Existen divergencias en la interpretación de las expresiones
culturales de los pueblos que nombramos olmecas porque nuestros criterios
dependen de limitados contextos arqueológicos o de artefactos de colecciones
privadas carentes de referencias arqueológicas. Por otra parte, las ofrendas
masivas en El Manatí, Veracruz, han transfigurado las referencias sobre el uso
ritual de las hachas y los rituales olmecas; la dimensión, la calidad
escultórica y la antigüedad del sitio Teopantecuanitlán, Guerrero, nos revela
un desarrollo cultural o un estilo olmeca en ebullición por toda Mesoamérica y,
leyendo el contenido iconográfico de los petrograbados del relato mitológico de
la Gruta Xibalbá-Cueva Pak Ch’en, Quintana Roo, surgen dudas sobre la validez
de ciertos “acuerdos interpretativos del pasado” como los conceptos de una zona
nuclear situada en el Golfo y/o una Cultura Madre Olmeca (Coe, Diehl), las
vigencia de las listas de “dioses olmecas” (Coe, Joralemon, Taube) o el
concepto mismo de “religión olmeca”
En octubre de 1967, Peter T. Furst presentó durante la
segunda conferencia olmeca en Durmbarton Oaks, Washintong, D. C., una propuesta
etnográfica que explicaba la combinación de personajes humanos con felinos como
una manifestación de la equivalencia cualitativa del chamán y del jaguar mas no
como una descendencia mitológica de un antepasado jaguar.
Coincidiendo con la tesis de P. Furst, considero que la
mayoría de las interpretaciones de la plástica olmeca se fundamentan exclusivamente
en el criterio racional, es por ello que se nos escapan algunos componentes de
sus significantes y desatinamos en su cabal comprensión.
El trance estático-visionario es el origen de la
intencionalidad en la plástica olmeca, los objetos de poder se manipulaban en
rituales para hacer más tenue el filtro con la otredad; en el Mundo Olmeca los
objetos rituales fueron el vínculo de comunicación con un sofisticado elenco de
entidades divinas y lugares de poder a los que los olmecas dedicaron su
completa atención.
Las expresiones artísticas olmecas revelan códigos
vivenciales de la unicidad, en ellas, el cuerpo, los objetos y el territorio
están asociados. Los escenarios atemporales de la plástica olmeca, se
relacionan con las realidades alternas chamánicas donde los individuos
interactúan con entidades divinas.
Nuestra visión delante a un altar, a un hacha de jade con
incisiones o a una cabeza olmeca, es la de un “espectador”, pero en la plástica
olmeca, no todas las grafías estuvieron relacionadas con el universo tangible y
racional ni hicieron alusión a la estética o a “dioses”: son objetos que se
transfiguraban en sujetos, adquirían vida y estaban dotados de un espíritu.
Lo que consideramos como religión olmeca, en realidad son un
conjunto de prácticas y rituales chamánicos; prácticas como pueden ser la
meditación, el Tai Chi, la Tensegridad o el Yoga. En las composiciones
plásticas, los personajes olmecas comparten realidades y voluntades con los
espíritus de entidades divinas como las montañas, los altares, los manantiales,
las oquedades y con águilas, tiburones, jaguares o serpientes; el “Arte Olmeca”
describe al individuo que se considera unidad con el territorio y con sus
fieras, es la expresión plástica del poder chamánico en constante evolución.
Las sociedades que desarrollaron religiones y culto a Dios o
a los dioses, creen. Las sociedades chamánicas que intiman con sus entidades
divinas, ven.
África Nuestra…
En Cantón Corralito, Chiapas, probablemente existió una colonia
o ciudad satélite de San Lorenzo, Veracruz, entre ambas locaciones distan 400
kilómetros y Cantón Corralito está enclavado en una zona de transito comercial
que unía Centro y Suramérica con el Golfo de México y el Altiplano. San Lorenzo
tuvo un “despegue cultural” hacia el 1 200 a.C aproximadamente, pero antes de
que surgiera como el primer centro urbano olmeca, ya existían concentraciones
tribales de otros pueblos descendientes de migraciones paleolíticas
provenientes de Asia. En Cantón Corralito, antes de que se estableciera la
probable colonia de San Lorenzo, el sitio fue habitado por individuos con características
asiáticas y negroides tal y como constatamos en las fisonomías de los rostros
en su cerámica del dibujo de Ayax Moreno.
