Los Mayas Históricos otorgaron a la Palabra el estatus divino, se sirvieron de ella para vincularse con la percepción cíclica del tiempo y los registros epigráficos nos revelan que en lugar de mentir sobre un evento adverso, prefirieron guardar silencio.
Con la Palabra, los
seres humanos creamos mundos dentro del mundo, así como normas y leyes que
rigen nuestras conductas. El desatino de nuestro tiempo se origina en el hecho
de que “no nombramos a las cosas y a los eventos por su nombre, en
consecuencia, nos resulta inasible la realidad del mundo dentro del mundo”.
El discurso que dicta
el derrotero de nuestro progreso se centra en procurar un “Desarrollo
Sustentable” pero enmarcado en una estructura económica que privilegia la
productividad por lo que termina siendo una “Degradación Pautada” que pulsa a
contratiempo, aunque digamos lo contrario. Desde las cavernas paleolíticas
hasta las comunicaciones satelitales, la presencia de los seres humanos en los
ecosistemas ha sido sinónimo de transformación y depredación… los atisbos de
conciencia germinan en culpa y surgen campañas como “Salvemos a la Tierra” ¿de
quién? ¿De nosotros mismos?
II
Entre los animales gregarios son necesarias las jerarquías porque así lo dicta la selección natural pero si como nosotros, dudaran, evidenciaran desidia o displicencia, serían condenados al exterminio. Nuestras sociedades agrícolas generaron el excedente de producción que trajo consigo a la plusvalía, al refinamiento del ocio y la abstracción en expresiones artísticas, a los abismos de la desigualdad social y al sometimiento de la mujer por mandato divino.
La distribución del
excedente ha sido entonces uno de los milenarios procesos humanos que procuran
un orden o provocan el desorden social; esa sensación de poseer más de lo que
existe y de lo que se produce, nos remite a nuestra bestialidad que
ritualizamos en las guerras y cuando no las hay, saciamos nuestra sed de sangre
con golpizas intrafamiliares en el
barrio o con el bullying escolar y en bonita reunión familiar durante las
corridas de toros, el Box o las noticias de la televisión antes de irnos a
dormir, la violencia nos define, aunque deseemos lo contrario. El caos que nos
rodea siempre ha existido, nada más que ahora es un poco más intenso y, para
enfrentarlo mirándolo a los ojos, sugiero recordar que somos animales emocionales
con platónicas aspiraciones de ser racionales. Con esa perspectiva, el viento
en contra, en lugar de detenernos, nos refresca.
III
El infortunio
existencial que generosamente nos brinda nuestra sociedad de consumo
irreflexivo, así como el desarrollo económico que ofrece el progreso
improductivo, nos torna en consumidores compulsivos que desechamos objetos y
personas. Considero oportuno replantearnos el frenético modelo de existencia de
nuestra sociedad de consumo que insaciable, degrada nuestro planeta y a nuestra
existencia. Estamos al borde del trampolín, el salto es inevitable, habrá que
realizarlo con gracia y caer de la mejor manera.
Cuando los
agricultores domesticaron los granos, ingresaron al ámbito divino creando
especies como el maíz que precisa de la mano humana para reproducirse, el
alimento divinizado dio paso al alimento industrializado que hoy es manipulado
transgénicamente y produce enfermedades enmarcadas en el costo social de una
sociedad de servicios que alienta la comida chatarra porque los medicamentos
son un gran negocio y es por ello que la usura farmacéutica permanentemente se
asocia con gobiernos fallidos y generan epidemias reales o ficticias aunque
ello afecte tu economía, la mía o la de países como México. El modelo occidental
de consumo irreflexivo nos permite estar ultracomunicados pero vivimos
aterrorizados con la permanente violencia que termina por convertirse en otro
negocio. Nunca antes hemos podido entablar comunicaciones sin distancias y, al
mismo tiempo, sentirnos tan pero tan solos…
En tiempos históricos
mayas, la Palabra fue un vínculo con lo divino y con el poder, hoy se encuentra
enmarañada en redes, simulaciones y discursos, se transcribe cibernéticamente y
se ha abandonado en libros sin consulta, además se adelgaza, es decir, se
acorta, de pronto el diálogo se llena de caritas y monitos, de dibujos que
demuestran estados de ánimo, volvemos al antiguo concepto de los glifos y los
iconos pero la diferencia es que “de antes”, era un recurso para recordar un discurso
detrás de la imagen, hoy, se trata de mostrar emociones mas no de reflexionar: lo que cuenta es la inmediatez, se procura la presencia aunque carezca de
sustancia y dos palomitas azules sin respuesta son sinónimo de orfandad…
El mundo que hemos creado
dentro del mundo tiene la virtud de ser imaginario pero nunca está satisfecho
porque posee el infortunio de ser absurdo, de estar sustentado en la
simulación, la avaricia, las comisiones, la apariencia y el consumo, ese mundo
nos ha separado de nuestra parte espíritu-animal que nos conecta con el cosmos.
Hemos decidido que la única verdad es la que se proyecta en ángulos rectos,
confundimos el bienestar con el consumo a ultranza, atesoramos piedras, metales
y bienes pero ignoramos el por qué o para qué; “el otro” y “los otros” son
espejos en competencia, hemos confundido desarrollo con inversiones rentables,
al progreso lo entendemos como una carrera por la selva a machete limpio y al
crecimiento lo ubicamos en la esperanza y las buenas intenciones proyectadas en
números que luego no coinciden con la realidad económica y por ello pagamos la
gasolina más cara que en USA y mientras el petróleo baja a niveles históricos,
nosotros tenemos incrementos en la gasolina que importamos refinada del
petróleo que exportamos.
Espejos
No todo está perdido, aún falta lo peor. Es
cuestión de adaptarse y observar que la impermanencia habita en todos los
mundos, que podemos interactuar en algunos de esos mundos, que los mundos de
nuestro tiempo no se sostienen con el significado de las palabras sino con su
intención, su distorsión o su indiferencia, entonces descobijamos al caos,
evidenciamos sus trucos y pertenencias, lo vemos a los ojos y deja de ser un
ente que controla nuestro desatino. El caos es imprescindible, de él emerge la
vida: de la violencia y la destrucción surge la creación pero en esa
comprensión nos quedamos cómodamente sentados, entonces nos sentimos eternos y
eso nos seduce, pero también nos aturde, porque es falso, se nos olvida que
somos un suspiro evolutivo que adquirió conciencia y que aunque la usamos poco,
cuando se activa, podemos surfear en el caos…
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