Por: Claudio Obregón Clairin
Hace algunos millones de años, la Península de Yucatán se encontraba bajo las aguas oceánicas y súbitamente emergió a la superficie terrestre, entonces la vida marina feneció y se petrificó. Cuando colocamos en nuestras manos una piedra calcárea de la Península de Yucatán, regularmente encontramos conchas marinas o restos de caracoles petrificados en ella; las arenas tipo “sascab” (tierra-blanca), cuando las tocamos, nos dejan un sutil polvo impregnado en nuestros dedos que curiosamente, hace millones de años, fueron microorganismos marinos; ese polvo lo utilizaron los mayas como cemento para “pegar” las piedras con las que construyeron sus monumentos, más tarde encalaron sus fachadas para pintarlas de color rojo y éste color le dio una calidad al monumento, es más, le otorgó vida, los mayas lo nombran “ ch’ulel’ ” que nosotros con dificultad atinamos a traducir como “santidad” y, aunque sea un término divino, se descubre limitado para explicar al vocablo maya ch’ulel’ ya que éste implica y significa imbuir de vida a lo inanimado.
Al igual que los Dioses y provistos de una parafernalia y rituales chamánicos, los mayas dieron vida a los objetos y los transfiguraron en sujetos, luego entonces, los monumentos fueron vasos comunicantes con sus entidades divinas, la lectura jeroglífica nos indica que les llamaron Casas y Montañas Mágicas y que las orientaron en función de los movimientos planetarios.
Nosotros, a la distancia y delante al asombro, reflexionamos que aquellas piedras que los mayas utilizaron para construir sus monumentos: alguna vez tuvieron vida otorgada por la impermanencia infinita, emergieron de entre las aguas y nuevamente contuvieron una existencia cuando los mayas decidieron levantarlas del subsuelo para erigirlas hacia el cielo pintadas de ch’ulel’. Hoy, discurriremos sobre los vestigios de las dos vidas de las piedras y una civilización.
I
En nuestro universo existen diversos niveles y atmósferas en las que habitan múltiples existencias, nuestra capacidad humana de percepción se encuentra muy limitada delante al universo energético, basta comprender nuestra ignorancia para entonces mensurar nuestro desvarío, observemos por ejemplo que en nuestro universo el 73% de lo que es, no sabemos qué es pero conocemos de su existencia, los científicos la nombran “Energía Oscura” y punto final, el 23% de lo que constituye nuestro universo se reconoce, se mide y se nombra “Materia Oscura”, el 4% restante, son átomos, es decir, estrellas, el viento, tú y yo, así que somos minoría en el cosmos, nos encontramos entre el macro y el micro, tenemos conciencia de ello y alrededor y dentro de ambas realidades, circula un elenco de entidades, algunas las percibimos, de otras nada más somos su súbditos…
Los mayas carecieron de metales duros y los blandos como el oro fueron menospreciados, es más, le llamaron “caca de sol”. La referencia tecnológica de los mayas fueron las piedras y las piedras son pacientes aunque precisan “del otro” para ser, la familia pétrea más preciada para los mayas fue la del Jade, compuesta por Nefritas que se localizan en 28 países del mundo y por Jadeítas que se ubica únicamente en dos lugares de nuestro planeta: Myanmar (antigua Birmania) y en el Valle de Motagua en Guatemala. La dureza del Jade obliga actualmente a utilizar discos de punta de diamante para cortarla y tallarla, los mayas históricos tallaron jade contra jade y el polvo que de la fricción les resultaba, fungió como abrasivo para seguir tallando esencia contra esencia.
El Jade fue una piedra de la nobleza emparentada con el orden divino, en tanto que la obsidiana fue la piedra que acompañó a los mesoamericanos desde sus orígenes. Con la obsidiana se construyeron las primeras armas para la cacería y más tarde las de la guerra, tallada de manera delicada se obtenían peinetas y navajas para cortar el cabello y la poca barba que les crecía a nuestros abuelos mesoamericanos, con cuchillos de obsidiana se destazaban las presas cobradas en la selva y con otros similares se abrían vientres para extirpar corazones que ofrecían a esas entidades divinas que según interpretaron los mayas se nutren de la energía vital de los humanos que también se nombra ch’ulel’ , para nuestros ancestros mesoamericanos las realidades colaterales de “la otredad” eran parte de su cotidiano y a través de espejos de obsidiana invocaban a un elenco de entidades divinas que regían su vida ceremonial, comunitaria y agrícola.
