“Después
de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que
más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo
debo al fútbol”. Albert Camus
La mayoría de los intelectuales denostan o detestan al
fútbol porque han perdido el sentido lúdico de la vida. Ciertamente las masas
son mediatizadas, su consumo dirigido, gobiernos dictatoriales han sido legitimizados
con un campeonato mundial como sucedió en Argentina 78 o se aprueban ominosas
leyes detrás de la pantalla como sucede en México. Reconocemos con incomodidad que
no hay justicia deportiva, que la FIFA supura corrupción, que sanciona
diferenciando, que dirige los resultados e impone sus inapelables condiciones a
todos los países participantes y organizadores de un Campeonato Mundial. Por
otra parte, Brasil 2014 es también el escenario ideal para reconocer los
matices de la Condición Humana, sus flagelaciones, sus simulaciones, sus
incongruencias.
La simulación colectiva en Brasil 2014 inició en el
sorteo de grupos cuando el secretario de la FIFA Jerome Valcke abrió --detrás
de un atril y fuera de cuadro-- las bolitas seleccionadas supuestamente al azar y luego sacaba de
su chistera un papelito que “no mostraba signos de haber estado enrrollado” con
el nombre del país que la FIFA había previamente seleccionado.
Los árbitros favorecen intereses y al local, sucede
desde siempre, el caso más patético fue el de Byron Moreno, quien en 2002,
expulsó gratuitamente al delantero Francesco Totti, anuló 2 goles a Italia y
procuró el triunfo de Corea del Sur en tiempos suplementarios. El uruguayo Edgardo
Codesal, por compadrazgo representó al arbitraje mexicano en Italia 1990,
arbitreó la final Alemania-Argentina y se inventó un penalti en contra de
Argentina que a la postre dio el triunfo a los teutones. En Brasil, los
arbitrajes han sido igualmente irregulares, pero difícilmente la FIFA permitirá
el ingreso de más árbitros o el auxilio de la tecnología ya que controlando el
criterio arbitral es como garantiza su absolutismo. Luis Suárez lanzó tremenda
mordida y fue sancionado drásticamente, el jefe de comunicaciones de la
Federación Brasileña de Fútbol, Rodrigo Paiva, dirigió un certero puñetazo en
la humanidad del delantero chileno Mauricio Pinilla y la FIFA los suspendió un
partido. En el universo no hay moral sino eventos y seres que los testimonian,
adjetivan o ritualizan, por lo tanto, la justicia es una aspiración humana mas
no una noble verdad. La Condición Humana establece la conveniencia de un sistema
injusto de competencia porque la inequidad es una norma evolutiva y la
Democracia es uno más de los descabellados mitos inventados por los griegos.
La Autocrítica se desconoce en México y los
seleccionados (como su afición) se sienten tristes, desvalidos, robados,
sometidos. Al sentimiento de incapacidad para lograr los desafíos que
transfiguran a las sociedades, habrá que sumarle la impotencia de luchar contra
los arbitrajes, lo cual coloca aún más lejana la posibilidad de acceder a
instancias superiores en un Mundial. Sin embargo, en aquel momento de crisis, también
existió la posibilidad de dignamente aceptar la derrota y la inequidad en las
reglas del juego, felicitar a los adversarios y luego examinar por qué repetimos
los mismos errores desde que en USA 1994, Mejía Barón no hizo el cambio de Hugo
Sánchez contra Bulgaria, de igual manera, en Japón-Corea 2006, contra USA, Javier
Aguirre sacó en el minuto 27 a Ramón Ramírez quien era el mejor jugador en la
cancha y repitió la dosis en Sudáfrica 2010 alineando al ineficaz Guillermo
Franco en lugar de Andrés Guardado y cambiando tarde al Chicharito. Ahora en
Brasil 2014, El Piojo Herrera metió de cambio a Javier Aquino quien se
desdibujó corriendo por las bandas en lugar de ingresar al Gullit Peña para
tener mejor manejo de balón en la media cancha. Lo que le sucede de manera
repetitiva a la Selección en los mundiales es el prístino reflejo de nuestra
sociedad que no realiza los cambios a tiempo ni tiene manejo de partido en los
momentos históricos. Trabajar en ello pudiera ayudarnos a comprendernos mejor
como Nación y transfigurarnos en seres conscientes. El triunfo es consecuencia
de la conciencia. Se trata de una lección que desde hace tiempo debimos haber
aprendido pero nos resulta más cómodo quejarnos del arbitraje o sentirnos
robados.
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