domingo, 3 de noviembre de 2013

¿Altares vs Halloween?



El periódico El Universal informó en su pasada edición del 30 de noviembre que las escuelas de Sinaloa fueron conminadas para no festejar el Halloween y mantener nuestras "tradiciones mexicanas" como el Altar de Día de Muertos... la noticia me provocó una reflexión que deseo compartir con ustedes queridas lectoras estimados lectores ... Así como es una falacia el trasnochado Desarrollo Sustentable --porque toda actividad humana implica degradación y exterminio--, de igual manera es falso que tengamos tradiciones mexicanas que debamos defender a ultranza de invasiones culturales “extranjeras” ya que en la Historia Universal, el anacrónico concepto de pureza es racista y retrógrado.

Hace 70 mil años, los Neandertales practicaban rituales funerarios con flores, plantas medicinales y pintaban de rojo a sus muertos, siglos después, los mayas también pintaron de rojo a sus dignatarios antes de ser enterrados en sus majestuosas tumbas. Los romanos consideraban que las almas de sus parientes regresaban a las 12 de la noche y en el siglo XI, el Abad de Cluny inició en Francia la práctica de honrar a los creyentes y mártires de los primeros tiempos del cristianismo. Las tradiciones europeas se fusionaron con las culturas precolombinas que entendían a la vida y a la muerte en unidad y, coincidiendo en el acto de honrar a su ancestros: surgió la tradición de los Altares de Muertos que se popularizó en los años 30’s del siglo pasado como apunta la investigadora Elsa Malvido.

Ciertamente nuestros mayores precolombinos tuvieron el culto a la muerte y contaron con tradiciones donde lo sanguinario se ritualizó pero fueron otros los motivos y los vehículos que conducían a nuestros ancestros a comulgar con la otredad porque existían diferentes creencias y fueron otros los dioses que se invocaban.

Nuestra Cultura es el resultado de migraciones y sincretismos: si no hubiera existido la Nao de China no tendríamos la cerámica de Talavera ni existiría la China Poblana, de no haber ocurrido la migración española de la Guerra Civil, no tendríamos El Colegio de México ni las panaderías donde hoy se presentan panes de muerto y calaveritas de azúcar que tampoco son tradiciones milenarias ya que no hay registro de que nuestros mayores precolombinos construyeran Los Altares de Muertos, aunque se piense lo contario, es una tradición relativamente reciente y no es exclusiva de nosotros los mexicanos, también se celebra en Perú, Argentina, Chile, Venezuela y Sicilia, Italia, con distintos tintes y matices.

En rigor, tiene tanto derecho un niño purepecha a comulgar con sus abuelos en un cementerio envuelto en humo de copal y repiques de campanas; que un niño cancunense de padres norteamericanos a pedir su Halloween de casa en casa. Los dos son mexicanos bilingües y sus tradiciones familiares son válidas por igual. Es fundamentalista negar a los niños mexicanos con ascendencia Norteamericana el derecho a que celebren lo que sus padres consideran parte de su cultura.

El meollo del asunto no es litigar, confrontar o marginar --desagarrándose los ropajes— ignorando la diversidad étnica de nuestras tradiciones, tal y como veo en facebook que hay una campaña de rencor contra el Halloween cuando miles de mexicanos lo celebran, sino diferenciar y entender nuestra pluralidad. Es insano seguir confrontando lo que somos y cómo evolucionamos.

La diferencia sustancial no está en la forma sino en el fondo: el niño purépecha se viste para conectarse con una realidad alterna, acompañado de su familia: ofrenda, evoca, invoca, agradece, reconoce, comulga; el niño cancunense acompañado de sus amigos, se disfraza, exige con la amenaza “dulce o travesura”, atesora, compara y, al recibir, desaparece corriendo o cantando “queremos Halloween”.

Son dos realidades opuestas pero nos pertenecen, no son hechos aislados, son conductas y ni una es auténticamente mexicana ni la otra nos es ajena: son producto de tradiciones de diversas latitudes que se fusionaron en nuestro país con migraciones; ambas son sincréticas y por lo tanto merecen respeto por igual ya que forman parte de nuestra cultura y se aderezan con nuestro sazón por ello los niños que celebran el Halloween dicen: ¿No me da para mi calaverita?


La foto que acompaña mi reflexión es del pueblo Pomuch, en Campeche, donde los mayas de hoy en día y durante los días de muertos, van a sus cementerios a limpiar las tumbas de sus deudos y sacan las osamentas para limpiarlas con brochas y luego llevan a sus hijos y les dicen: aquí está el tío Martín y ella es la tía María... ésta tradición pudiera estar emparentada con el Altar V de Tikal en el que observamos al ahau (rey) Jasaw Chan K'awiil y un noble de Maasal, realizan una exhumación ritual de la osamenta de una mujer reconocida de alta jerarquía y sabemos también que era práctica común en ese periodo histórico exhumar y limpiar los restos de sus ancestros y volverlos a pintar con cinabrio... esa sí puede ser una tradición milenaria pero no los Altares de Muerto, no es sano desgarrarnos las vestiduras negando una parte de nuestra historia, tenemos una frontera kilométrica con los Estados Unidos, si hay tacos y enchiladas por allá, también tenemos la Big Mac y el Halloween por acá.

Recapitular es una sana disciplina que no ejercemos y es por ello que nos sentimos invadidos por tradiciones y culturas supuestamente ajenas cuando en realidad, nuestra historia y nuestra cultura, se sustentan en migraciones y costumbres transfiguradas. 

Sugiero hacer las pases con nuestra realidad, conociendo y comprendiendo su origen.

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