Hace unos días fui invitado por mi amigo Clicerio Cedillo, periodista del periódico Quequi, a conocer la Gruta de Xibalbá
para descifrar algunos de sus relieves y petroglifos; proceso intelectual que
requerirá tiempo, por lo pronto, esbozo algunas conclusiones preliminares. En el anterior artículo comenté sobre la trascendencia de éste Gran Descubrimiento Maya y de su
milenaria factura, mencioné que contiene petroglifos referidos al movimiento y
a la palabra, que aparecen personajes con influencia olmeca-zoque y al
menos dos enigmáticas máscaras
teotihuacanas. Carlos Poot, descubridor de la gruta me comentó que hace algunos
años, contó 14 rostros esculpidos sobre la roca.
Los relieves de la Gruta de Xibalbá han sufrido atentados
por gente sin criterio y formación quienes incorporaron elementales y grotescos
rostros contemporáneos al conjunto de imágenes precolombinas, por ello se
mantiene en secreto su ubicación. Propongo que fue un espacio ritual destinado
a la celebración de rituales chamánicos y a la recreación de pasajes
mitológicos en ceremonias de acceso restringido, no fue un escenario para las
masas, más bien un íntimo espacio ceremonial. Hoy, veremos la influencia
olmeca-zoque en los relieves y en el próximo artículo trataremos sobre algunas vertientes
interpretativas de las máscaras teotihuacanas que enigmáticamente aparecen
junto a los rostros olmecas y zoques.
LA OQUEDAD Y EL PODER
Para los mesoamericanos, las grutas, las cuevas y las oquedades
fueron consideradas sagradas porque se vinculaban con la Creación, el agua, la
fertilidad y eran el ingreso a uno de los tres mundos mayas nombrado Xibalbá o
Mictlán. Como el útero de una madre, oscuro y con aguas primigenias, el mundo
subterráneo se consideraba también la residencia de algunas entidades divinas
que nosotros llamamos dioses, se les ofertaba incienso y sacrificios en
rituales que ubicamos en las imágenes de vasos ceremoniales que los nobles
mayas utilizaban para beber chocolate.
Las cuevas y manantiales subterráneos fueron también abrigo
para los grandes felinos quienes arrastraban hasta el fondo a sus víctimas
cobradas en cacerías nocturnas. La cueva fue igualmente considerada una boca de
jaguar y residencia de las entidades relacionadas a las lluvias. De sus
profundidades acuosas emergía un hálito divino que después se convertía en las
nubes que procuraban las amables lluvias que se precipitaban sobre una tórrida
tierra pletórica de adversidades.
Los pueblos olmecas fueron quienes de manera exponencial
colocaron al jaguar en el centro de su imaginario religioso. Algunos sacerdotes
chamanes se convertían en jaguares y el cuerpo humano fue provisto de los
atributos y ferocidad de los grandes felinos. El jaguar habita en las oquedades
y es nocturno, acecha al alba y al atardecer, por ello también fue relacionado
con el planeta Venus que ubicamos en el horizonte durante los crepúsculos o los
amaneceres, según indique su ciclo sinódico.
Así que el agua, la oquedad, el jaguar, Venus y el Poder,
formaron una unidad en la mente de nuestros mayores, ésta interpretación
místico-política inició con los olmecas y fue sublimada por los mayas. Sabemos
que los pueblos zoques y olmecas antecedieron a los pueblos mayas y les
heredaron un corpus religioso que siglos después sublimaron.
Es normal encontrar presencia de pueblos olmecas en toda Mesoamérica
y la Península de Yucatán no es la excepción. Precisamente los relieves de la
Gruta de Xibalbá datan de la lejana época de influencia olmeca y zoque en
Yucatán, se precisa realizar algunos estudios de Carbono 14 para fijar la
datación de los relieves y petroglifos pero después de un ejercicio comparativo
con otros petroglifos olmecas así como por su factura, diseño y discurso
conceptual, es claro que fueron creados siglos antes del desarrollo de la
escritura formal y estamos hablando de al menos 2 500 a 3 000 años de
antigüedad.
