domingo, 23 de diciembre de 2012

El Fin del Mundo en Chichén Itzá

Dibujo de Teklieng Lim


Desde temprana hora, cientos de individuos provenientes de regiones distantes se agrupaban en torno al Witz (Montaña Sagrada) de Kukulkán, de Chichén Itzá. En su mayoría vestidos de blanco y respondiendo a un llamado interno de búsqueda espiritual y energética. Los buscadores de respuestas para los malestares contemporáneos realizaban ceremonias y rituales que procuraban armonía con el cosmos y con la naturaleza.

Allá al fondo, junto a la plataforma de las águilas y los jaguares, alrededor de 40 personas con cintas rojas en la cabeza formaban un círculo en el que algunos se mantenían de pie en tanto otros caminaban con las manos en alto entreverándose con los que estaban firmes; emulaban un movimiento serpentino que reproducía el desplazamiento de una de las divinidades mesoamericanas por excelencia, la serpiente. Con los ojos cerrados y en transe, repetían al unísono un canto contemporáneo del cuál predominaba la frase “Huey Tonantzin” que en la lengua que hablaron los mexica (aztecas) quiere decir “Gran Diosa de la Tierra”. Los rostros de los danzantes eran mestizos y su sintaxis mental se fundamenta en el castellano, pero su vocación pretendía ser la de un antiguo mexica (azteca)… en tierras mayas.

Enfrente a la escalinata principal de la famosa Montaña Mágica (pirámide) por la que desciende una serpiente de luz durante los equinoccios, un individuo calvo y de rostro mestizo, tomó entre sus manos un caracol, lo presentó a los cuatro puntos cardinales e intentó sonarlo con dificultad evidenciando que no era un instrumento que utilizaba con regularidad, finalmente logró emitir un sonido entrecortado, al segundo intento mejoró el llamado pero no pudo continuar con el tercero y cuarto reglamentarios porque una guardia se aproximó a él para advertirle que estaba prohibido sonar caracoles en la zona arqueológica de Chichén Itzá, aceptó con desgano y su rostro mostraba la pregunta que muchos se hacían a su alrededor ¿por qué si antes era común escuchar caracoles en el Mundo Maya, hoy se prohíbe? Se alejó del lugar y detrás de él apareció un grupo de mujeres que meditaban al pie de la escalinata pronunciando en voz bajas algunas palabras sagradas de la India; en el extremo derecho de la monumental construcción, un padre y su hija trataban de encontrar en una esquina el ángulo ideal para colocarse en el vértice de uno de los costados de la pirámide. Dudaban, de pronto parecía que encontraban el ángulo ideal pero rectificaban, el padre por delante y su hija emulando a su progenitor, así pasaron un largo periodo ya que la arquitectura maya no tiene ángulos rectos, es una arquitectura que reproduce a la naturaleza y toda ella está torcida; en el Mundo Maya, no hay simetría sino homogeneidad.

Un lado de la construcción pareciera que estuviera muy derecho y el otro completamente chueco se preguntaban el padre y su hija lo escuchaba atenta; lo que ambos desconocían es que la restauración de la Montaña Mágica de Kukulkán fue errónea: se utilizó “la plomada” para dar un acabado recto y simétrico cuando en realidad los mayas construyeron de manera torcida tanto sus monumentos como sus escaleras.

Decenas de reporteros del mundo entero cubrieron el Fin del Mundo en Chichén Itzá, las cámaras de Univisión registraban las palabras de un mexicano mestizo de la Ciudad de México quien con su acento revelaba su origen y advertía en lengua castellana que los españoles habían cortado las hojas, las ramas y algunos troncos pero no las raíces; declaró que los dioses Tonantzin y Quetzalcoatl estaban hoy presentes en Chichén Itzá. Curioso que no mencionara que en la antigua ciudad habitaron más bien las divinidades Kukulkán y Chak Xib’ Chaak.

Mis amigos de Radio Televisión de Canadá, Jean Michel Leprince y Bruno Butin, registraban con detalle cada una de las expresiones New Age y luego me comentaban: vemos únicamente extranjeros y no hay ningún maya en esta celebración, así es --les dije--, voy a buscar a algún maya para que lo entrevisten, después de varias horas de recorrer la plaza no encontré a ningún maya que celebrara el final de un ciclo de la Cuenta Larga --que el arquitecto colombiano Fernando Malkún alucinó que sería “el amanecer galáctico” y hasta hoy día seguimos esperando “el rayo sincronizador” que supuestamente nos iba a alinear con el centro de la galaxia--; después de una búsqueda exhaustiva, nos percatamos que los únicos mayas que estuvieron ese día en Chichén Itzá fueron los custodios y los vendedores de artesanías quienes nos miraban con curiosidad antropológica.

Me dije entonces: durante décadas los occidentales hemos visto a los mayas con sentimiento de culpa deseando estudiarlos y convertirlos al consumo occidental y ahora, ellos nos venden artesanía mientras en su casa buscamos las respuestas de nuestras incongruencias existenciales.

