“Queridas lectoras, estimados lectores, el día de hoy iniciamos el año
gregoriano 2014, es par y la suma de sus números nos da 7, como 7 colores
primarios vemos y tonos musicales escuchamos. Cada 7 años renovamos por
completo las células de nuestro cuerpo y 7 son los días de nuestras semanas.
Las matemáticas se acercan a la percepción divina porque tornan predecibles los
eventos y develan cíclicas coincidencias dispuestas a ser veneradas, entonces
los números adquieren poder al transfigurar los símbolos en significantes; en éste
escenario, los seres humanos hacemos propio al sentido de veracidad que nos
conduce a la realización por encima del destino natural y, cuando cumplimos una
meta o sorteamos un desafío, reconocemos que la sustancia que nos produce
satisfacción no se encuentra en lo que creemos o interpretamos sino en la
intensidad conque lo hacemos…”
En 1943, Philip Drucker y Waldo R. Wedel
descubrieron el monumento 13 de La Venta, Tabasco. Analizando su factura, Beatriz
De la Fuente y Tillie Smith han cuestionado que se trate de una expresión
artística olmeca aunque no parece haber sido traído de otra latitud ya que fue
esculpido en una columna de basalto reutilizada. En todo caso, quizá pertenezca
a un periodo tardío, el consenso de las dataciones establece que fue esculpido
entre el 600 y 200 a. C.
Conocido popularmente como El Embajador o
El Caminante, el individuo del monumento 13 sostiene un banderín en su mano
izquierda, debajo de ella observamos una columna con tres signos, de arriba
abajo el primero parece una pelota o un círculo, el segundo pudiera representar
una flor y el tercero a la cabeza de un ave; detrás de él se ubica la huella de
un pie humano. Éstos 4 símbolos pudieran formar parte de un mensaje cifrado o
constituir una frase inscrita en un sistema de escritura primigenio olmeca.
El epigrafista Alfonso Lacadena
García-Gallo ha propuesto una lectura al texto del monumento 13, sugiere que
los cuatro símbolos forman parte de un único texto y durante su participación
en la Mesa Redona Olmeca, Balance y Perspectivas celebrada en 2005 en el Museo
Nacional de Antropología e Historia, presentó una lectura a los 4 símbolos del
monumento 13, obra en la que aparecen los primeros esbozos de comunicación
escrita en La Venta.
Nos dice Lacadena: “ La orientación hacia
la derecha del signo de cabeza de ave del monumento 13 de la Venta sugiere que
el orden de lectura del monumento es de derecha a izquierda… Del primer signo
que abre la inscripción destaca el tamaño distinto que presenta en comparación
a los otros signos del texto… es visiblemente más pequeño que los demás signos
que componen la inscripción. El menor tamaño del signo, su forma circular y su
posición al inicio del texto me llevan a sugerir que el signo en realidad es un
numeral, el logograma UNO… (el segundo signo) sería, entonces, posiblemente, el
logograma de uno de los 20 días del calendario olmeca. La ausencia de trazos
internos conservados, la falta de ejemplos con los cuales establecer
comparaciones y el casi absoluto desconocimiento que tenemos sobre la posible
lista de nombres de días en el calendario olmeca impiden identificar el día
concreto. No obstante, el contorno lobulado del signo y la comparación con
listas de logogramas de nombres de días de otras escrituras mesoamericanas
permiten… considerar los del “viento”, “agua”, “temblor”, “nube” o “flor” (como
probables referencias del segundo símbolo lobulado del monumento 13)… el glifo que representa una cabeza de ave,
como ha sido reconocido hace tiempo (David Kelley 1966 y Joyce Marcus 1992), No
es posible asegurar si es un término genérico de “ave, pájaro” o nombra una
especie concreta (grulla, garza, gavilán, águila, paloma, zopilote, por ejemplo).
La aparente presencia de trazos en el interior del signo podría apuntar a que
el logograma nombra una especie diferenciada. Sobre la interpretación del papel
que cumple este signo-ave en el texto, sigo a Kelley y Marcus al considerar que
puede tratarse del nombre o título del personaje representado”.
