B'aaknal Chaak, ahau -rey- de Toniná
Los reyes mayas
se nombraban a si mismos ahauob que significa quienes determinan, hablan o
dirigen y es que el discernimiento vuelto palabra transfigura nuestro mundo y
hace tangibles realidades alternas. La voz que determina ofrece un sentido a la
vida y descifra los secretos del caos a través del ritual, los ahauob heredaron
de su pasado siberiano algunas prácticas chamánicas, las sublimaron en un
corpus de escenificaciones teatrales y sustentaron su poder con la voluntad de
las entidades divinas.
En el
universo no hay moral sino eventos que en nuestros soles adjetivamos y
discernimos racionalmente, quizá por ello la felicidad nos dura apenas dos
pensamientos, al tercero, nos asalta la duda; en aquellos tiempos de memoria
pétrea, los ahauob ritualizaron los eventos humanos y los del cosmos,
incorporaron a sus pensamientos la presencia de consciencias inorgánicas,
desvanecieron los misterios y las dubitaciones con la palabra, la danza y el
sacrificio, fijaron su atención en el filtro que unifica al más allá con la realidad
consciente.
La palabra
maya fue un vínculo con lo sagrado, cómplice del tiempo circular, mensaje
divino, instrumento sonoro y lítico con el que los ahauob interpretaron las
mundanas circunstancias, tornaron presente los tiempos sin memoria, avistaron
los secretos del instante y comulgaron con la otredad en el plano consciente.
Las piedras
calcáreas de la Península de Yucatán originalmente tuvieron forma de
microorganismos, crustáceos y moluscos que sorprendidos por la impermanencia y
el derrotero de la vida, inexorablemente sedimentaron sus cuerpos matéricos en
un instante acuoso, miles de años después, emergieron violentamente a la
atmósfera terrestre y configuraron el sostén de plantas, animales, humanos y
consciencias inorgánicas.
Piedras que
una vez contuvieron vida fueron agujeradas para sembrar en ellas, más tarde, la
fascinación condujo a los seres de maíz a desprenderlas de su aparente quietud
y edificar Montañas Sagradas o labrar jeroglíficas hierofanías, la piedra fue
manipulada, sacralizada y transfigurada en un destello de la condición humana.
Occidente
determina que la comunión divina es el resultado del delirio de persecución
pero en el Mundo Maya, es el fruto de la evocación de certezas. Para la
Cosmogonía Mesoamericana, en el origen fue el movimiento, la palabra y la
piedra de canto, trilogía que vinculó a los seres humanos con lo divino y ubicó
a su mortal imagen como un reflejo del cosmos. Delante a la racionalidad
cartesiana, los dioses precolombinos juegan a multiplicarse entre la luz y la
sombra, sus caprichosas actividades unen al cerca y al junto, zurcen los deseos
con el dolor y recrean al silencio como la substancia que otorga las
respuestas.
B'aaknal Chaak, ahau -rey- de Toniná
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