En los alrededores del
cerro El Manatí, ubicado en la cuenca del río Coatzacoalcos, Veracruz, los
arqueólogos Ponciano Ortiz y Carmen Rodríguez recibieron en 1988 unas pelotas de hule que algunos
campesinos habían encontrado en la construcción de un estanque y más tarde,
durante sus excavaciones, localizaron otras pelotas asociadas a ofrendas
masivas de hachas de jade. Las dataciones sitúan a 12 pelotas de hule en tres diferentes
fases, destacan las pequeñas que fueron manufacturadas hace 3 500 años y
oscilan entre 8 y 15 cm de diámetro; en tanto que las que miden 25 cm de
diámetro, fueron encontradas acompañadas de bastones de mando y con la datación
del sistema C 14 las ubicaron hacia el 1 200 a.C.
Los mayas heredaron de
sus ancestros zoques, mocayas y olmecas un bagaje cultural y una estructura
política sustentada en un corpus
mitológico que estableció rituales de origen chamánico en los que los
dignatarios procuraron una íntima relación con sus ancestros; con sus entidades
divinas que nombramos dioses y reprodujeron en rituales como el Juego de Pelota
los pasajes mitológicos que formaron a los seres humanos y al cosmos.
Nosotros lo llamamos
Juego de Pelota aunque más que un juego fue un ritual deportivo. Turísticamente
es conocido como Pok Ta Pok y los glifos nos dicen que los mayas históricos lo
nombraron Pitz. Sabemos por el Popol Vuh y por las imágenes de Vasos
Ceremoniales que los gemelos Hunahpú e Xbalamqué descendieron al Xibalbá
(inframundo) para enfrentar a los Señores 1 y 7 Muerte quienes los desafiaron a
superar algunas pruebas (que simbolizan la transfiguración que los chamanes enfrentan
al morir y renacer), luego se
enfrentaron en un partido del Juego de Pelota en el que estuvo implicada la
decapitación de Huanahpú. Los gemelos fueron sacrificados y sus huesos molidos,
los aventaron a un río subterráneo transfigurándose en bagres, más tarde
emergieron convertidos en actores y mediante poderes propios de los chamanes
desmembraron a los Señores 1 y 7 Muerte cobrando venganza y emergiendo
victoriosos como el Sol y la Luna.
Ponciano Ortiz y
Carmen Rodríguez encontraron osamentas de niños y nonatos desmembrados en sus
excavaciones de El Manatí. En los frisos de los Juegos de Pelota de El Tajín y
en Chichén Itzá, ubicamos a individuos que fueron decapitados, en los Juegos de
Pelota de Cobá hay rostros de cráneos empotrados en los muros y en el suelo. En
Toniná, recientemente fueron encontrados unas extraordinarias esculturas de
cautivos que luego fueron sacrificados. Los vestigios arqueológicos de El
Manatí y las evidencias epigráficas, históricas, escultóricas y mitológicas nos
demuestran que se realizaron sacrificios relacionados a los Juegos de Pelota
pero existe confusión sobre quienes fueron sacrificados, algunas voces populares
indican que se sacrificaban a los vencedores del partido otras que a los
perdedores y hay quien afirma que no lo sabemos con certeza. Pues, bien, las
tres respuestas son correctas ¿cómo es posible que las tres equidistantes
opciones tengan la misma validez? Me explico.
Es importante ubicar
que los mayas históricos heredaron el ritual deportivo Pitz de sus ancestros,
zoques, mocayas y olmecas, que no formaron un imperio sino ciudades estado, que
los rituales y el contenido ritual de su “religión chamánica” evolucionó y por
lo tanto los rituales que se escenificaron en los albores de nuestra Era fueron
diferentes a los que presenciaron los peninsulares en el s.XVI, por lo tanto:
durante el periodo histórico que va del 200 a. C al 900 d.C poseemos un
testimonio escrito y leemos en los glifos que los mayas acostumbraron realizar
guerras relacionadas a las posiciones del planeta Venus y a los ímpetus colonialistas
de los ahauob’ (reyes); acechando y por las noches, irrumpían en los aposentos
de sus rivales y no los mataban, sino que los tomaban prisioneros y los
llevaban a sus ciudades para ser martirizados y desangrados ritualmente.
Abatidos, malnutridos y humillados, en ocasiones, antes de ser sacrificados,
los cautivos debían enfrentar en el Pitz al ahau que los había capturado, por
las desventajosas condiciones en las que se enfrentaban, los prisioneros
perdían siempre y eran sacrificados. Entonces, en ese periodo histórico fueron
sacrificados los perdedores.
Talla de madera del artista maya de Chichén Itzá Efrain Cetz
Por último, entre los
mexicah (aztecas) del s. XVI, las crónicas coloniales nos indican que era
sacrificado el vencedor ya que según su cosmovisión, representaba un honor
entregar su vida al Sol y acompañarlo en su trayectoria celeste junto a los
guerreros muertos en batalla y a las mujeres que morían durante los partos. Entre
los mexicah, la víctima fue el vencedor. Las tres opciones son válidas
dependiendo del periodo histórico y a la civilización que hagamos referencia.
