Nuestros tatarabuelos mesoamericanos tuvieron especial
cuidado en la educación de sus hijos, el núcleo familiar constituía la base de
sus sociedades agrícolas. La elite gobernante guiaba a los campesinos con el
conocimiento de los calendarios y el Poder de la Palabra.
El inquisidor Diego de Landa nos cuenta que entre los mayas,
los recién nacidos eran bañados y atados a sus cunas, se les colocaban dos
tablillas, una en la frente y otra atrás de la nuca con la finalidad de
deformarla en forma ovoide (y así emular la mazorca de maíz ya que según la
cosmogonía maya los seres humanos fueron elaborados con maíz --consideración del autor--).
Consultaban a un sacerdote para conocer el destino de sus
hijos y el nombre que deberían portar, más tarde, se les provocaba el
estrabismo considerado por los mayas como un signo de belleza y en el periodo
Clásico (200-850 más o menos) estuvo relacionado al culto del Dios Murciélago (Palacio de Palenque).
Acostumbraron la deformación dentaria y limaban sus dientes así como incrustaban
en ellos algunos fragmentos de piedras de jade que sostenían vigorosamente con
un pegamento a base de copal. Es interesante observar que como un elemento de
permanencia cultural, algunos mayas contemporáneos se incrustan oro entre los
dientes, respondiendo así, a un llamado del inconsciente colectivo ancestral.
Landa nos informa también que existió un bautismo que se
realizaba de manera colectiva; la ceremonia se efectuaba en la cas de un
anciano, los padres pasaban un periodo de abstinencia como requisito de
comunión con las fuerzas sagradas de la naturaleza. Padres e hijos quedaban
rodeados por una cuerda sostenida por ancianos que se presentaban a los
Chakob' o dioses de la lluvia, en tanto, los sacerdotes los purificaban con
incienso, tabaco y “agua bendita” par expulsar a los malos espíritus. Los niños
eran criados exclusivamente por las madres hasta la edad de tres o cuatro años.
Cumpliendo cinco años, los varones portaban una cuenta blanca en la parte
superior de la cabeza y los padres tomaban a su cargo la responsabilidad de su
educación. Las niñas seguían seindo educadas por las madres en las tareas
domésticas y al cumplir la misma edad, se les ataba una cuerda alrededor de la
cintura con una concha roja que simbolizaba la virginidad, por ningún motivo se
les permitía quitárselas antes de la pubertad.
Al llegar a la edad en la que se adolece y el mundo se torna
un misterio, los muchachos se retiraban a una casa destinada para ellos y ahí
se preparaban en el arte de la guerra. Se pintaban de negro, jugaban a la
pelota y según Landa, recibían la visita de prostitutas. Los mayas del periodo
Postclásico tenían una doble moral, ya que las niñas eran educadas de manera
estricta por las madres y recibían severos castigos por faltas a la castidad;
siempre que se encontraban con un hombre, le daban la espalda y le cedían el
paso, acostumbraban bajar la vista al ofrecer agua para beber a los varones.
Las madres enseñaban a sus hijas a preparar las tortillas –actividad que
consumía la mayor parte de su tiempo—a criar a los animales domésticos, a
vender los artículos que producían y, en caso de necesidad, ayudaban a los
hombres a labrar y cultivar la tierra.
Los mayas de la antigüedad se casaban muy jóvenes, lo
varones entre los 17 y 18 años y las mujeres entre los 14 o 15 (también la
esperanza de vida era menor a nuestros días). Estaba prohibido casarse si
portaban el mismo apellido con una madrastra o tía materna, así como con la
hermana (o) de un difunto (a), curiosamente se permitía el matrimonio entre primos
hermanos. El adulterio era castigado con la muerte y la ley era igualmente
severa para todos.
Los Mexica
Al contrario de los mayas, los mexica (aztecas) sí formaron
un imperio que en tan sólo 200 años sublimó y adaptó a su conveniencia el
conocimiento mesoamericano que inició con los pueblos olmecas y zoques tres mil
años antes de los mexica. La historia siempre había sido transcrita por los
vencedores hasta que aparecieron Al Jazeera y Wikileaks. Pero en tiempos
precolombinos, cuando los mexica se ubicaban en un momento climático de su
expansión territorial, el tlatoani (rey) Ahuizotl en 1470 mandó quemar los
códices de todos los pueblos y los de sus bibliotecas para reescribir la
Historia, así entonces, nuestra percepción de aquellos momentos históricos está
condicionada a los intereses expansionistas de Ahuizotl quien también erigió la
Piedra de Tonatiuh llamada Calendario Azteca, que por cierto no era un
calendario sino fue una piedra conmemorativa a las batallas de Ahuizotl en
1470 y lo aztecas no se nombraron
aztecas sino mexica y los mayas tampoco se llamaron así mismos mayas sino que
tomaban el gentilicio de cada ciudad que eran al mismo tiempo Estados ya que
como vimos, no formaron nunca un imperio.
