La Historia se reescribe
conforme los avances tecnológicos, las investigaciones y las excavaciones nos aportan
elementos de juicio para reconsiderar lo que hemos acordado como correcto.
Hace apenas 70 años,
Eric Thompson, afirmaba que la escritura jeroglífica maya nunca podría ser
traducida ya que no era un lenguaje con componentes fonéticos. Durante varias
décadas, la errónea interpretación de la escritura jeroglífica maya de Thompson,
frenó el desarrollo de las investigaciones; su propia discípula, Tatiana
Proskuriakov, dudó en varias ocasiones contradecirlo a pesar de que sus
investigaciones develaban lo contrario. Cuando Thompson partió de nuestro plano
existencial, se desencadenó un proceso de desciframiento jeroglífico maya que
hoy nos permite afirmar con certeza que las inscripciones jeroglíficas mayas
narran eventos humanos: guerras, traiciones, matrimonios reales o ascensiones
al trono y, nos indican también, la íntima relación que mantenían los ahauob’
(reyes) con sus entidades divinas y con sus wayob’ (nahuales).
La escritura maya narra
lo que realmente pensaban, hacían y reflexionaban los mayas desde el 200 a.C hasta el 15 de enero
de 909, cuando se inscribió el
último texto con datación calendárica de la Cuenta Larga en la ciudad de Toniná,
a partir de esa fecha, los mayas dejaron de esculpir estelas, narrar y fechar
sus eventos humanos y religiosos ¿por qué? ¿Qué sucedió? ¿Por qué los mayas
dejaron de escribir en el siglo X? Pareciera que metieron reversa en su
evolución cultural, social y ritual.
Aquí la respuesta: la
escritura maya nació como resultado de la imperiosa necesidad de los ahauob’
por dejar testimonio de sus vidas y obras, con ella justificaron su carácter
divino delante de sus súbditos. Los ahauob’ desaparecieron a causa de una
tremenda sequía, los almanaques indicaban que debía llover y no sucedía,
entonces, el hambre, las enfermedades y las sequías, derivaron en la
desaparición de un tipo de gobierno concentrado en un soberano. Después de la
sequía, surgieron los Halach Uinicob’ que significa los Hombres Verdaderos,
ahora bien, si se consideraban a los nuevos dirigentes como verdaderos
significaba que los ahauob’ eran falsos --o vistos como tales—ya que perdieron
el contacto divino y sufrieron una devastadora sequía.
Los Halach Uinicob’
gobernaron en una especie de oligarquía, existió un gobierno de acuerdos entre
varios dirigentes, se esfumó el culto a la personalidad y, en consecuencia, la
escritura sagrada no tuvo más sentido. En la Chichén Itzá de los Halach
Uinicob’ existen contados registros de algunos nombres de dirigentes y de sus
madres pero al igual que la gran Teotihuacan, no hay textos que nos hablen de
su vida ritual, comunitaria y agrícola.
La historia oficial
indica que los Toltecas invadieron y conquistaron a los mayas, se presupone
también que habitantes de Tula, comandados por el mítico Ce Ácatl Topiltzin
Quetzalcóatl llegaron a Chichén Itzá por el siglo X y conquistaron a los mayas
importando nuevos dioses como Quetzalcóatl-Kukulkán aunque esto último es falso
ya que Kukulkán se reconoce en los jeroglíficos como Waxaklahu’n Ubah Chan (Las
18 Imágenes de la Serpiente).
Los monumentos de Tula y
Chichén Itzá son semejantes, sin embargo, cuando vemos la calidad
arquitectónica del templo de Tlahuizcalpantecuhtli --célebre por los famosos
“Atlantes”— en Tula y, lo comparamos con el Templo de los Guerreros en Chichén
Itzá, notamos que en realidad el templo de Tula es una construcción menor con
relación al de Chichén Itzá, es por ello que algunos estudiosos indican que la
migración fue de Chichén Itzá a Tula. Es importante señalar que no hay Atlantes
en Chichén Itzá y no porque se parezcan los monumentos tendrían que ser
construidos por el mismo pueblo, así, el templo circular consagrado a Ehécatl
en Tenochtitlán es similar al observatorio de Chichén pero fueron edificados
por dos pueblos, en tiempos diferentes.
Templo de Tlahuizcalpantecuhtli
Templo de los Guerreros
Desde hace algunas
décadas, Laurette Sejournée propuso que en realidad fueron teotihuacanos quienes llegaron al Mundo Maya y no toltecas. Enrique Flores Cano
retomó esa tesis y la desarrolló con maestría. La Historia se tiene que
reinscribir ya que ni los mayas fueron conquistados por los Toltecas, ni
tampoco fueron ni vinieron, simplemente… es otro el desarrollo histórico.
Si como la historia
oficial indica, los Toltecas conquistaron a los Mayas y fundaron su capital en Chichén
Itzá, la pregunta lógica sería ¿por qué no se habla náhuatl en Chichén Itzá? Es
más, existen muy pocos nahuatlismos en el maya yucateco, mucho menos que en el mismo
castellano por lo que no hay prueba lingüística de una conquista Tolteca en
Chichén Itzá.