Un futuro estudio mitocondrial de las osamentas olmecas
encontradas en los sitios de El Manati o en Tres Zapotes determinarán si
existió o no un pasado africano en una de las vertientes étnicas que
configuraron a los pueblos olmecas y a los no olmecas de Mesoamérica y de San
Agustín, Colombia.
La nariz ancha y los gruesos labios que caracterizan a los
san agustinos y a los olmecas, así como los tipos de cabello y los mentones,
entre otras características negroides, me conducen a dudar que algunos pueblos
amerindios de pronto cambiaron la morfología de sus cráneos, se broncearon para
siempre, se les achicharró el cabello, se les inflaron los labios y se les
acható la nariz. Es más factible que sean de origen africano y llegaron primero
a Suramérica y luego a Mesoamérica, a mi entender, lo hicieron a remo, por
oleadas y durante el Neolítico. En espera de que algún día se realicen estudios
genéticos a las osamentas olmecas, los invito a explorar otros escenarios.
Hace unos días comentamos que los estudios de investigadores de la universidad de Wisconsin determinaron que la planta Lagenaria siceraria conocida como bule, guaje o jícaro es de origen africano. Es un
fruto que cuando se seca, se vuelve un recipiente natural y térmico para
contener líquidos (pulque, agua, mate) estuvo presente en Mesoamérica y Suramérica,
visto que quienes vinieron caminando del gélido Norte no les servía cargar
semillas tropicales, pudo llegar al Continente Americano con migraciones
neolíticas africanas, sugiero que navegaron por las islas de la Dorsal Mesoatlántica
que emergieron cuando los océanos estaban 200 metros por debajo de su nivel
actual a consecuencia del agua contenida en los glaciares.
Las probables migraciones neolíticas africanas a Suramérica tendrían
que sustentarse con otras pruebas además de la botánica: exploremos las probables
ligas lingüísticas y vamos directamente a la obra maestra Chi Siamo, la storia della diversità umana de los genetistas y
lingüistas Luca y Francesco Cavalli-Sforza en la que encontramos algunas
superfamilias como la Den-caucásica con 40 mil años de existencia y la Nostratica
euroasíatica con 20 mil pero a contracorriente de mi propuesta de una migración
neolítica africana, Cavalli-Sforza comentan con relación a la búsqueda de las
semejanzas lingüísticas entre idiomas separados por el tiempo y el espacio: “El
problema es que los idiomas cambian rápidamente y no podemos encontrar lazos de
parentesco después de transcurridos seis mil años”.
Las lenguas primigenias africanas son la Khoisan y la
Niger-Kordofaniano, pero si como afirman Luca y Francesco Cavalli-Sforza, por
el tiempo transcurrido es complicado encontrar lazos de parentesco entre las
lenguas africanas y las de las familias
mixe-zoque y oto-mange que “quizá” hablaron los olmecas, sugiero atender a la estructura
gramatical y a la estructura psíquica y creacionista que se descifra de las
sintaxis de las lenguas africanas occidentales que coinciden con pasajes de las
cosmogonías mesoamericanas.
Las culturas de África occidental –dogonos, babaras,
kurumbas, bozos, mandingas, samogos, mosis y kules— tenían la creencia que la
Creación se originó con la palabra. Dominique Zahan --estudioso de aquellas
culturas--, refiere en su obra La
dialectique du verbe chez les bambaras: “El verbo establece un acercamiento
entre los hombres y su Dios, al mismo tiempo que una vinculación entre el mundo
objetivo concreto y el mundo subjetivo de la representación, para aquellos
pueblos, cada voz pronunciada es como alumbrar a un niño; por ello disponían de
toda una gama de instrumentos y operaciones –pipas, tatuaje en la boca,
cepillado y pulimento de dientes—destinados a facilitar el “parto” de las
palabras por la boca”.
Entre los mayas del Clásico los sacerdotes-reyes se
nombraban ahauob’ que significa
los que hablan, determinan, gritan. Los mexicah (aztecas) nombraban a su
emperador tlatoani que significa “el que habla bien…” los antiguos
mesoamericanos utilizaron las palabras para ingresar al ámbito divino. Tan sustancial,
curada, soez y comprometida era la palabra mesoamericana, que cuando se
graficaba, aparecía en forma de una vírgula que después de surgir con fuerza,
regresaba hacia su creador.
