Amanecía en la selva, era el verano de 1983, con
firmeza sujeté el volante de la combi y a 70kms/h tomé una serie de curvas del
antiguo camino de terracería que conducía a Frontera Echeverría, al salir de la
última curva, me encontré con un enorme charco, en fracción de segundos,
observé que justo a la orilla del charco caminaba tranquilamente un lacandón;
al cruzar el charco, vi por el retrovisor que había bañado de lodo la túnica
blanca y la larga cabellera del lacandón. Si me sigo –pensé--, me va a mentar
la madre y si apunta las placas, cuando regrese por la tarde me pueden apedrear
la camioneta, si me paro, me va mentar la madre igual pero quizá de regreso no
me apedreen y hasta un aventón le pueda dar.
Bajé de la combi y me le acerqué con fingida cara de
arrepentimiento, disculpe amigo, lamento haberlo bañado, es que al salir de la
curva no lo vi… el lacandón se limpiaba el rostro de lodo, me miró con
serenidad, sonrió y siguió caminando, al no recibir reclamo, vamos ni siquiera
un poco de atención, mi ego de chamaco se quedó desubicado e intenté alcanzarlo
preguntándole si quería un aventón, siguió caminando sin voltear a verme,
encendí la camioneta, me aproximé a él y le ofrecí nuevamente un aventón,
sonrió nada más sonrió, ni una palabra me regaló… y siguió caminando.
Ese fue mi primer contacto con los lacandones, algunos
meses más tarde, acompañé como guía a un excéntrico millonario francés quien
deseaba sobrevolar el Estado de Chiapas, viajaba con su esposa quien vestía
siempre de blanco y en una de las tantas vueltas que le dimos la selva abordo
de una destartalada avioneta, lo convencí de visitar a los lacandones y aterrizamos
en el pueblo de Lancanha, era mi segundo contacto con los lacandones y estaba
muy contento de volver a verlos, apenas descendimos, la mujer vestida de blanco
regaló unos dulces a un grupo de niños que llegaron como remolino a su pies, su
esposo tomó tres fotografías y volvimos al aire, que es a donde le gustaba
estar al turista francés.
Durante algunos años los lacandones se habían vuelto
insondables para mí, pero empezaron a vender sus arcos y sus flechas en la zona
arqueológica de Palenque, amablemente intenté platicar en una ocasión con ellos
y antes de darme la espalda me dijeron: nosotros no damos comisión a los guías
por la venta de nuestros arcos y flechas…
Aferrado en querer conocer a los lacandones, tomé mi
mochila y sin turistas me fui a visitarlos, cuando llegué a Lacanha me recibió
un joven lacandón de nombre K’in quien me acomodó en una cabaña de sus familiares
y me llevó a conocer una increíble
cascada en medio de la selva, encontramos los vestigios de unos
monumentos mayas y le pregunté si en alguna ocasión había visto o se había
encontrado con algunas piezas arqueológicas, me dijo que en un montículo
encontró unas piezas de jade, como unos muñecos… ¿y qué hiciste? Le pregunté:
ahí los dejé –contestó— apelando a mi instinto chilango, sin reflexionar le
pregunté: ¿no los agarraste?—No, me dijo K’in… ¿por qué? Porque tienen dueño,
me dijo y siguió caminando por la selva…
Una tarde picaba fruta en una tabla de caoba a la
entrada de la casa lacandona en la que me hospedaba y K’in me dijo, mira, allá
va K’in Obregón… ¿Obregón? ¿Se apellida Obregón? Pregunté… afirmó con la cabeza
y salí corriendo a alcanzarlo: Sr. K’in Obregón, disculpe… --el lacandón era
alto, fornido, pelirrojo y de piel blancuzca—disculpe, pero es que me dijo K’in
que usted se apellida Obregón… me miró fijamente, luego saqué mi credencial de
elector, le mostré que yo también me apellido Obregón y le sonreí… miró la
credencial de elector, luego me miró a mí y preguntó: ¿tienes pilas? Lo miré
desconcertado y le insistí, mire quizá somos parientes ¿tienes pilas sí o no?
No, no traigo pilas le contesté, dio media vuelta y siguió su camino.
Ruth Lechuga Deutsche
Tuve el privilegio de ser amigo de la Doctora Ruth
Deutsche Lechuga, fotógrafa, directora de museos, química, filántropa,
coleccionista de máscaras y autoridad en la artesanía mexicana, fue una bella
mujer que naciendo allende las fronteras, entregó su vida a México. En las
primeras décadas del siglo pasado, Ruth viajaba con Gertrudis Blom y Frans Blom
por la selva lacandona, fueron ellos y los chicleros quienes por vez primera
entraron en contacto con los lacandones.
¿Oye Ruth y cómo encontraron a los lacandones? –le
pregunté una vez en el museo de su casa y me respondió--: más bien fueron ellos
quienes nos encontraron cuando preparábamos de comer en un claro de la selva y
se acercaron tranquilamente hacia nosotros. Ruth me platicó decenas de
anécdotas referidas al intercambio tecnológico y sensorial que tuvo con los
lacandones, para ellos todo era absolutamente extraño, los humanos que estaban
delante a ellos contaban con objetos que para ellos parecían salidos de un ensueño;
la factura de las pieles y las telas así como los instrumentos de metales, escapaban a sus referencias
visuales.