En su obra “Historia Eclesiástica” Fray Gerónimo de Mendieta
nos cuenta que los mexica acostumbraron colocar a sus recien nacidos al
descubierto para iniciarlos en el camino del control del sufrimiento. Los bebes
mexica pasaban largos periodos soportando el frío invernal sin que atendieran
su llanto con caricias y abrigo. A los 5 años les colocaban algunas cargas en
sus espaldas para evitar la pereza “… y cuando son de ocho o diez años se
cargan tan buena carguilla, que a un español de veinte se le haría de mal
llevarla mucho tiempo trecho” Las madres cuidaban de que sus hijas “no viesen
por sus ojos actos ni pinturas torpes, ni oyesen platicas ni palabras feas,
porque lo que se ve oye y habla en la niñez, adelante se toma en costumbre de
lo usar” concluía Fray Mendieta.
La rectitud era una norma en la sociedad mexica, los padres
ofrecían poéticos discursos a sus
hijos donde los invitaban a venerar a sus dioses y a servirles con amor, honrar
a su progenitores al buen uso de la palabra a diferenciarse de los animales
quienes andan sin razón, a evitar la mentira porque causa confusión, a no
curarse en el espejo, a ser responsables, a mirar por donde se anda y a
respetar a los viejos. Los hijos por su padre le respondían “Padre mío, vuestra
carne y sangre soy, por lo cual confío que otros consejos me dareis ¿por
ventura desampararme heis? Cuando yo no lo tomare como me lo habeis dicho,
tendreis razón de dejarme como si no fuera vuestro hijo”.
La capital del Imperio Mexica, Tenochtitlan, estaba formada
por cuatro barrios o Calpullis y un centro ceremonial, había dos tipos de
escuela, la popular llamada Tepochcalli y la reservada para los nobles y
guerreros llamada Calmecac, a ésta última ingresaban únicamente los varones de
15 años aunque duran refiere que acontecía a los 18. La rutina en la escuela ubicada en el corazón de la ciudad,
iniciaba antes de la aurora con un ejercicio que la mayoría de los hombres
aborrecemos: barrer. Lugo un grupo de muchachos iban a buscar puntas de maguey
para los autosacrificios y los mas grandes iban por leña para las hogueras
nocturnas. Al amanecer labraban las tierras destinadas a ellos, concluida la
tarea regresaban al Calmecac para bañarse y seguir con las penitencias dignas
de los guerreros. Al anochecer, descansaban un poco y luego los sacerdotes los
instruían en el arte del autosacrificio corporal rodeados de humo de copal.
Cuando era el tiempo de ayuno llamado “atlamalcualco” se alimentaban una vez al
día con maíz molido y agua. Si los jóvenes faltaban a su castidad o eran
negligentes se les castigaba severamente quemándolos con ocotes encendidos, se
les apaleaba y en ocasiones, nos cuenta Sahagún, la pena era el ahorcamiento
para escarmiento de los demás.
Se les instruía en el arte de hablar con propiedad y a
entonar los cantares sagrados y las leyendas que guardaban los secretos y los
recuerdos de su historia par aque mantuvieran viva la doctrina y la
justificación de ser hijos del Sol. Eran adiestrados en el uso de los
calendarios la astrología judiciaria y por supuesto, en el uso de las armas.
Los mancebos del Calmecac llevaban la cabeza rapada y en la nuca conservaban
una cola de caballo, de ahí su nombre “elocuatecomame” que significa “jicara
con cerco redondo como mazorca”.
En el Calmecac había también doncellas entre 12 y 14 años
quienes vivían en castidad al servicio del templo, elaboraban panecillos de
maíz guisos con chile. La muchachas ingresaban con la cabeza rapada pero luego
dejaban que creciera su cabellera denotando así el tiempo de su estancia en el
Calmecac. Se vestían de blanco y en ocasiones se emplumaban las piernas y los
brazos, luego se colocaban en su mejillas la sangre que obtenían al punzarse
los lóbulos de las orejas. Pasado un año, regresaban a sus casas para se
desposadas.
Nuestros ancestros mesoamericanos tuvieron como premisa
mantener un orden divino a través de sacrificios y ritos de autosacrificos, les
atemorizaba “el cambio”. La realidad histórica nos dice que al contrario de lo
que actualmente se piensa sin sustento sobre un supuesto “cambio de conciencia
previsto por los mayas” nuestros ancestros mantenían un orden y lo que menos
querían era un cambio.
Fueron sociedades agrícolas, comunitarias y rituales,
nosotros tenemos hoy una sociedad de consumo irreverente, individualistas y de
servicios. Nuestro desvarío ha conducido a mal interpretar a nuestro mayores
endosándoles las soluciones a nuestras deficiencias espirituales. Recapitular
la educación de nuestros ancestros nos permite vernos a la distancia y
ubicarnos mejor en nuestras carencias.
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