El Mundial de Brasil 2014 reprodujo los reflejos de la
Condición Humana, sus usos y costumbres, sus sombras, sus rituales, los
escenarios que diseña con la simulación y su obcecación por el beneficio a
ultranza.
Vendido como un Campeonato Mundial de Fútbol, en realidad se
trata de uno de los negocios más generosos e inequitativos del planeta, en el
que se juega el honor y las emociones de las naciones que toman muy en serio su
participación porque el fútbol es un asunto familiar y de Estado.
El comercializador y máxima autoridad, la FIFA, en un mes --y
libres de impuestos, polvo y paja--, se embolsó 4 500 millones de dólares de
los cuales, generosamente compartió 400 millones a las 32 Federaciones de Fútbol que participaron.
La FIFA determina los resultados del sorteo de grupos y con
ello el derrotero de las selecciones que beneficia por intereses, pactos o
favores. Escudados con el principio de no detener el ritmo del partido para ver
las repeticiones, los dueños del balón también son los del árbitro y hemos sido
testigos de los arbitrajes más nefastos de la Historia de los Mundiales.
Se trata de batallas, combates, jugadores, estrategias,
tradiciones, recursos, inversiones, proyectos y personalidades. Es una guerra
mundial concertada y reglamentada aunque la autoridad es juez, parte y mafiosa.
Siendo el Campeonato de Futbol de Brasil un escenario para
las guerras de honor simuladas en un ejercicio deportivo, no debemos
espantarnos por las mordidas de Suárez, ni de los insultos a los rivales que
despejan de esquina o de puerta por parte de la ingeniosa Porra Mexicana. La
FIFA carece de moralidad pero amaga, amenaza o castiga con la ira de una amante
resentida. Tenemos certeza científica de que cuando se aproxima a los linderos
del área, Arjen Robben, sufre un desequilibrio psicológico y se transfigura en
clavadista, así consiguió un penal frente a México, es más, en entrevista al
periódico “De Telegraf” dijo: “Quiero pedir disculpas. Me aventé un clavado.
Algunas veces esperas una patada pero esta vez no fue así. Verdaderamente fue
horrible y estúpido” pero Delia Fischer, portavoz de la FIFA dijo que el comité
disciplinario está para “analizar infracciones graves”… es decir: descalificar
a México haciendo trampa, no es una infracción grave aunque el bipolar jugador
de fútbol holandés reconoció que cuando esperaba introducirse en el agua y
rebotó en el pasto: “fue horrible y estúpido”.
El clima de inestabilidad social en Brasil auguraba un
Mundial violento pero la violencia estuvo en las exigencias, caprichos, decisiones
y omisiones de la FIFA, en la cancha y en los medios de comunicación.
En ESPN, Hugo Sánchez puso en su lugar a David Faitelson
evidenciando que en el pasado David señaló y afirmó sin sustento asuntos negativos
de Hugo, pero al reportero del berrinche se le resbaló y continuó siendo el
terco negativo de voz chillona que se sirve de la confrontación como medio de
comunicación, . Días después y en en ese mismo canal deportivo, José Luis
Sánchez Solá “Chelis” a la mitad del Campeonato dio las gracias al público y
abandonó al equipo de comentaristas porque José Ramón Fernández, un día antes
lo había ofendido, lo había regañado y hubo intercambio de insultos, fue así
como de poblano a poblano, se mandaron muy lejos.
Maradona comentó el Mundial para la Televisión Pública
Argentina y para TELESUR, ambas productoras armaron el programa “De Zurda”. Fue
conducido por el legendario periodista Víctor Hugo Morales y tuvo una canción
tema muy pegajosa y lúdica así como un formato que implicaba la adoración al
“d10s Maradona” quien después de
su recuperación a sus adicciones, se expresa en segunda.
“De Zurda” manifestó el apoyo incondicional a los gobiernos
de Brasil, Cuba y Venezuela; criticó abiertamente al corrupto sistema de la FIFA.
Con todo y la melosa parsimonia que acompaña al elogio permanente, Maradona y
Morales crearon un oasis en la comercialización televisiva por el que
desfilaron distinguidas leyendas y personalidades del Fútbol.
De pronto, Maradona no se aguantó y después del partido
Brasil – Alemania se le ocurrió preguntar en entrevista a la Televisión Pública
Argentina: “Brasil ¿Decíme qué se siete?” Prendió la mecha y en el festival de
la confrontación tribal se armaron duelos de coplas entre porras brasileñas y
argentinas que reclamaron la paternidad del rival e hicieron más profundo el
abismo que los separa.
El escenario arcaico de las batallas tribales siempre estuvo
cubierto de cánticos y danzas. En el triunfo, los racionales alemanes
sucumbieron delante al legado Paleolítico y colocaron la Copa del Mundo al
centro de un círculo, se veía radiante, como un fuego recobrado y el grupo de
rubios, un ghanés, dos polacos y dos descendientes de españoles y turcos
nacionalizados alemanes, danzaron emitiendo simiescos sonidos guturales hasta
lentamente aproximarse a la Copa y luego alzarla al cielo, me recordaron a los
chamanes y cazadores cromañones acercando una ofrenda al fuego.
Es una Copa de oro que únicamente los campeones del mundo y
los jefes de Estado pueden tocar, se le resguarda en vitrinas y se le custodia
con armamento, pero entre las manos de los vencedores es arrebatada y
zarandeada en vertiginosas vueltas olímpicas. De mala gana y haciendo pucheros,
Dilma Rousseff entregó la Copa a los alemanes. Eric Nepomuceno, en su columna
de “La Jornada” comentaba que los asesores de Dilma le prepararon dos sesudos
discursos para pronunciarse según la nacionalidad del vencedor, pero no tomó la
palabra, hizo pucheros, aventó la Copa, evito la rechifla popular y dijo basta.
Estaba harta ¿de quien? De la FIFA.
Ganaron los alemanes después de un proyecto de 10 años en el
que incluyeron a extranjeros nacionalizados, acabaron con el racismo propio de
los arios y se fortalecieron con la diversidad. Tienen selección para al menos
6 años más y preparan a sus sucesores. Los mexicanos tuvimos 4 entrenadores en
4 años, el último, a contracorriente, conjuntó un grupo de buen nivel en 9
meses.
Un Mundial de Fútbol es un escenario que recrea la ancestral
lucha por el honor tribal y lo que sangra ahora son las carteras y las
emociones. En los partidos del Mundial, observamos las disímbolas expresiones
culturales del mundo, de un globalizado mundo donde los brasileños jugaron como
los europeos, los africanos actuaron y jugaron de manera individualista y los
pragmáticos racionalistas alemanes, triangularon como brasileños y danzaron
alrededor de la Copa como africanos en torno al fuego.
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