Ruth alcanzó a presenciar rituales chamánicos que
realizó Chan K’in Pancho Villa, uno de los últimos sacerdotes lacandones pero
no dejó heredero del conocimiento ancestral, se quejaba de que ningún lacandón
quería tomar el conocimiento para sí, partió de éste plano existencial
llevándose consigo un conocimiento milenario.
Como resultado de las conquistas de voluntades, las
entidades divinas lacandonas originales fueron suplantadas por creencias
cristianas, un proceso de 50 años en el que se desintegró una civilización para
inducir en sus descendientes nuevas creencias ajenas al imaginario ritual de la
selva.
Ruth me contó que los muchachos del Instituto
Lingüístico de Verano ILV (una organización sustentada por la CIA que a nivel
mundial se ocupó de evangelizar y desarticular a las sociedades primigenias de
todo el mundo con el pretexto de estudiar sus idiomas), llegaron en un camper,
echaron a andar el aire acondicionado e invitaron a unos dirigentes lacandones
a ingresar al fresco.
Para los lacandones debió haber sido una sensación extrañísima
pasar de 39 grados a 21 de un sopetón y ya cómodamente sentados, entonces les
ofrecieron “hielos”, los lacandones sentían el agua fría en sus manos y en sus bocas,
los muchachos del ILV los invitaron a chupar el hielo y entre chupada y
chupada, también les enseñaron cantos de una religión cristiana.
Repitiendo el sistema de condicionamiento que el ruso Ivan
Pavlov experimentó con un perro y de donde derivó “el conductivismo”, los
muchachos norteamericanos del ILV, introdujeron una distante religión en la
mente de los lacandones y al cambiar la codificación térmico-religiosa, se
transfiguró de igual manera y sin remedio, su milenaria visión de la
existencia.
Los mayas lacandones estuvieron aislados durante siglos,
encapsulados en un imaginario ancestral que daba prioridad a la simbiosis de
los seres humanos con la naturaleza; súbitamente, los visitaron la modernidad y
los misioneros güeritos, el gobierno del ex presidente Luis Echeverría los dotó
de bosques y luego se hicieron reservas ecológicas, sin embargo, cada ocasión
que voy a la Selva Lacandona, veo o escucho de talas clandestinas realizadas o
toleradas por los lacandones.
Ahora la mayoría de los lacandones están encapsulados
en nuevas creencias religiosas, morales y éticas, los lacandones que viven en
Palenque, por la mañana se visten con sus tradicionales túnicas blancas para
vender sus arcos y flechas a los turistas en la zona arqueológica pero cuando
bajan al pueblo, se disfrazan de occidentales y abandonan el vestido tradicional,
como abandonaron sus tradiciones chamánicas y al imaginario que los acreditaba
como descendientes directos de los mayas históricos.
Los seres humanos somos el resultado de
transfiguraciones mentales que han determinado nuestra historia, todo
evoluciona, sin embargo, no toda evolución significa progreso y hoy, los
lacandones comulgan con jóvenes misioneros estadounidenses una Fe alejada años
luz de su codificación genética pero implantada en su neocórtex como única
realidad existente.
De acuerdo con mi experiencia personal, fui un buen amigo de Chan Kin viejo y Francisco Villa Bor, al igual que Carmelino mi guia en la selva, creo que el sincretismo animista de los "caribes", no puede verse a simple vista, hay que vivir entre ellos, para darse cuenta del humor con el que juegan hacia el "cashlan" y guardan su vicion del mundo entre ellos y algunos otros grupos mayas.
ResponderEliminarHugo Najera.
www.yalalte.org
Primero que nada gracias por compartir tus experiencias y pensamientos. "no toda evolución significa progreso", me parece una frase para reflexionar,vamos en una vida rápida donde no nos detenemos a pensar si lo que hacemos o aprendemos realmente es valioso si los cambios que hacemos en nuestra vida y nuestras costumbres tienen significado o impacto en nuestras vidas, solo nos dejamos llevar.
ResponderEliminarDonde los arreglos o apoyos del gobierno solo son parches a nuestra existencia.Pero ¿Donde esta nuestra participación?, porque recordemos que permitir también nos hace responsables.
Corresponde a cada uno la responsabilidad de conocer nuestras costumbres, tradiciones e historia, para poder transmitirla a nuestros hijos o alumnos.
Me encanta que compartas...
Estimado Hugo, gracias por su comentario, ciertamente los lacandones tuvieron contacto con el cerca y el junto, entendieron la perplejidad del silencio y precisamente pongo atención en que se pierden esos ancestrales escenarios mentales... debió haber sido una experiencia única haber compartido instantes con aquellos Hombres de Conocimiento, saludos cordiales...
ResponderEliminarHola Rosaura, tu comentario es preciso ¿Dónde ésta nuestra conciencia? En pocas palabras... celebro que coincidamos en la percepción y búsqueda, saludos y celebro tus visitas por aquí...
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