En su ensayo “El
problema del chamanismo”, el filósofo rumano, Mircea Eliade, plantea que en las
culturas de Oriente, India y China,
existe la tradición de observar al Centro y al Eje del Mundo como
sagrados espacios a través de los cuales los chamanes realizaban la ruptura del
tiempo, del espacio y ascendían a las regiones cósmicas; ese vaso comunicante,
en ocasiones se le ubica en una montaña y en otras es representado por un tubo
energético por el cual los chamanes accedían al cielo o descendían al
inframundo.
Entre las culturas
mesoamericanas, ese tubo es identificado como un árbol cósmico, su expresión
plástica contemporánea lo ubicamos --entre otras improntas-- en el árbol de los
Voladores de Papantla del Golfo de México y en la Ceiba de los Mayas. El
geólogo e investigador, Víctor E. Flores Roldán, plantea en su ensayo “Ciudades
Estelares” que algunas urbes como Monte Albán, Teotihuacan y Tenochtitlan,
fueron construidas siguiendo el diseño celeste de la Vía Láctea que va de Norte
a Sur. Argumenta también que el cruce de la Eclíptica (banda imaginaria que va
del Este al Oeste y por la cual transitan la Luna, el Sol, los Planetas y 13
Constelaciones) con la Vía Láctea, es el Corazón del Cielo que alude la
escritura jeroglífica maya en algunos textos como la Estela “C” de Quiriguá y
que su contenido epigráfico hace referencia al mito de la Creación.
En una conversación
que mantuve con Víctor Flores Roldán, coincidimos en que la Osa Mayor que gira
en torno a la Estrella Polar, es la representación del Ave Mitológica Maya que
el Popol Vuh nombra Vucub Caquix (Siete Guacamayo –la Osa Mayor tiene siete
estrellas--). En su obra Maya Cosmos, la maestra Linda Schele identificó a la
presuntuosa ave como Itzamyéh (probable Alter Ego de Itzam Na que en el Códice
Dresde se le reconoce como Dios “D”). De igual manera, en la primera lámina del
Códice Feyervary Meyer se ubican los rumbos del universo con un árbol para cada
punto referencial y, en la cima de cada uno de ellos, aparece un ave.
Los Haida de la Costa
Occidental Canadiense, construyeron los célebres Tótems que tenían la función
de preservar el legado y el contacto de los clanes y de las familias con el
cosmos; por lo regular, se coronan con un ave que presenta sus alas extendidas
tal y como la cerámica ritual y el Popol Vuh representan a Vucub Caquix. Mircéa
Eliade plantea en el ensayo anteriormente señalado, que en Asia Central, entre
los Ostyaks, el Árbol Cósmico perfora en la bóveda celeste una abertura llamada
Casa del Cielo y, los Tchouktches, consideran que el crecimiento del Árbol
Cósmico provocó un agujero en la Estrella Polar.
Cuando estudié budismo
Vipassana en el Monasterio Wat Ram Poeng (Tapotaram), en Chang Mai, Tailandia,
un maestro de luz me confió que antes de que las palabras y las experiencias
humanas se inscribieran en piedra, los chamanes primigenios realizaban viajes
estáticos a través de un canal que estaba orientado hacia la Estrella Polar.
Las semejanzas
mitológicas que he reseñado, forman parte de un ensayo de largo aliento que
estoy escribiendo sobre los fundamentos boreales de la Religión Maya y, el día
de hoy, presento algunos trazos que son el preámbulo idóneo para introducir a
las chamanas mapuches del Sur del Continente Americano quienes --al igual que
los Haida y las civilizaciones descendientes de las culturas boreales— están
íntimamente conectadas con un milenario pasado glaciar de origen chamánico.
¿Cómo es posible que
las chamanas del Sur de Chile y Argentina estén conectadas con las mitologías
del Ártico? Pareciera completamente fuera de contexto, pero no es así. El globo
terráqueo ha estado más tiempo congelado que como ahora se encuentra y, durante
las pausas de las glaciaciones, hubo dos migraciones provenientes de Asia que
atravesaron hacia el Continente Americano. La primera aconteció hace 40 o 30
mil años, luego se volvió a congelar el Hemisferio Norte y hubo otra migración
hace 13 mil años; los pueblos mapuches de Chile y Argentina, descienden de la
primera glaciación, es por ello que su bagaje mitológico es de origen
siberiano.