Alfonso Lacadena comenta a propósito de la
huella del pié: “Este signo suele materializar en distintas escrituras
mesoamericanas como verbos con sentido de desplazamiento, “llegar” o “ir”…
significados relacionados de “ir”, “llegar”, “venir”, “caminar” son plausibles
para este signo… tenemos un breve texto compuesto por cuatro signos
distribuidos en dos columnas que se leen de derecha a izquierda, y que
consistiría en una referencia calendárica compuesta por un número y un nombre
de día, un nombre o título y una expresión verbal (quizá un verbo intransitivo)”
Lacadena puntualiza que en la ordenación
sintáctica del monumento 13, el número precede al sustantivo (el punto al
símbolo lobulado) y el sujeto al verbo (el ave a la huella), éste orden excluye
a las lenguas mayas, oto-mangues y uto aztecas, quedando únicamente la lengua totonaca
y la mixe-zoque como probables lenguas habladas por los olmecas de La Venta.En
un análisis sustentado en el criterio de distribución geográfica que determina desde
tiempos etnohistóricos la presencia de la familia mixe-zoque en el área nuclear
olmeca y considerando los rasgos sintácticos identificados, Lacadena considera
que el mixe-zoque muy probablemente fue el idioma hablado al menos por uno de
los pueblos olmecas que habitaron La Venta y, en ese idioma puede estar
inscrito el texto del monumento 13 para el que Alfonso Lacadena propone la
siguiente paráfrasis: (En) 1 DÍA, el señor-ave llegó/llega.
Durante una de las sesiones privadas de
los participantes en la Mesa Redonda Olmeca del 2005, el epigrafista Lacadena
profundizó en el análisis de la escritura olmeca con el ejemplo de una pieza de
Tlapacoya, Guerrero, situada en la Fase Manantial hacia el año 1000 u 800 a.
C.que posiblemente cuente con dos símbolos que pudieran ser logogramas que
están dibujados en sintaxis oto-mangue y representan una fecha del calendario,
propuesta que cuestionó Caterina Magni de la Universidad París-Sorbona, Lacadena
respondió que poco sabemos realmente del calendario olmeca pero existen
numerales en Teopanticuanitlán, en La Venta o en el dibujo de la pieza en
cerámica que mostraba alzándolo con la mano derecha. Señaló que los argumentos
deben sustentarse en pruebas científicas, que en ciencia lo sencillo es lo
correcto, rememoró que un físico comentó alguna vez: “denme un dato, un hecho y
me postraré frente a él”, comentó:“estamos confundiendo en ciencia lo razonable
con lo razonado, yo puedo hacer una teoría muy bonita, razonable de decir, esto
pudo ocurrir así entonces uno se queda seducido por el discurso y dice ah pues
sí… pero lo razonable no significa que sea razonado y ante todo procuramos ser
científicos, incluso aunque estamos en disciplinas implicadas en ciencias
humanas, pero entonces, sin método, sin pruebas, no podemos hacer nada,
avanzamos en el aire y nos caemos…”
Sentada en la enorme mesa que reunía a
los investigadores olmecas y en el otro extremo de Alfonso Lacadena, la
arqueóloga Caterina Magni disentía con algunas argumentaciones de sus colegas y
comentaba percepciones profesionales con el lingüista Søren Wichmann. Evidenció
desacuerdo con una interesante disertación de Louise Paradis de la Universidad
de Montreal sobre la diversidad olmeca en la que recordó uno de sus ensayos
donde había propuesto diferenciar el asunto político y social de la difusión de
una identidad religiosa olmeca tal y como sucedió con el Cristianismo en Europa,
donde se difundió el credo sin conquistar territorios o imponer un idioma y una
cultura. Al concluir Louise Paradis, tomaron la palabra otros investigadores y
cuando tocó el turno a Caterina Magni,en un breve comentario formuló dos demoledoras
preguntas a Alfonso Lacadena:
“Usted habla de ciencia y de científico y
de algo de tesis muy bien dicho, entonces yo tengo dos preguntas para usted:
¿cómo se puede emitir una tesis y afirmar que un pueblo olmecas, unos olmecas,
hablan un idioma con un solo ejemplo, el monumento 13 de La Venta, me parece
muy poco, personalmente yo creo que hay que trabajar con muchos datos y… como
se dice… recortar los dato, eso es ciencia. Segundo, usted sabe que hay la
costumbre de pintar las esculturas en Mesoamérica, usted lo sabe, se pone
