Escuchamos mensajes radiofónicos que nos invitan a mantener
vivas a “nuestras tradiciones de Altar de Muertos” y existe una tendencia
nacionalista que confronta al Halloween como una tradición extranjera que “contamina
a nuestras raíces”. En realidad los Altares de Muertos es una tradición europea
y el Halloween forma parte de nuestras tradiciones porque somos los frutos de
muchas semillas. Las tradiciones no se pierden, evolucionan y se sincretizan,
si comprendiéramos el significado de la impermanencia en la Historia, pudiéramos
reconocer a nuestra diversidad como nuestra mayor riqueza y no como un estigma…
entonces nos veríamos por igual y sin rubor delante a un espejo bruñido en
obsidiana o en uno templado por el fuego.
Los estudios de la investigadora Elsa Malvido concluyen que la “leyenda”
referida a los Altares de Día de Muertos” que afirma ser una tradición
precolombina: fue inventada por los intelectuales de los años 30’s ya que en realidad
proviene de una tradición romana que retomó el Abad de Cluny en el s. X para
honrar a los macabeos: mártires del santoral católico. Durante la festividad de
Todos los Santos, se montaba en el templo un Altar donde se mostraba el Ara que
son las reliquias de los santos que cada Iglesia poseía en sus altares ya
fueran huesos o cráneos y sus atuendos. Los restos óseos de los santos eran
considerados vasos comunicantes para entablar el perdón de Dios, por lo que los
católicos del s. X visitaban una gran cantidad de templos con Aras para al
final calcular los años de perdón que podían obtener después de rendir tributo
a los literalmente llamados “Santos Difuntos”.
Así como es una falacia el trasnochado “Desarrollo Sustentable”
--porque toda actividad humana implica degradación y exterminio--, de igual
manera es falso que tengamos tradiciones mexicanas que debamos defender a
ultranza de invasiones culturales “extranjeras”. El anacrónico concepto de “pureza”
es racista y retrógrado. Nuestras Culturas Mexicanas son el resultado de
migraciones y sincretismos: si no hubiera existido la Nao de China no tendríamos
la Cerámica de Talavera ni existiría la China Poblana, de no haber
existido la migración española durante la Guerra Civil, no tendríamos El
Colegio de México ni panaderías donde hoy se presentan panes de muerto y
calaveritas de azúcar. El gusto por hacerse de un cráneo no es exclusivo de las
sociedades autóctonas de México, desde el Paleolítico, en Gobleki Tepe, Turquía,
encontramos el culto a los cráneos y su cercanía en los hogares, la diferencia
mexicana es que se comen y son dulces.
El Halloween no es un enemigo
En rigor, tiene tanto derecho un niño purepecha a comulgar con
sus abuelos en un cementerio envuelto en humo de copal y repiques de campanas;
que un niño cancunense de padres norteamericanos a pedir su Halloween de casa
en casa. Obviadas las diferencias sociales, los dos son mexicanos bilingües y
sus tradiciones familiares son válidas por igual. Es un acto fundamentalista cuestionar a los niños
mexicanos con ascendencia norteamericana que celebren lo que sus padres
consideran parte de su cultura.
La diferencia sustancial no está en la forma sino en el fondo: el niño purépecha se viste para conectarse con una realidad alterna, acompañado de su familia ofrenda, evoca, invoca, agradece, reconoce, comulga; el niño cancunense se disfraza, exige con la amenaza “dulce o travesura”, atesora, compara y, al recibir, desaparece corriendo con sus amigos. Son dos realidades opuestas, ambas nos pertenecen, no son hechos aislados, son conductas y ni una es auténticamente mexicana ni la otra nos es ajena: son producto de tradiciones de diversas latitudes que se fusionaron en nuestro país con migraciones, son sincréticas y por lo tanto merecen respeto por igual ya que forman parte de nuestra cultura y se aderezan con nuestro sazón por ello algunos niños que celebran el Halloween no dicen el tradicional “dulce o travesura sin que develan el sincretismo con un ¿no me da para mi calaverita?
La diferencia sustancial no está en la forma sino en el fondo: el niño purépecha se viste para conectarse con una realidad alterna, acompañado de su familia ofrenda, evoca, invoca, agradece, reconoce, comulga; el niño cancunense se disfraza, exige con la amenaza “dulce o travesura”, atesora, compara y, al recibir, desaparece corriendo con sus amigos. Son dos realidades opuestas, ambas nos pertenecen, no son hechos aislados, son conductas y ni una es auténticamente mexicana ni la otra nos es ajena: son producto de tradiciones de diversas latitudes que se fusionaron en nuestro país con migraciones, son sincréticas y por lo tanto merecen respeto por igual ya que forman parte de nuestra cultura y se aderezan con nuestro sazón por ello algunos niños que celebran el Halloween no dicen el tradicional “dulce o travesura sin que develan el sincretismo con un ¿no me da para mi calaverita?
El meollo del asunto es reconsiderar que estamos atascados al
confrontar --desagarrándose
los ropajes— al Halloween ignorando la diversidad étnica de nuestras
tradiciones. Es absurda la campaña de rencor contra el Halloween ya que miles
de mexicanos lo celebran, lo sustancial radica en diferenciar y entender
nuestra pluralidad. Es insano seguir negando lo que somos y cómo evolucionamos.
La foto que acompaña mi reflexión es del pueblo Pomuch, en Campeche, donde los mayas de hoy en día y durante los días de muertos, van a sus cementerios a limpiar las tumbas de sus deudos y sacan las osamentas para limpiarlas con brochas y luego llevan a sus hijos y les dicen: aquí está el tío Martín y ella es la tía María... esta tradición pudiera estar emparentada con el Altar V de Tikal en el que observamos al ahau (rey) Jasaw Chan K'awiil y un noble de Maasal, realizan una exhumación ritual de la osamenta de una mujer reconocida de alta jerarquía y sabemos también que era práctica común en ese periodo histórico exhumar y limpiar los restos de sus ancestros y volverlos a pintar con cinabrio... lo que acontece en Pomuch sí es una tradición autóctona pero no los Altares de Muertos que es sincrética. Considero insano desgarrarnos las vestiduras negando una parte de nuestra historia, tenemos una frontera kilométrica con los Estados Unidos, si hay tacos y enchiladas por allá, también tenemos hamburguesas y Halloween por acá, somos la primera minoría en USA y los estadounidenses son los turistas mayoritarios en el Caribe de México. Contamos con un número importante de residentes norteamericanos y sus hijos mexicanos asisten a escuelas como el IAS de Cancún en la que celebran el Halloween y al mismo tiempo montan sus Altares de Muertos, ellos no tienen conflicto al unificar las dos tradiciones, nadie debería tenerlos, ambas nos pertenecen por igual con diferente intensidad.
Recapitular sin rencores es una sana disciplina que no ejercemos
y es por ello que nos sentimos invadidos por tradiciones y culturas
supuestamente ajenas cuando en realidad, nuestra historia y nuestra cultura, se
sustentan en su migraciones.
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