Como acontecía en los pueblos mesoamericanos, los hablantes
de lenguas “batunes” se pulían y tallaban sus dientes; la referencia sobre el
bien hablar africano, nos seduce a intuir que quizá las mutilaciones dentales y
las incrustaciones de jade precolombinas no se enmarcan únicamente en el ámbito
estético sino en la intención de ser acompañadas por el sonido intencionalmente
deformado y en compañía de una joya. Las tradiciones milenarias subsisten y se
adaptan al tiempo y a los materiales que las hace vigentes, como podemos constatar
en la costumbre de los actuales mexicanos de origen precolombino quienes se
incrustan entre los dientes “filos y cubiertas de oro”; es una herencia que nos
remite al luminoso bien decir de sus ancestros quienes se tallaban los dientes
y en ellos se incrustaban jade.
Para las lenguas africanas “bantúes”, los sustantivos no se
dividen por el género gramatical en femeninos, masculinos y neutros, sino que
se agrupan en clases: Muntu, que se refiere a los seres (humanos y espíritus),
Kintu, que designa a los animales y a las cosas (el perro, la piedra) y Kuntu,
que es una modalidad (la risa o la belleza). Los seres y las cosas poseen una
sustancia y fuerza, emparentadas, gemelas, complementarias que en su simbiosis
provocan el asombro y crean la palabra luego el mundo se torna tangible. Es
notable la diferenciación gramatical en clases y modalidad ya que la manera en
la que nombramos, damos un cuerpo
existencial a quien se recrea con la palabra.
En Mesoamérica como en la arcaica filosofía de África Negra,
no existen contrarios y nada está lejano; y no es que la materia y la energía
se unan, sino que jamás han estado separadas. El motor que provee a todas las
fuerzas de vida y actividad es el “nommo” (África) –palabra, logos— (Occidente)
K’uh (Mayas) que como el agua, la semilla y la sangre, generan vida con su
presencia.
Los hablantes de las lenguas “bantúes” de África y los
mesoamericanos consideran que la palabra es el vehículo para comunicarse con
sus antepasados y la presencia de su infinito poder para auxiliar a los vivos.
Esa era una de las funciones de la palabra en Mesoamérica además de ser un
instrumento chamánico que abría otros mundos dentro del mundo. Toda hechicería
es hechicería de la palabra; puede ser un conjuro, un encantamiento, un poema, una
bendición o una maldición y un desafío.
Es posible también que la psique humana recreó los mismos
patrones mitológicos entre pueblos que no tuvieron contacto, fenómeno que en
ocasiones observamos en los trabajos de investigación científica que se
realizan casi en paralelo en diferentes regiones del mundo y después de un
tiempo, cuando dan a conocer sus resultados: son iguales. Recordemos también que
los hebreos y los hindúes “reconocen en la palabra al origen creador”.
Para explicar la diferenciación étnica de grupos amerindios
con características negroides, propongo un desarrollo de simetrías entre
plantas, cosmovisiones y sintaxis de pueblos africanos y mesoamericanos que “pudieron”
tener un origen común hace 8 o 7 mil años, cuando los niveles de los océanos estaban
ascendiendo por el descongelamiento glaciar pero algunas cimas volcánicas aún formaban
islas-puentes entre la zona costera occidental africana y el actual territorio
de Brasil, entonces nos explicaríamos --entre otras simetrías transatlánticas--
los rasgos negroides en los pueblos primigenios del Continente Americano y que
el bosquimano sudafricano al igual que algunas lenguas mayas como la yucateca,
sean de los últimos idiomas en el mundo que pronuncian palabras con glotaciones
sincopadas producidas por sonidos entrecortados en la garganta, característica
que Cavalli-Sforza ubican exclusivamente en las lenguas arcaicas africanas.
Habrá que encontrar los trazos de la transformación de una
sociedad predadora a una productiva; explicarnos cómo sobrevivió y se
transfiguró el esquema del poder chamánico delante a la explosión demográfica,
la plusvalía y la diferenciación social hasta que siglos después, esa
estructura de poder se consolidó en las dinastías de los Ahauob’ Mayas: “ Los
Señores de la Palabra”.
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