Dos mujeres situadas en la plataforma de Venus realizaban ejercicios de Yoga y otra dama se alzaba de cabeza sostenida con las manos, un joven norteamericano hacía malabares con tres pelotas que circulaban entres sus manos, el papá y la hija de hace rato, seguían buscando el ángulo correcto en otro perfil de la pirámide; en tanto, un par de zopilotes realizaba un vuelo rasante en un día nublado, hubo quien interpretó que era un mal signo de los dioses ya que iban y regresaban sobrevolando a la gente congregada en la plaza principal de Chichén Itzá.

Corría un viento frío, entonces el grupo que con anterioridad enaltecía a Tonanzin (Diosa de la Tierra mexica-azteca) ahora corría en dos círculos reproduciendo el sonido de las abejas, emulaban a Venus y al sonido de nuestro planeta según decía su guía espiritual; junto al circular del grupo, dos mujeres de piel blancuzca meditaban profundamente y un señor gordo con tatuajes mayas en los brazos se extendía cuan redondo era en la hierba para obtener energía telúrica y recargar su espíritu según comentó al regresar de su transe iniciático.

Mis compañeros guías de turistas procuraban con dificultad mantener la atención de sus grupos ya que los eventos New Age que se desarrollaban en torno a sus palabras eran contundentes e intrigantes. La plaza se llenó al filo del medio día y los zopilotes seguían sobrevolando a los buscadores de energía y armonía; una explicación de un ser racional informó que su vuelo no era producido por el malestar de los dioses sino simplemente porque en las alturas había vientos fríos que no les permitía mantener el vuelo debido al peso de sus cuerpos por lo que tenían que buscar las corrientes calientes de la superficie.

Las colas para ir al baño eran cada vez más largas y los espacios para la celebración en movimiento escaseaban; fue entonces cuando un grupo de mestizos llegó a la plaza en fila india, serían alrededor de 50 personas quienes decidieron darle una vuelta ritual a la Montaña Mágica, mi amigo Jean Michel Leprince recibió una llamada telefónica de un noticiero quebequenses y con detalle explicó el conjunto de experiencias sensoriales y espirituales que observábamos, lo hizo con sobrada claridad al conocer a la perfección la cultura mexicana, en tanto, Bruno Butin intentaba infructuosamente encontrar algún maya que pudiera registrar con su cámara para mostrar al menos que un maya estuvo presente en este asunto que se dice que es maya; finalmente, al fondo, entre los árboles encontró a una mujer maya, vendía pañuelos a los turistas, registró su imagen y luego le compró un pañuelo; dibujó una sonrisa en el rostro, finalmente había registrado la imagen de una persona maya en Chichén Itzá.

Subimos al taxi de regreso al restaurante de Pisté donde mis amigos canadienses debían iniciar la edición de su reportaje para Radio Televisión de Canadá y el taxista maya nos comentó: "no está bien que vengan a hacer cosas que no son mayas, eso es lo que “chivea” puras p… jadas, como si los mayas hiciéramos esas danzas, de antes eran otras las danzas, yo que soy mayero, la verdad me “chivea” que vengan a hacer eso… "

En un crisol de creencias y esperanzas que no son mayas, los mestizos y extranjeros se posesionaron por un instante de los espacios sagrados mayas, buscaron paz, armonía, el “Amanecer de la Galaxia”, el Renacimiento y el cambio de una Nueva Era que los mayas de ayer no previeron y los de hoy no celebraron. Los visitantes meditaron y procuraron armonía espiritual en un sitio que ellos consideran de alto nivel energético y en donde la evidencia arqueológica, la realidad pictográfica y el legado pétreo, nos indica que más bien se escenificaron cruentas guerras y sacrificios humanos.

Fue un día extraordinario desde el punto de vista antropológico ya que se presentaron diversas interpretaciones de la realidad histórica y se intentó cubrir con las formas las carencias del fondo. Occidente irrumpió en un espacio maya de la misma manera que hace 500 años, imponiendo su criterio, su espiritualidad y marginando e ignorando a los dueños de casa.

En tanto, en los pueblos de alrededor de Chichén Itzá, los mayas siguieron sufriendo la marginación económica y social como desde hace siglos la padecen. Los occidentales se desplazaron desde cientos, miles de kilómetros para esperar que sucediera lo que no aconteció y se retiraron a sus casas satisfechos de haber comulgado con sus creencias… los seres humanos estamos llenos de creencias, basta creer en ellas para vivir a sus órdenes.



1 comentario:

  1. Excelente crónica, ésta es mi quinta lectura de la misma y no dejan de sorprenderme la sarta de despropósitos de los modernos adoradores de la energía solar, cuantimás la fina ironía de Claudio Obregón C. He seleccionado esta crónica para cerrar una de las lecciones de un curso sobre los mayas que estoy impartiendo en línea. ¡Felicidades!

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