El primer vocablo pronunciado por nuestros ancestros se refirió
a una abstracción que yacía en sus mentes, fue el resultado de un esfuerzo
personal originado en un acuerdo colectivo; al repetirse y repetirlo, el
vocablo se fragmentó, evolucionó y terminó por invocar a las verdades y
atmósferas que transitan de la voz al trazo, del blanco al color, del silencio
a la histeria, del código al secreto revelado.
Sublime aquel instante en el que nuestros ancestros, con
vocablos vueltos palabras hicieron tangible lo inasible y la abstracción se
tornó un elemento catalizador de lo insondable.
Con el intercambio de aquellos sonidos regulados por acuerdos,
los homínidos dieron el salto a la evolución social de la Palabra que nos ha
conducido a ser lo que somos. Lo
imaginario se codificó, el mundo fue interpretado más allá del tiempo presente
y de las necesidades de sobrevivencia. La Palabra vistió de luces a las
inquietudes humanas.
Somos lo que somos por haber matado “al otro” para sobrevivir y
luego compartir los alimentos, pero estamos como estamos por los significantes
y la trascendencia de nuestras palabras.
Una palabra puede transfigurar la imagen de nosotros mismos y la
de “los otros”. En la Palabra subyace la energía reguladora de los sentimientos
y de las conductas sociales; los hechos comunitarios parten de una reflexión
pero su trascendencia inicia cuando la Palabra dirige, incita o predispone. Escrita,
se vuelve código o verdad.
Es a través de las palabras como creamos un mundo dentro del
mundo, con ellas dibujamos nuestra frontera con lo animal y describimos los
sueños y las ilusiones. También con la Palabra reconocemos un orden y
distorsionamos la realidad social camuflando nuestros actos que van en sentido
contrario a lo que pronunciamos; la Palabra es frágil y sustancial, también
encubre.
En el ámbito de las intenciones no manifiestas, la Palabra puede
ser un excelente recurso para distraer la atención, pero escrita, se ubica en
un tiempo y en un espacio al que no podemos renunciar y debemos asumir sus
consecuencias; escrita, su forma indica el fondo, en tanto que hablada, podrá
siempre discurrir por la simulación.
En la naturaleza no hay moral sino eventos y
seres que los perciben. En nuestro tiempo, los eventos se adjetivan y también
los mesuramos para inmediatamente después otorgarles una explicación científica
y racional.
Los mayas históricos ritualizaron los eventos,
mantuvieron un diálogo con las fuerzas de la naturaleza, percibieron los
secretos de las sombras y rindieron culto a lo que nuestra mente racional llama
"fantasías".
La danza acompañó a las ceremonias de nuestros
ancestros; extendiendo los brazos, a través del trance y el éxtasis,
localizaron un espacio mental en el universo energético y accedieron a los
secretos de la impermanencia y del movimiento, certezas que condicionan y rigen
a los seres humanos.
El lenguaje jeroglífico de Mesoamérica es
metafórico y naturalista, refleja el sentimiento de unicidad que experimentaron
nuestros mayores con la naturaleza y con el cosmos; sus frases alegóricas a los
astros y a las flores se relacionan con la guerra y con las almas, es decir, a
la condición violenta e impermanente del universo; descubrirla y hacerla
propia, los condujo a la captura y al sacrificio de sus iguales; así
interpretaron a la sutil estancia en la tierra y al luminoso ciclo de las
flores.
La escritura jeroglífica maya es una combinación
de conceptos, ideogramas, sílabas y fechas. Fue el vínculo con lo sagrado, por
ello acompañaba a los ajahuob’ (reyes) en sus imágenes y en los vasos
ceremoniales que utilizaban para beber chocolate.
Cuando un noble maya observaba un texto de sus
ancestros, no lo leía de manera lineal o literal, era un recurso mnemotécnico
para desarrollar un discurso, es decir, un conjunto de frases concentradas en
ideogramas y pictogramas que al “verlas” se leía más de lo que estaba escrito y
se ajustaba la realidad a la percepción gramatical de un idioma metafórico.
Los lenguajes al igual que el universo y sus
habitantes, evolucionan en función de las leyes del movimiento. Las palabras de
otro tiempo se utilizaban para justificar o regir al Poder, hoy se interpretan
para entenderlo. Los idiomas se acomodan a la circunstancias y necesidades de
quienes los utilizan para la comunicación.
En nuestros soles, es preciso comunicarse entre
iguales con la finalidad de crear un mundo dentro del mundo, en tiempos mayas,
las palabras escritas servían para comunicarse con lo divino.
El lenguaje sagrado de la escritura jeroglífica
maya evocaba e invocaba a la percepción de otras realidades, algunas culturas
antiguas se obsesionaron con el más allá, los mayas históricos se interesaron
en el más acá. Los mexicah (aztecas) nos dejaron testimonio de la percepción
“del cerca y del junto” en su poesía hablan de flores refiriendo una alegoría a
la guerra, las mariposas fueron la figura poética de las almas y de las
aspiraciones estéticas de los guerreros.
La virgola de la Palabra en Mesoamérica sale de
la boca para después de ser emitida y regresar a quien la pronuncia. La Palabra
mesoamericana fue poder y compromiso, por ello, los reyes mexica fueron llamados
Tlatoanis, que significa “el que habla correctamente” y entre los mayas, los
reyes fueron nombrados ahauob’ que se traduce como “los que gritan, los que
determinan”. Los jefes en Mesoamérica fueron los Señores de la Palabra,
tuvieron cuidado de sus expresiones y determinaciones.
En aquellos soles, existió un rigor en el
lenguaje porque al hablar, corporeizamos a los seres y a los objetos; nombrando
se hacía real el mundo que ellos figuraban dentro del mundo, en nuestro mundo,
las palabras de quienes gobiernan manifiestan retórica y simulación, la
realidad no es la que se nombra sino la que se oculta. Las palabras visten a la
simulación y aceptamos complacientes ser engañados: ese es el desatino de
nuestro tiempo.
Vemos que no es lo que se dice que es porque
hemos olvidado el sentido mágico de la Palabra, aquel que se originó hace
millones de años a partir de una abstracción vuelta vocablo. Cuidando nuestro
lenguaje sanamos nuestro devenir.
El poder de la Palabra recta y honesta,
proyecta la certeza de entender el significado ritual de nuestra existencia e
independientemente de nuestra vocación o creencias, los seres de Palabra están
en armonía consigo mismos y entienden la coyuntura de vivir en la simulación
sin ser afectados por ella. Los protege el poderoso acto de verse al espejo con
dignidad.
Claudio Obregón Clairin
Querido Claudio, "abuelitadebatman" pulula en la red....
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