estuco y después se pintan, esto circulo que usted dice es un numeral, con
mucha seguridad puede ser un cartucho vacío que va ser pintato después y la
flor también, entonces eso es verdad, de mi parte su tesis ya se fue”
Cuando volvió a tomar la palabra Alfonso Lacadena,
respondió que en el caso del dibujo de la cerámica de Tlapacoya, tuvo que
considerar un solo texto no porque hubiera desechado mil sino que “es que no
había más que uno y hay que trabajar con lo que hay”; apuntó que se trataba de
cerámica incisa por lo que dudaba que contuviera algo encima. En cuanto al monumento
13 en el que propuso un UNO al primer símbolo de los tres que están alineados, recordó
que había otros dos ejemplos con el numeral primero: el seis con un signo
debajo-posiblemente “viento”- en Tres Zapotes así como el de San Andrés donde
el numeral 3 está a la izquierda: “vemos que en esa zona hay una sintaxis
recurrente en la que al menos el numeral se escribe antes del día” y concluyó
deseando que algún día se encuentren más textos olmecas y que entonces se
corrija lo que se tenga que corregir, por el momento, tenemos que trabajar con
lo que existe.
Considero que estamos delante a un
escenario en el que la propuesta y la crítica son igualmente contundentes.
Sugiero entonces que el primer símbolo que Magni ve como un cartucho y que
efectivamente, como ella apunta, pudiera estar pintado, cabe la posibilidad de
que estuviese pintado de color negro, entonces se reforzaría la propuesta de
Lacadena de que es un numeral e igualmente pudiera estar pintado el símbolo
lobulado, pero quizá el color acentuara su carácter de logograma calendárico;
objetivamente, si fueran cartuchos, no habría espacio para escribir en ellos o
dibujar grafemas, tomando en consideración que los colores son parte del
lenguaje cifrado y que en las expresiones precolombinas forma y fondo son
unidad, la solución salomónica a las dos propuestas es que estamos delante a un
texto en idioma mixe-zoque donde el color y la forma constituyen un lenguaje
unitario.
Finalmente deseo comentar lo que podemos
leer en el monumento 13 además de la propuesta de Alfonso. Al igual que en
otras esculturas monumentales, hay rastros de un atentado al monumento 13, los
orificios que ubicamos por toda la obra no fueron provocados por la erosión, se
identifican realizados por la acción premeditada de los seres humanos: su
disposición es selectiva, lo huecos fueron realizados a una profundidad
uniforme y dos líneas son interesantes de observar con la reserva de sus
significantes, aquella que rompe o fractura la rodilla izquierda (ámbito del nahualismo)
y la que alarga el lóbulo del ojo; por otra parte, el banderín que sostiene el
personaje, también tiene un preciso orificio que lo separa de la mano. Ésta
práctica pareciera responder a la tradición olmeca --que luego hicieron propia
los mayas—de “matar” ritualmente a la escultura. En nuestra mentalidad,
destruir significa aniquilar, hacer polvo la piedra, borrar por completo sus
significantes o con furia animal partir en mil pedazos al monumento, sin
embargo, en el universo precolombino, matar ritualmente, significaba que el
monumento o la estela perdía su espíritu, su alma, su esencia: el ch’ulel o energía
vital que los precolombinos imbuían a sus objetos cuando con ofrendas de sangre
los convertían en sujetos.
Diversos monumentos y cabezas olmecas de
La Venta presentan golpes y orificios, posiblemente en algún periodo de crisis,
una sublevación popular atentó contra los símbolos del poder de los
dignatarios, quizá hubo alguna invasión, en realidad desconocemos el motivo de
las muertes rituales de las esculturas olmecas, lo cierto es que aunque
perdieron el ch’ulel, conservaron las grafías que se traducen con rigor científico
para comprender racionalmente los rituales y los eventos que los olmecas
vivenciaban en el ámbito de la otredad.
Se podría pensar que está escescueltura es una representación de quetzalcoatl?
ResponderEliminarNo, se trata de un migrante. Hay representaciones de sujetos barbados como el Monumento 1 de Anonio Plaza o El Luchador.
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