La
fotografía que acompaña éste artículo, es una combinación de un total de 800
exposiciones tomadas por el telescopio Hubble que enfocó una pequeña porción
del cielo (del tamaño de una moneda de veinte centavos) entre el 24 de
Septiembre 2004 y el 16 de Enero 2005, en la constelación de Fornax, situada en
el Hemisferio Sur celeste.
Los
astrofísicos de la NASA calcularon que en éste pequeño espacio hay 10 000
galaxias y cada galaxia puede contener entre 100 mil y 1 millón de estrellas.
El cielo cubre un área 12.7 millones de veces el espacio de esta fotografía por
lo que para fotografiar todo lo visible, tardaríamos 1 millón de años y
contaríamos en miles de millones el número de estrellas.
Cuando
tomamos un puño de arena de las playas del Caribe de México, contenemos
alrededor de 20 mil minúsculos granos de arena; si contáramos todos los granos
de todas las playas del mundo tendríamos una cifra impronunciable; pues bien,
existen más estrellas en el universo que granos de arena en todas las playas
del mundo y, lo extraordinario, es
que entre las estrellas y las galaxias, lo que predomina es el vacío.
Miles
de millones de estrellas giran vertiginosamente en el vacío sideral y nosotros
nos percatamos de ello; intuimos la complejidad de la luz escondida detrás del
vacío y racionalmente llegamos a la conclusión de que no todo lo que vemos es
todo lo que existe… ¿quiénes somos nosotros…? … suspiros evolutivos que
adquirimos conciencia de lo anterior para inmediatamente después fijar nuestra
atención en el mundo que hemos creado dentro del mundo.
Un reciente
estudio realizado por astrónomos del California Institute of Technology
(Caltech) en Pasadena, plantea que tan sólo en la Vía Láctea -la galaxia donde
se encuentra el sistema planetario al que pertenece la Tierra- hay por lo menos
100 mil millones de planetas. De entre todos ellos habrá quizá alguno que
cuente con vida y probablemente aquella vida pueda darse cuenta de que vive;
matemáticamente existe la posibilidad de que alguna vida en nuestra galaxia forme
civilizaciones y pudiera estar tecnificada; quizá construyan naves espaciales y
se pregunten si pudieran contactar a otra civilización ubicada allá en lo
oscuro, junto a lo inconmensurable… sería una vergüenza para la Creación si
fuéramos los humanos la única expresión de conciencia orgánica con atisbos de
conciencia en el universo, lo cierto es que exploramos las opciones de compañía
galáctica en tanto nos resulta complicado comunicarnos sin violencia con
quienes están enfrente de nuestros ojos.
REFLEJOS
El Ego condiciona
a nuestro entendimiento del cosmos, del yo y de “los otros”. Cuando el
pensamiento crea a un pensador, éste se separa del cosmos para intentar
comprenderlo a partir de su percepción, de su tiempo, de sus intereses y por
supuesto, de su egocentrismo. Así, los movimientos planetarios que se ubican a
millones de kilómetros de nosotros están ahí, en movimiento, porque determinan
a nuestro destino, a nuestra conducta y a nuestras emociones.
La Astrología es
una pasarela del Ego, el postulado matemático-astrológico determina el
comportamiento de mi ser quien descubre que los movimientos planetarios
influyen y determinan mi conducta. El milenario movimiento planetario circula
porque rige mi devenir, es así como el Ego cree que se transfigura en un ser
cósmico… la astrología reduce al movimiento galáctico en la tabla de valores
ético-morales-emocionales de una sociedad que aspira a entender al amor, al
dinero y a la salud, según las posiciones que guardan lejanos astros, así, la
respuesta a las conductas humanas no se encuentra en las conductas mismas sino
en el designio de un mandato proveniente del vacío.
Girando por la
vasta inmensidad, nos percatamos de nosotros mismos y de “los otros”, es ahí
cuando miramos al cada yo que configuran a todos los yos que somos nosotros.
Delante a lo
inconmensurable y en tiempos sin memoria pétrea, la distancia se consideró
sagrada y, el movimiento devino la primera certeza. Fue así como nuestros
mayores dieron sentido ritual a lo inasible.
A través de la
percepción del movimiento descubrimos al tiempo y hasta hace cien años, se
desconocía que existen millones de galaxias; sin embargo, sabemos más de cómo
funciona el cosmos que de nuestro cerebro que lo percibe.
EL YO
En nuestro cerebro
hay un yo que piensa gracias a un intrincado intercambio de información
bioeléctrica que cada vez que pulsa, recrea nuestra existencia. Nuestros
cuerpos están constituidos por los mismos elementos que configuran a las
estrellas, somos polvo estelar concentrado en un ego.
Me doy cuenta de
que soy yo mismo delante al cosmos y automáticamente me salgo de él. Aquí estoy
yo y allá el cosmos, soy su espectador… tiempo después me transfiguro en
intérprete para que “los otros” lo comprendan según lo dictaminen los intereses
económicos-religiosos de cada momento histórico.
Acordamos “los
otros” y yo, es decir, nosotros, que el cosmos es como creemos que es hasta que
pensemos diferente; el cosmos es la interpretación y el acuerdo de un colectivo
de egos. Pero el cosmos no es lo que es sino lo que decimos que es, al
interpretarlo, erróneamente nos hemos desasociado de él para observarlo en su
totalidad, sin nosotros.
El cosmos es mucho
más de lo que se dice o se cree que es por que no todo lo que ves es todo lo
que es, de lo mensurable, en el cosmos el 73% es energía oscura, el 23 % es
materia oscura y únicamente el 4% son átomos, es decir, las galaxias, las
estrellas, tú y yo, nosotros.
Recuerda que tú y yo, nosotros con las estrellas, somos minoría en el cosmos.
El científico
Andrea Lïnde plantea que por pura coincidencia habitamos un universo de
materia; su escenario predice un Multiuniverso en el que
existen universos paralelos al nuestro, pegados como “pompas de jabón en expansión”
y en el que habitan formas de existencia de antimateria como nosotros somos de
materia.
Pensamientos,
emociones, intenciones, deseos, angustias y todo un elenco de figuras
imaginarias ocupan la mayor parte de nuestra atención mental y, cuando miramos
al cosmos, lo relacionamos con nuestro Ego. El cosmos es lo que es pero tú y
yo, es decir, nosotros, decidimos con nuestros actos, nuestras creencias y
nuestras palabras que es como queremos que sea.
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