Para los angakkuqs
(chamanes inuit) todo se origina en el alma y en el corazón. Consideran que
los conflictos existenciales nos agobian porque olvidamos nuestra belleza. Los inuit
acostumbran reposar su mirada en el gélido vacío o en la inconmensurable tundra
y perciben que la distancia más inmensa no está entre aquí y allí sino entre la
mente y el corazón.
El chamán groenlandés Angaangaq, fue cuestionado
en una entrevista sobre la costumbre inuit de intercambiar parejas y respondió
al reportero español: “¡A nosotros no nos repugna el contacto físico! Pero los
blancos no se tocan. Y la mayor necesidad del ser humano es la de ser tocado.
Nosotros nos tocamos mucho. No tenemos tabúes sexuales ni celos. Somos personas
civilizadas…”
Los Inuit históricos daban prioridad a los
comportamientos y a los estados mentales, nunca etiquetaban a los individuos,
esa percepción procuraba que la persona que mostraba un comportamiento
desequilibrado pudiera cambiar su actitud y mejorar su relación con "los
otros…" cuando un integrante de la sociedad inuit cometía una falta o su
comportamiento desentonaba en la comunidad, acostumbraban bombardearlo con
bromas y burlas para evitar que los sentimientos de intolerancia de un
individuo se impusieran sobre el grupo. En caso de una falta grave, el
transgresor era aislado e ignorado por la comunidad y el arrepentimiento era
inmediato, en caso de una falta mayor como los celos, el robo de una esposa o
asesinato, un consejo de ancianos y los angakkuqs
se reunían para deliberar, entonces llegaban a dos soluciones: en caso de
arrepentimiento y una confesión pública (la palabra entre los inuit como entre
los mayas, es sinónimo de verdad) podía ser reintegrado a la sociedad, sobre
todo en comunidades poco numerosas, la otra opción era expulsar al individuo de
la comunidad, lo cuál, era sinónimo de muerte ya que nadie puede subsistir en
el Ártico estando solo… entre los inuit, tampoco existen las cárceles.
En el Ártico Canadiense, en Groenlandia y en
Alaska, cuando había diferencias graves entre grupos o individuos, en lugar de
enfrentarse físicamente, organizaban competencias de cantos y danzas
acompañados del batir de un tambor. El término inviutiit designa a las palabras recitadas o cantadas que
provocaban la humillación pública del contrincante, lo esencial no era explícitamente afirmar los defectos o
carencias del adversario sino hacer referencias y era válido inventar
situaciones y alusiones, así evitaban eventuales represalias o venganzas. Se
decían lo que tenían que decirse sin decirlo y cantando. Durante las competencias
de cantos, los espectadores tomaban el rol de jueces y determinaban el vencedor
en función del comportamiento de los duelistas, al concluir la competencia,
iniciaban los juegos y las diversiones. Otro tipo de duelo nombrado tigluutiniq consistía en colocarse
frente a frente y darse de golpes en la espalda hasta que uno de los
adversarios se rendía al dolor.
Los inuit utilizan decenas de palabras para
nombrar a las calidades y cualidades de la nieve pero en su idioma no existe la
palabra “guerra”. Desde tiempos del vikingo Erik el Rojo, se dice que a los
inuit se les rompen las encías de tanto reír; son pueblos que delante a la
adversidad eligen reír en lugar de llorar.
En el universo chamánico lo que trasciende son
las decisiones, no importa su resultado, la acción es lo único que cuenta, de
tal suerte: las constantes mentales, los malestares emocionales, el alcoholismo
la drogadicción no son enfermedades sino decisiones; en ese marco de referencia
y haciendo propio El Frío Saber, considero
que controlar nuestra intención y nuestra voluntad delante a las exigencias,
constantes mentales, simulaciones y percepciones del mundo material, es un
arte... El Arte de Esquivar.
Fuentes:
Inuit Shamanism and Christianity, Fréderic B.
Laugrand y Jarich Bl Oosten.
Les Inuit, Michele Therrien.
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