II
Las minas de obsidiana del Mundo Maya se localizan en la región montañosa que colinda con el Petén y la Península de Yucatán, sin embargo en ciudades como Tikal se han localizado navajas de obsidiana que provienen de las minas del Estado de Hidalgo, en el Altiplano Central. Desde tiempos olmecas, el corredor comercial del Norte del Petén configuró el nacimiento de poderosas urbes como El Mirador, Tikal, Calakmul entre otras Ciudades Estado que se instalaron en zonas carentes de afluentes naturales y valiéndose únicamente de aguadas y de la precipitación pluvial, fueron capaces de construir tremendas edificaciones vivientes, provistas de ch’ulel’ .
El comercio es el fruto de la aventura y la malicia, los mayas controlaron el paso comercial entre el Altiplano y Centroamérica, ese paso fue muy codiciado, la lectura de las inscripciones nos indican que hubo un tiempo en el que algunas familias de la nobleza teotihuacana estuvieron emparentadas con dinastías mayas, para Teotihuacan era sustancial controlar las minas de obsidiana maya y hacia el s. IV estaban en poder de Tikal. El misterioso dirigente teotihuacano Atlatl-Cauac (Buho Atrapalanzas) envió en el invierno del año 377 a su general Siyak K’ak’ (Nacido del Fuego) quien de entrada cuenta con un nombre maya pero se le reconoce como proveniente del Oeste (Teotihuacan), conquistó la ciudad de Waka (El Perú) y el 14 de Enero de 378 conquistó Tikal.
Otras ciudades periféricas de Tikal hacen mención de sus “visitas” pero no toma posesión de ninguna ciudad, más bien se aseguró que el hijo del dirigente teotihuacano Atlatl-Cauac, Yax Nuun Ayiin I, ascendiera al trono de Tikal inaugurando una nueva línea de consanguinidad de la nobleza gobernante.
III
De estos eventos podemos concluir que teotihuacanos y mayas tuvieron acuerdos y desacuerdos por el tráfico de mercancías del Petén y por el control de las minas de obsidiana, de tal suerte que las piedras condicionaron las relaciones y los destinos de algunas ciudades mayas y nos revela una intensa relación maya-teotihuacana que deberíamos explorar ya que nos aguardan tremendas sorpresas; recientemente supimos del extraordinario descubrimiento de los arqueólogos Rubén Cabrera y Saburo Sugiyama en la pirámide de la Luna: localizaron un entierro ritual compuesto de tres individuos de origen maya ataviados con jade, sentados en posición de loto y sus rostros colocados hacia el Este.
A todas luces, los mayas y los teotihuacanos mantuvieron lazos comerciales, políticos y religiosos desde el origen de ambas civilizaciones, recordemos que Teotihuacan fue una ciudad imperial que no tuvo rival y que se configuró de la unión de varios grupos étnicos, por ello no existe una escritura formal sino un lenguaje pictográfico, ideográfico y conceptual. Sabemos también que al decaer su poder, algunas familias o linajes de origen teotihuacano emigraron hacia el Mundo Maya, justo en el periodo que nombramos Posclásico, una época no definida con claridad pero situada entre el s.VII y IX.
Esos linajes arribaron al Norte de Yucatán y configuraron a los “Xiuh” de Uxmal, a los “Cocom” de Mayapán y a los “Itzá” de Chichén Itzá, entre otros pueblos que durante muchos años erróneamente fueron llamados toltecas y a raíz de los estudios de Laurette Sejournée y Enrique Flores Cano, así como la lectura de la escritura jeroglífica ahora se comprende que la verdadera Tollan no es Tula sino Teotihuacán, que los toltecas en realidad son teotihuacanos que hubo varias Tollanes --Chichén Itzá fue una de ellas-- y, he ahí, el meollo del asunto para comprender de mejor manera las historias cifradas del Chilam Balam y los flujos humanos y comerciales que devela la arqueología, así como el desarrollo histórico de las ciudades mayas que estuvieron íntimamente relacionadas con Teotihuacán, algunas de ellas subordinadas pero es también muy probable que algunos nobles mayas hayan contribuido en la configuración del Imperio Teotihuacano y por ello recibieron el honor de ser enterrados en el corazón de uno de los monumentos emblemáticos de Teotihuacan.