jueves, 9 de mayo de 2013

Una noche antes de la luz...



La mayoría de los mitos de las civilizaciones primigenias que se refieren a la Creación, mencionan que en el origen, fue la oscuridad y el caos, era la noche de los tiempos. De pronto, se separaron las aguas y surgió la tierra, luego se hizo la luz.


Los seres humanos compartimos un conocimiento milenario y los mitos de los pueblos antiguos tienen su origen en las Culturas Boreales, aquellas comunidades de cazadores, recolectores y pescadores que vivieron hace 14 mil años alrededor de un enorme bloque de hielo que cubría todo el hemisferio Norte; en las latitudes que ahora ocupan ciudades como Montreal o Hamburgo, los glaciares se levantaban 5 kilómetros de altura y aquellos seres humanos compartieron una mitología boreal de la cual derivan todas las religiones.


Cuando se descongelaron los glaciares, el planeta sufrió un cambio climático y alrededor del Trópico de Cáncer se desarrollaron las culturas agrícolas primigenias que tropicalizaron los mitos boreales, es por ello que en la mayoría de las tradiciones mitológicas se habla de un diluvio, se mencionan seres gigantes y alados, se venera a un árbol y así tenemos el del Conocimiento, la Ceiba, el Árbol de Navidad, Buda se iluminó junto a un árbol, los Voladores de Papantla planean en torno a un árbol y, como mencionamos, la mayoría de las culturas primigenias comentan que hubo una noche antes de la luz.


Propongo una interpretación psicoantropológica al origen del mito de la Creación: la gestación de un ser humano conlleva 9 lunas y la oscuridad acuática, al momento de nacer, perdemos contacto con el líquido amniótico, es decir, con “las aguas creadoras” y salimos a la luz, de un golpe, con dolor y sangre. Así entonces, el mito de la Creación se relaciona con el origen de nuestra existencia.


Ma’alo K’in


Particularmente los mayas de la Península de Yucatan edifican casas sin ventanas y, cuando las colocan, por lo regular permanecen cerradas, en ocasiones llevan vidrios pero los polarizan o espejean. Cuando uno atraviesa los pueblos mayas de Quintana Roo y Yucatán, a pie de carretera observamos que las tiendas cuentan con refrigeradores que conservan refrescos y cervezas bien frías, cuentan con electricidad pero" no encienden la luz", las tiendas mayas son como cavernas, grutas, al igual que sus casas.


El privilegio a la penumbra como expresión cultural maya sorprende cuando ubicamos que en idioma maya peninsular, casa y madre, se dicen prácticamente de la misma manera, con una ligera variación tonal, así entonces, el vocablo Na’ nos otorga luz para entender a la oscuridad maya y comprender que para nuestros mayores y sus descendientes, la casa es como el útero materno, oscuro, da abrigo, es íntimo. En el Mundo Maya, casa y madre forman una unidad y por lo tanto son sagradas, únicas y diferentes, una casa maya expresa los orígenes culturales de quienes las habitan.


En los tiempos de los mayas históricos, las dimensiones y estilos de los conjuntos habitacionales de los sahalob’ (nobles) y ahauob’ (reyes) demostraban el poderío de quienes los habitaban, en el Mundo Maya de ayer, las edificaciones se realizaban por etapas, tal y como actualmente los mayas contemporáneos construyen sus casas.


Cuando un maya sale de su casa y se encuentra con un amigo en la calle lo saluda diciéndole “Ma’alo K’in” que significa “Buen Sol”. Para los mayas un K’in, es un sol pero también un día y por extensión --en el imaginario maya--, precioso. Por la mañana los mayas se auguran luz, recuerdan la importancia del antiguo dios que regía los ciclos agrícolas y humanos, expresan la simpatía que comparten con las flores, árboles y animales de la selva al recibir la energía vital. Con la luz de un nuevo sol, los mayas reconocen la profundidad en el espacio y su pausado caminar es también fruto de vivir en la penumbra.


Sueño y carácter


La dopamina es una substancia generada por nuestro cerebro bajo ciertas condiciones ambientales y que nos permite tener sueños profundos y conscientes. Nuestro reposo precisa de la oscuridad para realmente serlo y cuando logramos desprendernos de la luz para dormir, nuestros sueños serán profundos y al despertar, lo haremos serenamente y reposados. Los mayas tienen un carácter introvertido por su origen asiático pero se acentúa su serenidad porque sus habitaciones son oscuras y, en consecuencia, sus cerebros producen más dopamina que el común de la gente.


Por otra parte, dormir en una hamaca produce también ligereza en el sueño debido a que nuestro cuerpo ofrece menos resistencia a la fuerza de la gravedad al estar suspendido en el aire, quienes sostienen nuestro pesos son los extremos de la hamaca y, suspendidos, en realidad, flotamos. Nuestro movimiento en la hamaca al estar dormidos nos recuerda igualmente nuestra gestación en el útero materno cuando nos movíamos por el vacío acuático.


Los mayas nunca fueron conquistados, los invadieron...  es diferente, al contario de otras culturas precolombinas que lastimosamente desaparecieron, como los mexicah (aztecas), los mayas mantienen lazos con un pasado milenario gracias a la vigencia de su idioma; que ciertamente ha evolucionado y algunos mayas urbanos se apenan de hablarlo, sin embargo, al contar con glotaciones, junto con el bosquimano, es considerado uno de los idiomas más antiguos del mundo y más que esconderlo, deberíamos aprenderlo y considerarlo como lo que es: una lengua oficial en nuestro país.


Las piedras cantan en el Mundo Maya, y en ellas fueron inscritas la historia de uno de los pueblos originales del mundo. Las palabras sagradas de la lapidaria maya así como las palabras que hoy dibujan el cotidiano de millones de maya-parlantes, pueden ser estudiadas para que en su forma, en su fondo y en sus colores: encontremos las claves que nos permitan acceder al mágico Mundo Maya. 

Comprender mejor a nuestros compatriotas, aprender de su milenario conocimiento, reconocer y dignificar nuestro pasado histórico, es socialmente saludable.

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