Como el mito de los
Gemelos del Popol Vuh señala que descendieron a la oscuridad del Xibalbá para
escenificar el ritual deportivo de origen chamánico en el que murieron para
resucitar transfigurados. Sugiero que el Juego de Pelota es un espejo cóncavo y
nocturno de lo que sucede en el cielo vespertino: los anillos representan al
Sol en tanto que la pelota al planeta Venus que acompaña al Sol en el horizonte
al alba y en el crepúsculo. Por ello, Venus estuvo relacionado con la guerra y con
el ritual de decapitación del perdedor durante el llamado periodo Clásico o
periodo de la escritura.
En las ciudades de Ek
Balam como en Uxmal, el Pitz se encuentra en la parte baja de la ciudad, las
plataformas de los templos y habitaciones permiten escenificar el universo
estratificado de Cielo, Tierra e Inframundo, pero en ciudades de un solo nivel
como Chichén Itzá, la profundidad es desplazada por la dirección, así, el Pitz
de Chichén Itzá se ubica hacia el poniente indicando el ingreso al inframundo,
territorio del jaguar o del sol nocturno, por ello existe un templo dedicado a
los felinos con un altar en forma de jaguar justo en su entrada del escenario.
En ese particular Pitz
hay un impactante fenómeno acústico. A pesar de carecer de una cúpula, si
aplaudimos o silbamos en el centro del Juego de Pelota, el eco se repite 7
veces, lo cual resulta enigmático. Mi propuesta para explicar esa curiosidad
acústica es que los muros son ligeramente cóncavos y oblicuos, cuando uno se
coloca de perfil a los muros observará que en efecto, los muros parecieran dos
manos que procuran una concavidad como cuando recogemos con ellas un poco de agua
de un río.
Esa particular disposición es lo que provoca el eco ya que desde el
punto de vista físico y a cielo abierto, es imposible que dos muros reproduzcan
un eco que se repite en siete ocasiones, como siete son los jugadores de cada equipo representados en los
frisos y siete son las serpientes que emergen del cuello de uno de los
jugadores sacrificados que carecen de un texto por lo que ignoramos su
identidad.
En honor a la verdad y
con el rigor científico que debe acompañar a toda investigación, es prudente
realizar un ejercicio de comparación fotográfica con los muros actuales y como
se encontraban antes de que fueran restaurados porque hay dos evidencias en
forma de variables que pudieran conducirnos a la conclusión de que en tiempos
históricos, quizá no existió tal eco: la primera es que la restauración del
muro Oeste fue en realidad un reconstrucción y es el muro que tiene la mayor
oblicuidad y concavidad, la segunda pasa por la simetría ya que en Chichén Itzá
se cometió el error de utilizar “la plomada” para restaurar los muros dando un
sentido simétrico a los muros que originalmente no poseían ya que la arquitectura
maya es homogénea mas no simétrica… en ese ámbito, es prudente que futuros
estudios determinen la veracidad histórica del eco del Pitz de Chichén Itzá y
de ser así, habrá que preguntarse cuál era su función ritual.
En los frisos evidenciamos
que son dos equipos de etnias diferenciadas y que son sacrificados jugadores de
ambas escuadras; ambas cuentan con un metalenguaje plasmado en su vestimenta y
los “mudras de sus manos”. Los jugadores de un equipo están ataviados con un
pectoral dando sentido de unidad o identidad, el otro equipo presenta jugadores
vestidos todos de diferente manera, como si fueran extranjeros, algunos portan
turbantes. Es importante observar que no existe simetría en los zapatos o
sandalias de los jugadores, el pie derecho tiene un zapato o sandalia diferente
al pie izquierdo, siendo ésta la única imagen que he visto en la lapidaria
mundial donde no hay simetría en el calzado. Aún no podemos afirmar con
seguridad si tal diferenciación está relacionada con el juego mismo o con una
escenificación del ámbito mitológico, lo cierto es que los jugadores están
vestidos en gala, enjoyados y con una pesada vestimenta, lo cual nos plantea la
posibilidad de que no jugaran con todo el atavío que llevan puesto sino que
escenifican una ceremonia posterior al partido.
Los jugadores del Pitz
de Chichén Itzá llevan una especie de raqueta, unos en forma de serpientes y
otros de jaguares y de su cintura emerge como símbolo fálico un bastón que
pudieran haber utilizado para golpear la pelota y dirigirla hacia el centro del
anillo para ser pasada por el agujero que en él se encuentra. El jugador
decapitado está aún de cuclillas a pesar de haber perdido la cabeza lo cual no
es natural como también es notable que nadie lo sostiene sino que pareciera que
ha sido sacrificado sin que manifieste desacuerdo. El jugador del equipo
contrario situado delante a él, sostiene su cabeza junto a un pedernal, entre
ambos una cabeza mortuoria tiene un glifo que simboliza al fuego o a lo
humeante que se pronuncia: K’ak’ siendo éste el único vestigio de escritura
simbólica en los frisos del Pitz de Chichén Itzá.
El Pitz que nosotros
llamamos Juego de Pelota es uno de los mitos fundadores olmecas y mayas. Está
emparentado con la tradición que se originó hace miles de años en las culturas
boreales que plantean como mito fundacional y/o del nacimiento del Sol y la
Luna a la presencia de dos hermanos. De aquel mito de las culturas de los
glaciares derivaron algunos héroes y seres fundadores como Caín y Abel en el
Viejo Testamento, Rómulo y Remo en Roma, Taqquiq y Siqniq en la mitología Inuit
(esquimal) e Xbalamqué y Hunahpú entre los mayas.
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