En la cultura mapuche (como
en Corea), predominan las mujeres chamanas sobre los chamanes y, en el caso de
los mapuches, algunas fuentes indican que la mengua de los Hombres de
Conocimiento es producto del violento impacto represivo del cristianismo y del
materialismo sobre su cultura milenaria. La chamana mapuche se nombra Machi y
el filósofo mapuche Alonqueo, comenta que La Machi encarna el espíritu de un
ancestro llamado Fileu para mantener una cadena que une a los humanos con el
conocimiento milenario. La Machi, al igual que los chamanes del mundo, sana las
enfermedades del alma y del cuerpo, mantiene una íntima relación con los
protectores de la naturaleza (Kemu/Kemo), con las fuerzas celestes (Newen) y
tiene la capacidad de transgredir nuestra realidad para acceder a la Región
Celeste (Wenu Mapu) valiéndose de su tambor (Kultrun) tal y como los chamanes
siberianos lo han hecho durante milenios. Utiliza piedras esféricas que
representan al Sol y a la Luna, evidenciando la atávica percepción de la
dualidad que las civilizaciones primigenias heredaron de las largas noches y
los prolongados días del Ártico, escenario natural de las culturas boreales que
pernearon su entendimiento al resto del mundo tal y como estoy evidenciando
desde hace algunos meses en mis conferencias y con mis artículos y ensayos.
La Machi se sirve
entonces del Kultrun (tambor) para provocar el aturdimiento de la mente, igual
que los chamanes raramuris (huicholes) lo siguen haciendo durante sus mitotes. La
Machi se sirve de las Plantas de Poder para acceder a niveles de conciencia
alterados y paralelos en los que puede comunicarse con las entidades divinas,
espíritus y conciencias inorgánicas. Utiliza psicotrópicos como la Datura ferox que originalmente vino de
China acompañando las migraciones mencionadas.
Por lo regular La
Machi es una mujer robusta que al igual que los chamanes travestis Inuit (antes
llamados esquimales) transgrede su género para convertirse en unidad energética
y representar a toda su comunidad.
Ninguna Machi desea
ser chamana porque es un designio de los espíritus y, cuando en su canto les
reclama haber sido señalada a pesar de no desearlo, demanda en contraparte ser
auxiliada por ellos durante sus funciones tribales. Su voz queda insertada en
su tambor antes de ser sellado con el último nudo y grita dentro del tambor
para que la esencia de su ser se unifique con el instrumento que recuerda el
latir del corazón (en la actualidad, la música electrónica que se escucha en
los Raves recuerda esa comunión con el sonido del corazón y el uso de
estupefacientes llamados “éxtasis”, hacen referencia a ese pasado glaciar donde
a través de las Plantas de Poder y el tambor, se detenía el diálogo interno
racional para dar paso al ámbito energético y sensorial… las búsquedas
contemporáneas son derivadas de un pasado glaciar. Tal y como he apuntado en
otras ocasiones: culturalmente, somos descendientes de los Hijos del Frío…)
La Machi cuenta
también con un Árbol Cósmico, se nombra Rewe, Prapahue o Quemukemu,
etimológicamente está relacionado con la pureza y mitológicamente con la
Estrella Polar y los Tótems Haida de la Columbia Británica Canadiense. Es un
objeto de poder del clan pero también un vínculo con “la otredad” y tiene
peldaños por los cuales La Machi realiza su ascenso al orden cósmico después de
una danza y el aturdimiento colectivo de la razón con el hipnótico latir del
tambor (esta actividad mitotera nos recuerda la historia nórdica de la Mujer
Esqueleto).
Algunos Rewe tienen 3
peldaños, otros 7 o 9, las fuentes no coinciden en número y significado, he
visto fotografías de algunos Rewe con diferentes números de peldaños, todos
nones, porque en el orden místico mapuche no se utilizan números pares. Los 3
peldaños pueden estar relacionados con los 3 mundos chamánicos (el de los
humanos, el de los espíritus y el de los ancestros) que se entrelazan en la
realidad humana y que Occidente interpretó como alucinaciones o diabólicas interpretaciones
de la existencia; bien sabemos de las limitaciones interpretativas y
preceptúales de Occidente. El 9 pudiera estar relacionado con las lunaciones
que se precisan para la gestación humana y el 7 es un número divino en diversas
sociedades.
A pesar de los
atentados fundamentalistas del cristianismo y la tendencia al exterminio de las
tradiciones energéticas que procura incesantemente Occidente en nombre de la
evangelización, el sometimiento y el consumo, La Machi sigue viva, al igual que
las tradiciones chamánicas de otros pueblos del mundo y, reconocer su relación
con Siberia, Mesoamérica y la Costa Occidental Canadiense, nos habla de un hilo
conductor que podemos volver a hilvanar para entretejer el tejido de nuestra
Historia, más allá de los idiomas y latitudes ya que somos descendientes de los
Hijos del Frío quienes danzaron alrededor del fuego que filtraba las inquietudes
humanas al Más Acá, vecina región en la que los espíritus y los ancestros
habitan.
Los niños, los Hombres
de Conocimiento y los Guerreros de Luz “ven” esos puentes energéticos ya que
están emparentados con la pureza.
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