La científica mexicana Silvia González, de la universidad John
Moores, Liverpool, descubrió con estudios genéticos que desde tiempos sin
memoria y hasta hace 200 años, en Baja California Sur habitaron los Pericués,
individuos que contradiciendo las teorías oficiales de las migraciones al
Continente Americano, no provinieron de Asia sino de Australia.
El rostro reconstituido de "La Mujer de las Palmas" --
con 10 mil años de antigüedad y ubicada en un río subterráneo cercano a Tulum--
evidencia que existió una lejana migración proveniente del sureste de Asia
(Indonesia).
La fisonomía de los habitantes de San Agustín, Colombia, al
igual que la de los olmecas, demuestra un origen africano mezclado con
migraciones asiáticas. Los vikingos llegaron antes que Colón al Continente
Americano y aportaron su material genético a los pueblos amerindios. Cuando
nacemos, algunos mexicanos --tanto mestizos como descendientes
mesoamericanos--, portamos en la espalda baja la llamada "mancha
mongólica" una especie de hematoma que revela nuestra ascendencia
mongólica.
A la luz de las evidencias que demuestran migraciones milenarias
provenientes de todos los continentes, concluimos que la Globalización inició
miles de años antes que la promocionara Margaret Tatcher.
El sentido de
pureza racial, étnica, cultural y lingüística, es absurdo. Provoca racismo,
marginación, indiferencia, nubla nuestra percepción sobre nuestros orígenes y
nos impide comprender a la impermanencia como una verdad universal. La
sensación de desamparo es atenuada con la percepción profética del final de los
tiempos.
Nuestro planeta ha
pasado más tiempo congelado que como ahora se encuentra. Durante miles de años,
quizá 100 mil, el Hemisferio Norte se mantuvo congelado y la altura de los glaciares
se medía en kilómetros. En aquellos soles, los océanos se encontraban hasta 200
metros por debajo de su nivel actual y, entre África y América, había una serie
de islas que pertenecen a la Dorsal Mesoatlántica, una cordillera hoy sumergida
y que durante miles de años permitió que existieran migraciones humanas de
África a América, aquellos abuelos africanos se fusionaron con los migrantes de
Asia y es por ello que las culturas más antiguas de nuestro continente se
encuentran en Suramérica y son de origen negroide y asiático (San Agustín,
Caral, Chavín, Valdivia entre otras ciudades primigenias de Colombia, Perú y
Ecuador).
Los glaciares se
descongelaron y volvieron a congelarse en diversos periodos históricos, fue así
como llegaron los migrantes de Asia (teoría migratoria que propuso el etnólogo
francés Paul Ribet), pero también hubo migraciones de otras latitudes como
hemos enunciado. Uno de los pueblos que aún subsiste de las primeras
migraciones asiáticas se nombran Mapuches y viven en Chile y Argentina.
Sus tradiciones
milenarias paulatinamente se han perdido por la culturización de Occidente; sin
embargo, aún persisten trazos de usos y costumbres emparentadas con las
tradiciones chamánicas siberianas que interpretan a la naturaleza con respeto y
simbiosis.
A mi entender,
existe un mito sobre el sentimiento amoroso de aquellas sociedades hacia su
medio ambiente. La naturaleza es violenta, no amorosa, los animales se
aniquilan entre si, hay transformaciones permanentes del medio ambiente y cuando
ambas situaciones se interpretan con la moral, nos conducen erróneamente a la
culpa y a la demagogia cultural.
Somos lo que somos
por haber matado al otro y por compartir los alimentos, lo seguimos haciendo
aún en las sociedades industrializadas. La conducta violenta del ser humano es
una respuesta simbiótica a la esencia de nuestro medio ambiente. Es por ello
que afirmo que el Desarrollo Sustentable es un absurdo, todo desarrollo implica
degradación, podemos atenuarlo, pero no está en nuestra condición hacerlo. Para
salvar a la Tierra, primero tendría que desaparecer el género humano. Hemos
llegado al punto de la sobrepoblación y explotamos irracionalmente nuestros
recursos, ambas situaciones son producto de la dinámica del Cosmos, podría ser
diferente ya que contamos con criterio y conciencia, pero no es así.
Tanto las
sociedades de cazadores como las agrícolas y las urbanas de consumo, han
reproducido los mismos esquemas, la diferencia entre ellas estriba en la
percepción energética, religiosa o racional de nuestra existencia. Los chamanes
de la antigüedad paleolítica fueron intermediarios con las entidades divinas,
los espíritus y las conciencias inorgánicas; las Señoras Religiones tuvieron en
los ministros de culto a los intermediarios con Dios y, hoy, la tecnología nos
comunica en la soledad, la degradación familiar y el desencanto.
En el universo de
los cazadores, los chamanes procuraban la salud mental y física de sus
comunidades, durante el oscurantismo occidental fueron perseguidos y negados,
hoy, algunos pueblos descendientes de tradiciones milenarias conservan y
respetan la tradición chamánica, los mayas entre ellos. En Occidente, como
resultado del individualismo plastificado, se ha tergiversado su función, confundiendo
al chamán con el showman.
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