EL AGUA, LOS NIÑOS Y LAS MÁSCARAS
En el interior de la Gruta, existe un ojo de agua y justo en
su parte superior aparece un individuo acostado y envuelto por una lengua
bífida que podría representar la de una serpiente de agua. Es una de las pocas
grafías de la Gruta que tiene un diseño carente de ángulos rectos. Se trata de
una representación de un individuo con los brazos en el pecho y al parecer
posee una cola de jaguar.
Los olmecas y los mayas compartieron trazos de una misma religión
y es por ello que algunos siglos después, los mayas realizaron un ritual en el
que niños-jaguares eran ofrecidos en sacrificio. La imagen que hoy nos ocupa
está relacionada con ese ritual que los mayas perfeccionaron.
Vaso Maya para beber chocolate muestra a un niño jaguar en posición horizontal similar a la del personaje de la Gruta de Xibalbá, en el vaso danza la divinidad de la lluvia Chaac y recibe gustoso el cuerpo del infante-jaguar la divinidad de la muerte, un perro del Xibalbá testimonia el sacrificio que se ofrece en el trono del Dios Kauak con la lengua bífida, arriba del perro, una luciérnaga ilumina la escena. Fotografía de Justin Kerr.
Crónicas coloniales lo afirman y los restos óseos en la
Laguna del Nevado de Toluca --entre otros lugares-- demuestran que los mexica
(aztecas) sacrificaban niños en honor a la divinidad de la lluvia llamada Tlaloc.
De igual forma, los restos humanos ubicados en Cenote Sagrado de Chichén Itzá --estudiados
por el arqueólogo subacuático Guillermo de Anda--, confirman que no fueron
princesas las que sacrificaron en el famoso cenote sino niños. El ancestral
mito del Roba Chicos --que en maya se dice Okol Pal--, está relacionado con ese
ritual de sacrificio de niños que realizaron los olmecas y una de sus más
antiguas representaciones se encuentra en el fondo de la Gruta de Xibalbá.
Vaso de procedencia y propiedad desconocida el Dios A porta un extraordinario sombrero y sostiene a un niño entre sus manos delante a un dignatario. Fotografía Justin Kerr
La imagen del personaje-jaguar recostado cuenta con un
ingrediente original y muy sugestivo. A sus pies, se esculpió una máscara en
negativo, es decir, al revés, mirando para adentro de la piedra.
Cuando la ubiqué,
fue grande mi sorpresa porque inicialmente pensé que pudiera ser el molde para
máscaras rituales de barro que los chamanes y dignatarios pudieran manufacturar
en aquella oquedad en la piedra, sin embargo, el rostro es demasiado pequeño
además de que dichas máscaras nunca podrían secarse y endurecer por la carencia
de luz y la intensa humedad en el recinto. Fue precisamente la ausencia de luz
la que me permitió intuir que la máscara en negativo es un vaso comunicante con
“la otra realidad” como si fuese un visor que se incrusta en la piedra para
observar lo que no es visible en el ámbito humano. Un Portal a la realidad de
las entidades divinas.
La propuesta es inquietante, nuestros ancestros lograron
trascender el plano consciente y discurrir por realidades alternas a través de
rituales chamánicos, el uso de plantas de poder, la danza, la penitencia y el
autosacrificio. Los chamanes utilizaban máscaras en sus transgresiones
existenciales, una de ellas, la incrustada en el muro de piedra, tuvo quizá la
función de comunicar la voluntad humana con el ámbito divino más allá de lo
visible.
Así como resulta extraño y enigmático localizar máscaras al
revés incrustadas en la piedra, de igual forma, por la lejanía del tiempo en el
que fueron elaborados los petroglifos y los relieves de la Gruta de Xibalbá,
considero todo un enigma la presencia de máscaras teotihuacanas en los
relieves. Después de mantenerse en secreto durante 20 años, finalmente su
descubridor, Carlos Poot, ha decidido darlos a conocer, agradezco su confianza
y la de mis amigos que me invitaron a la Gruta de Xibalbá.
Fotografías de la Gruta de Xibalbá: Claudio Obregón Clairin.
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