Teotihuacan, fue una ciudad cosmopolita sin rival, una interpretación sobre su implosión postula que sucumbió entre sus inmundicias y la sequía: la sobrepoblación de la ciudad la volvió insalubre amén de que el grupo zapoteca --ubicado en la parte posterior de la Pirámide de la Luna-- inició una gran revuelta que culminó en la quema de la ciudad y su abandono. Recientes descubrimientos en Teotihuacan evidencian que pudo haber sido abandonada y matada ritualmente. Los sobrevivientes emigraron hacia el sur, agrupados en familias que las crónicas del Altiplano nombran Pipiltzin (nobles). Fueron diversas las migraciones que llegaron tanto por el Este como por el Oeste a Yucatán, esos grupos de nobles teotihuacanos son los que se fusionaron con los mayas de Yucatán y el Chilam Balam los nombra Xiuh, Cocom e Itzá. Sugiero entonces que entre aquellos nobles teotihuacanos había también mayas radicados en Teotihuacan quienes regresaron a sus tierras acompañados de sus aliados ya que las relaciones entre el Mundo Maya y Teotihuacan, se remontan al origen mismo de la fundación de Teotihuacan; los arqueólogos Saburo Sugiyama y Rubén Cabrera, excavaron el interior de la Pirámide de la Luna y localizaron en el corazón de la pirámide un entierro ritual en el que aparecieron 3 personajes de origen maya.
El 31 de Enero de 378,
Teotihuacan conquistó Tikal e impuso una nueva dinastía de origen teotihuacano,
desde el siglo IV Teotihuacan tenía grandes intereses en las minas de obsidiana
que controlaba Tikal y en la rutas comerciales por las que transitaban
mercancías provenientes de Centroamérica. Los ahauob’ de Yaxchilán, muestran en
sus estelas y dinteles penachos con representaciones de Tlaloc y, en Copán, el
fundador de la dinastía de aquella ciudad K’inich Yax K’uk’ Mo’ estuvo ligado
con Teotihuacan y algunos ahuob’ iban a Teotihuacan para recibir la venia del
imperio y gobernar rindiéndole tributo (En el complejo arquitectónico Nuevo Mundo, en Tikal, se localizó un estandarte de piedra conocido como El Marcador en el que se narra que el dirigente teotihuacanao Búho Arrojalanzas, mandó al general Siyak K'ak' a Tikal, a "su llegada" a la ciudad, liquidó la dinastía local comandada por Chak Tok Ich'aak I, y una año después, colocó en el poder a Yax Nuun Ayiin I quien al parecer era hijo de Búho Arrojalanzas).
Teotihuacan, al igual
que Chichén Itzá, prescindió de la escritura jeroglífica y aparecen en los
muros pictogramas y pinturas murales pero no hay textos jeroglíficos. Las
excavaciones realizadas por Linda Manzanilla en un complejo habitacional
próximo a la Pirámide del Sol, llamado Xala, indican que en Teotihuacan hubo un
gobierno comandado por un grupo de dirigentes y no por un rey, por su parte,
las crónicas del Chilam Balam, narran un gobierno de varios Halach Uinicob’ en
Chichén Itzá y no existe el registro de ningún ahau (rey), en tanto que en Tula,
se reconocen los nombres de varios reyes: Mixcóatl, Ce Ácatl Topiltzin
Quetzalcóatl (éste último es un mito formado de varios mitos), Matlacóatl,
Tilicóatl, Nouyoti y Huemac, así que si hubieran llegado los Toltecas a Chichén
Itzá, hubiesen tenido un rey y no un grupo de dignatarios dirigentes tal y como
ocurría en Teotihuacan, que poseía un gobierno de varios dirigentes por la
diversidad étnica que la fundó después de la explosión del volcán Xictle que
sepultó en lava volcánica a Cuicuilco y, a partir de entonces, Teotihuacan
nunca tuvo rival hasta que sucumbió por la misma sequía que destruyó el
gobierno de los ahauob’, los sobrevivientes llegaron a Yucatán en varias
migraciones y se fusionaron con los mayas que habían sobrevivido a la sequía.
Los descubrimientos
de Linda Manzanilla, Saburo Sugiyama, Rubén Cabrera y el análisis pormenorizado
del Chilam Balam nos permiten afirmar que “los Toltecas no conquistaron a los
mayas”, más bien, los Teotihuacanos tuvieron grandes intereses en el Mundo Maya
desde su fundación y, al desaparecer, quienes estaban emparentados con el Mundo
Maya, emigraron hacia el Sur.
Reescribir la
Historia de Chichén Itzá significa desmitificar el hecho de que los mayas
fueron conquistados por los toltecas y comprender de manera más amplia las
dramáticas relaciones, diplomáticas, políticas, bélicas, culturales y
económicas entre Teotihuacan y los mayas. Tangencialmente, nos permite
encontrar un espacio de tregua en el inconsciente y absurdo malestar propiciado
por una supuesta conquista de “los mexicanos” sobre los mayas.
Todos somos
mexicanos, nacidos de múltiples semillas y, reconciliarnos con nuestro pasado a
partir de las certezas históricas, nos permite reconocer una de nuestras
grandes riquezas: la diversidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario