La
ciudad maya de Yaxchilán fue reportada por vez primera en 1882 por el
explorador inglés Alfred Maudslay, en sus notas leemos que los mayas de la
región la nombraron “Menché Tinamit”, sin embargo, otro explorador, Teobert
Maler, fue quien la bautizó como Yaxchilán, combinando “yax” que significa
primero, verde o azul y “chilán” que pensó erróneamente significaba “disperso”.
Su intención era hacer referencia a las piedras de los monumentos que estaban
esparcidas en la plaza ceremonial. Maler comentó que los templos de Yaxchilán
estuvieron pintados de blanco con una franja roja.
Los
mayas históricos ocuparon un territorio de aproximadamente 200 mil kilómetros
cuadrados, de los cuales, 67 mil están circundados por ríos navegables. Al
carecer del uso práctico de la rueda, los mayas se sirvieron de las rutas
fluviales para transportar sus mercancías. Yaxchilán se ubica en el corazón de
la selva, justo en un meandro del río Usumacinta en el que aún se pueden
escuchar los rugidos del jaguar así como las graves y profundas llamadas
territoriales de los simios saraguatos quienes saltan a tropel entre las ramas
de ceibas centenarias que alcanzan 60 metros de altura.
Entre
el año 320 y 359 d.C, el ahau (rey) “Yoaat Balam I”, “Pene Jaguar I”, fundó la
dinastía que gobernó Yaxchilán durante 500 años. Sus descendientes lo nombraron
“u nahh tal chum ahau” (el primer señor de la palabra sentado). Justo unos años
después de la fundación de la dinastía de Yaxchilán, el 31 de enero de 378
d.C., un guerrero teotihuacano llamado Sijaj K’ak’ (Nacido del Fuego), conquistó
la ciudad de Tikal, eliminó al ahau Chak Tok Ich’aak I (Gran Garra Encendida) y
cedió el poder a Yax Nuun Ayiin I (Primer Caimán), al parecer, hijo de un
gobernante teotihuacano identificado como Buho Arrojalanzas.
Teotihuacan
no tuvo rival en Mesoamérica, su influencia cultural, comercial, religiosa y
política iba desde Michigan, USA, hasta Copán, Honduras. Los intereses
teotihuacanos en el Mundo Maya se centraron en control de las minas de
obsidiana situadas en las montañas que hacen frontera entre Guatemala y Belice
así como en la gestión de la ruta comercial que iniciaba en la costa de Belice
y seguía una línea hacia el Golfo de México por el Petén Guatemalteco. En esa
ruta comercial, durante siglos transitaron mercancías provenientes del
Altiplano Central y de Centro América, ese flujo comercial dio vida y riquezas
a El Mirador, San Bartolo, Cerros, Tikal, Nakbé y Calakmul, ciudades ubicadas
en el llamado “Corredor de El Mirador”.
El
Mundo Maya recibió la tutela teotihuacana desde el inicio de sus dinastías pero
tuvieron un desarrollo cultural diferenciado, los mayas recrearon una bella e intrincada
escritura jeroglífica en tanto que los teotihuacanos prescindieron de ella, por
ello, aún son un gran misterio, en tanto que los mayas dejaron de serlo desde
que conocimos los significantes de su escritura sagrada.
En
algunos dinteles y estelas de Yaxchilán leemos que las esposas y las madres de
los ahauob’ practicaban rituales de autosacrificio perforándose la lengua con
una cuerda que era bañada de sangre y depositada en un plato ceremonial
provisto de papel amate doblado y cubierto de copal. Después de las sangrías,
la cuerda y el papel eran quemados para invocar a una “Serpiente de Visión” de
origen teotihuacano quien en el transe chamánico, surgía del humo blanco y, de
sus fauces, emergía el rostro de Yoaat Balam I ataviado con el armamento
teotihuacano y la imagen de Tlaloc en su tocado.
Las
sangrías de las Ixbacaob’ e Ixahauob’ (guardianas del cielo y reinas) de
Yaxchilán, nos revelan ritos chamánicos e invocaciones a entidades divinas que
participaban en las guerras regidas por el planeta Venus. Los jeroglíficos nos
dicen que la “Serpiente Quetzalcoatl” fue conocida en el mundo clásico maya
como “Waxaklaju’n Ubah Chan” que significa “Las 18 imágenes de la Serpiente” en
tanto que algunas de las serpientes de visión invocadas con el fuego se
transfiguran en un mítico animal en forma de “ciempiés” que los mayas llamaban
“Chapat”.
Los
nombres de los primeros ahauob’ que pudieron leerse fueron el de “Itzamanaaj
B’alam II” conocido como “Escudo Jaguar” y el de su hijo “ya-?-B’alam” o
“Pájaro Jaguar” quienes gobernaron Yaxchilán por 90 años, desde 681 hasta 771.
La majestuosidad arquitectónica y artística de Yaxchilán, es obra de ambos
ahauob’ quienes vivieron un momento de gloria en el reacomodo político del
Mundo Maya justo después de que Tikal se liberó de la dominación que durante
130 años había ejercido Calakmul sobre ella. En la fragmentación del poder,
algunas pequeñas ciudades, como Yaxchilán, crecieron a base de conquistas
militares, capturas y sacrificios de ahauob’ y sahalob’ (nobles), acciones de
Estado que propiciaron el crecimiento económico obteniendo la gestión de las
rutas fluviales, tributos y mano de obra para la edificación de sus monumentos
así como a excelentes artistas foráneos quienes engalanaron con su arte escultórico
los famosos dinteles y estelas de Yaxchilán.
Itzamanaaj
B’alam II gobernó 61 años Yaxchilán, fue uno de los más longevos ahauob’ y un
temerario guerrero. Hábil político que logró mantenerse vivo y poderoso gracias
a las alianzas matrimoniales que realizó tomando como esposas a mujeres de
linajes de Yaxchilán y de Calakmul. Fue el primer ahau en compartir sus estelas
con sus mujeres y con prominentes sahalob’, los rituales de invocación a
serpientes sagradas de origen teotihuacano así como a los ancestros que
emergían de sus fauces son improntas del Estilo Poder y de una original e
inédita política que inauguró Itzamanaaj B’alam II en el Mundo Maya.
Los
rituales de asutosacrificio de las mujeres de Yaxchilán son actos chamánicos y,
al mismo tiempo, forman parte de una original propaganda política que en vida
le sirvió a Itzamanaaj B’alam II como garante de su poder, pero al morir, entre
el heredero al trono y los linajes de Yaxchilán, surgió rivalidad y
preocupación por dejar testimonio escrito y visual de quiénes lograban tener
contacto con aquellas Serpientes de Visión, por qué y para qué. En los próximos
3 artículos dominicales, presentaré los dinteles que muestran a las dignatarias
de Yaxchilán, realizando temerarios rituales de invocación a las Serpientes de
Visión.