las noches, a hurtadillas, un pequeño pensamiento solidificado. Drak está solo, acompañado sólo de seres sólidos. De cuando en cuando, por las tardes, observa el sol violáceo y llora mirando hacia el sur.





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