Durante el frío amanecer de un febrero cualquiera, una cápsula familiar se desplazaba en bicicleta por las vacías avenidas de Cancún, iban rumbo al Sur y, antes de que el sol se entreviera, armaron con rapidez sus dos casas de campaña y tomaron un desayuno energético. La Hermana Mayor lograba contener la emoción que le producía trasladarse en bicicleta con maletas. Sus dos hermanos iban con sus padres y ella reflexionaba que sus pequeñas manos aún no podían dirigir sus caminos.
Viajar en bicicleta significa llevar al tiempo y al movimiento en el bolsillo para comulgar con ellos en el instante que se nos ofrezca. Viajar decenas o centenas de kilómetros en bicicleta permite conocerse mejor conociendo al mundo.
Dos sensaciones profundas produce un pedaleo prolongado: la desarticulación del Ego de un cuerpo que realiza un esfuerzo y la doble mirada que en un vistazo mantiene fijo el recorrido y disfruta del paisaje siempre cambiante.
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